Ya que tenía el título perfecto para esta columna, “El mundo post-COVID-19”, caí en cuenta que de inicio no habrá un mundo post-COVID 19 como tal, porque seguirá siendo parte de las enfermedades que nos rodean como humanidad, ojalá en el muy corto plazo podamos enfrentarlo con un tratamiento eficaz, y en unos años ya con una vacuna. He de reconocer que el título atiende a la necesidad de llamar su atención y lograr compartir con ustedes las siguientes ideas e inquietudes.
¿Cuántos de nosotros no hemos llegado a pensar por qué no han desarrollado ya una vacuna? Y sobre todo con el desarrollo tecnológico que existe en el sector farmacéutico en países como Alemania o Estados Unidos. Es una pregunta válida desde la falta de conocimiento de cómo se dan las cosas ante este tipo de eventualidades. Sin embargo, tocará esperar su desarrollo e implementación que tengan que llevar, pues en un escenario óptimo para el caso de una vacuna puede ser de hasta dos años; pero eso no quiere decir que no habrá muy pronto un tratamiento eficaz contra la enfermedad.
Lo que es una realidad es que el COVID-19 nos ha dejado expuestos ante una oleada de información, misma que no sabemos procesar; entre la desinformación, las necesidades del día a día, nos hacen repensar que aun y con todos los avances tecnológicos de ahora, estamos tan inmaduros en el uso de las TIC´s porque, aunque tenemos acceso a la información, no analizamos lo que nos llega y a veces sólo reenviamos por reenviar lo que llega a nuestros correos o celulares.
Todos pasamos emocionalmente por varios pasos dentro de esta pandemia. Por ejemplo, algunos creen que no es cierto (siguen ahí); se les reprocha a los que importaron el virus; hay miedo; la realidad misma de que muchos perdieron su trabajo, o no pueden salir a buscar el sustento del día a día. Para el caso de México, muchos trabajos están dentro de la llamada informalidad; la pobreza no da para guardar un distanciamiento social como se pide. Son muchos factores que se conjuntan y no sabemos enfrentar de la mejor manera. Simplemente porque nadie estaba preparado para lo que ahora estamos viviendo.
La incertidumbre como única constante, eso es lo que tenemos en este momento. ¿Cómo será nuestra realidad en unos meses? ¿Regresaremos a la “normalidad” y en cuánto tiempo?
Lo que sí viviremos es un mundo post-cuarentena, post-distanciamiento social. Un mundo y una humanidad que deberán “ser” diferentes. Debemos entender que los bienes públicos (como la salud) son esenciales, estar más aténtenos de las necesidades reales de los que conforman este sector, desde prestaciones sociales, condiciones de trabajo y el equipamiento básico necesario para poder enfrentar este tipo de adversidades.
Recientemente vi una entrevista al director y actor argentino, Ricardo Darín, y algo que dijo me llamó mucho la atención y además es el motivo real de lo que ahora estoy escribiendo. Bien decía, la economía del mundo está tambaleando porque estamos comprando solamente lo que necesitamos”.
Compramos únicamente lo que necesitamos, cosas para comer, aseo personal; lo que no lleva a una palabra, un concepto de vida que se ha implementado como una forma normal de actuar: el consumismo. No hablo del consumo, que es necesario dentro de las relaciones sociales, sino de ese consumo de cosas que a veces ni necesitamos y que se compran por comprar. Actualmente la gente sale a comprar productos de la llamada canasta básica.
La lección más grande de toda esta situación es saber reconocer la labor de los demás, la importancia del campo, del transporte, y no de los sectores como tal, sino de la gente que trabaja en ellos.
La sensibilización social deber ser el resultado inmediato de lo que nos está tocando vivir. Claro, al final es una idea, pero ojalá así fuera. Lo que sí podemos hacer ya que pase toda esta situación, o dentro de la situación misma, es apoyar el consumo local, a los pequeños productores, y consumir en la medida de nuestra posibilidades los productos nacionales. Con la idea de realmente fomentar la recuperación de la economía nacional. Hace mucho escribía, aquí mismo en El Semanario, la importancia de consumir lo “Hecho en México” y no como un nacionalismo, sino como una necesidad real de reactivar la economía.
Uno de los indicios que ha dejado claro el gobierno federal es que no habrá endeudamiento para solventar esta situación. Es decir, no se recurrirá al Banco Mundial o al FMI, lo que no compromete los ingresos futuros. Por eso cobra sentido apoyar lo “Hecho en México” no como una idea romántica, sino como una real forma de apoyar el empleo y la actividad económica nacional.
Recordemos que son la pequeñas y medianas empresas las que dan el mayor número de empleos en este país, y son éstas las que se beneficiarían con un consumo así. Consumir lo “Hecho en México” no fue tan importante como ahora, eso nos toca hacer.
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Excelente!