Primero fue Wuhan, la ciudad china donde “convencionalmente” surgió el nuevo coronavirus SARS-CoV que levantó el confinamiento de once semanas el pasado ocho de abril. Recientemente, bajo diversas fases de desconfinamiento se han unido al desbloqueo de las restricciones ciudadanas potencias occidentales como Italia, España, mientras que en Alemania se ha “celebrado” el reciente fin de semana pasado con el reinicio de la Bundesliga “teutona” –aunque a puertas cerradas y con un rígido protocolo de bioseguridad que forma parte en estos meses de los botiquines médicos indispensables para “legitiminar” la reapertura–.
En un principio, me parece importante que estas medidas de retorno a la “nueva normalidad” vayan acompañadas de sostenidas campañas educativas y cívicas en donde prevalezca el comportamiento responsable de cada ciudadano en el orbe. En este sentido, las diversas instituciones sociales, llámese escuelas, iglesias, empresas comerciales y medios de comunicación debemos jugar un papel “replicador” de las buenas acciones a fin de contener la “invasión” del virus en los entornos comunitarios.
Si bien es cierto que este virus ha “fomentado” indirectamente la “discriminación social” al activarse medidas obligatorias de distanciamiento social en las diversas sociedades del planeta –producto de los protocolos de recomendación de instancias como la Organización Mundial de la Salud (OMS)–. Evidentemente estas disposiciones tienen su génesis en el relativo “desconocimiento” de este patógeno por parte de la comunidad científica, y a falta de diagnósticos completos sobre éste –pues eventualmente se vienen desvelando diversas aristas en torno al fenómeno sanitario–.
Indiscutiblemente que las cuarentenas implantadas –con mayores o menores restricciones de acuerdo a cada país y cultura– han venido contribuyendo al desaceleramiento económico y a la pauperización de amplios sectores sociales, producto del desempleo y la pérdida de ingresos por la desmovilización ciudadana para aquellos sectores económicos informales.
Se antoja llamativo el hecho de que el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, haya reconocido públicamente estos días, en el contexto de la 73 Asamblea Mundial de la Salud que, a pesar del poderío económico, militar y tecnológico de las naciones, “hemos sido humillados por este pequeño microbio”.
Sin duda, la humildad debe caracterizar entonces todas nuestras acciones humanas, pues a mi parecer, la misma nos brinda las pautas precisas y confiable para convivir en humanidad, sabiendo que somos seres sociales interdependientes y que todas las actividades desarrolladas por nuestra humanidad está de una u otra forma interconectada con otras personas a quienes no necesariamente conocemos. Aquí doy un ejemplo concreto, la producción de mascarillas que son fabricadas en ciertos entornos textiles, pero que se convierten actualmente en utensilios básicos para cuidar la salud.
Por otra parte, me parece que en el trasfondo de estas expresiones del galeno etíope, hay intrínsecamente una necesidad de anteponerse a eventos de esta naturaleza, lo cual, bajo mi punto de vista, tiene que ver con la búsqueda de interdisciplinariedad en el establecimiento de una “especie” de “inventario biológico” centralizado, que permita conocer a priori todos aquellos reportes locales de las distintas variaciones de microorganismos como éste –es la falta de transparencia china que alegan las potencias occidentales–.
En definitiva, la “nueva normalidad” debe servirnos para reflexionar en el hecho de que la imprevisibilidad es una constante en los diversos asuntos del mundo; así, por ejemplo, tenemos el caso del coronavirus, pero también fenómenos como terremotos, sequías, e incluso directamente actividades por sectores radicales ultra ideologizados, como los perpetrados por terroristas en diversas partes de la tierra.
Posdata: El gobierno mexicano ha informado en esta semana precedente que “la nueva normalidad” será implementada a partir de tres etapas –a partir de este 18 de mayo, dando énfasis a la reapertura en aquellos municipios donde no haya o sean mínimos los riesgos para el contagio–. En Honduras, mientras tanto, se han iniciado pequeñas pruebas denominadas “piloto” en diversos sectores socioeconómicos y religiosos –buscando a partir del primero de junio una desescalada “ampliamente consensuada”, a través de la mesa interinstitucional para la reapertura inteligente con decisiones vinculantes–.
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