El año que comienza es crucial para el futuro global. No me referiré a la compleja coyuntura que se vive a nivel internacional derivada de la creciente tensión entre los Estados Unidos e Irán, sino a algunos de los retos estructurales que amenazan el futuro de la civilización contemporánea y de la humanidad misma. En primer término, a los derivados de la creciente destrucción de la naturaleza y el ambiente; asimismo a los de carácter social por la persistencia de la pobreza y de la desigualdad en varias regiones en el mundo y, por último, al retroceso que se vive en varios países por la pérdida de la calidad de la democracia, el Estado de derecho y las fallas en cuanto al respeto a los derechos humanos.
La humanidad vive una situación inédita en su historia debido a la progresiva y acelerada destrucción de la naturaleza, la sobreexplotación de los recursos naturales, el Cambio Climático de origen antropocéntrico y las tensiones sociales crecientes en un contexto de un aún muy elevado crecimiento demográfico. En los próximos 30 años, la población mundial aumentará en 2,300 millones de personas, para pasar de los actuales casi 7,700 millones de seres humanos a 10,000 millones en 2050, con un marcado envejecimiento de la población.
Es cierto que vivimos una etapa inédita por el progreso y el bienestar de buena parte de la población mundial, pero también vivimos en un mundo lleno de enormes contradicciones, que se dan en el momento del mayor desarrollo científico y tecnológico de la historia. Nunca antes tanta gente había salido de la pobreza, pero hay que precisar que es el caso de los países del área Asia-Pacífico. Sin embargo, también es cierto que, en casi todo el mundo los avances tecnológicos han permitido resolver problemas ancestrales y mejorar el nivel de vida de muchas personas.
A pesar de esta situación, la pobreza y la desigualdad persisten en muchos países. De la población actual de casi 7,700 millones de personas, más de la mitad, cerca de 4,000 millones viven en situaciones de extrema tensión por hambre, pobreza, migraciones, el cambio climático, guerra civiles e internacionales. Además, la desigualdad se ha disparado, a nivel global, aún en países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Frente a esta situación, la ONU aprobó la Agenda 2030: “Los Objetivos del Desarrollo Sostenible”. Estos 17 objetivos que la comunidad internacional organizada se comprometió a lograr dentro de diez años van desde la erradicación del hambre y de la pobreza extrema hasta el combate al Cambio Climático. Estos objetivos son el resultado del consenso internacional y conllevan un ajuste de fondo de las formas de lograr el crecimiento y el desarrollo; de los esquemas de producción y consumo. El año 2020 es crucial para evaluar si podremos llegar a las metas comprometidas.
Pero aún si se logran avances en la materia, la amenaza del Cambio Climático genera riesgos crecientes para la economía y la sociedad globales. El Acuerdo de París, suscrito en diciembre de 2015, fue la culminación de un largo proceso internacional para detener el fenómeno del Cambio Climático, uno de los mayores riegos de la humanidad. Las medidas para lograr que el calentamiento global no rebase los 2°C y de preferencia 1.5°C, cuantificados desde la época pre-industrial para evitar riesgos catastróficos, resultan insuficientes. Además, todo parece indicar que el aumento de la temperatura media del planeta será de al menos 3°C con graves consecuencias en todos los órdenes de la vida social y económica.
La Cumbre de Madrid sobre el Cambio Climático, de diciembre de 2019 no logró conclusiones concretas para instrumentar el Acuerdo de París. En este sentido, es fundamental fortalecer los esfuerzos de los gobiernos nacionales, estatales, de las ciudades, de las empresas y de la sociedad civil para lograr cumplir con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y con el Acuerdo de París de 2015.
Desde mi perspectiva es fundamental entender que vivimos un cambio de época, no solamente una época de cambios. Las crisis políticas y sociales se suceden unas tras otras en muchas regiones en el mundo porque seguimos aplicando ideologías, teorías y creencias pensadas para un mundo vacío cuando estamos en un mundo lleno, saturado.
Vivimos en la era del antropoceno, en la cual el hombre es capaz de controlar todos los acontecimientos, incluso la composición biogeoquímica de la Tierra. Aún es tiempo de salvar el planeta y de construir un futuro próspero para todos, pero para lograrlo es necesario desvincular la generación del ingreso y de la riqueza de la destrucción de la naturaleza y de la sobreexplotación de sus recursos. Es necesario impulsar una nueva agricultura, promover la transición energética, en suma, actuar en numerosos ámbitos. Es necesario actuar en lo global y en lo específico.
La ciencia y la tecnología nos permiten articular la solución a los problemas que enfrentamos, pero se estrellan con frecuencia con las redes de intereses creados. En este contexto de búsqueda de soluciones debemos preservar, en todo momento, el respeto a los derechos y las libertades fundamentales, el Estado democrático de derecho y la defensa de la dignidad de la persona humana.
Debemos actuar de inmediato porque el tiempo se agota. No se trata de enviar mensajes apocalípticos, sino de atender a los llamados que nos da la ciencia. Es necesario actuar contra la desinformación de grupos que pretenden imponer los intereses particulares sobre el interés general de la población porque está en riesgo el futuro de todos. El año 2020 es crucial para el futuro global.