Las palabras de Greta Thunberg resonaron por todos los medios de comunicación y por todas las redes sociales como un clamor juvenil para que las naciones y sus líderes detengan el cambio climático que amenaza la existencia del planeta mismo.
Las marchas ciudadanas que inspiró esta joven sueca de apenas 16 años, auguran un movimiento internacional en favor del cuidado del medio ambiente. Los cientos de reproducciones de sus mensajes, algunos muy duros en contra de los adultos encargados del mundo, al igual que los ataques de aquellos que piensan que la contaminación y sus consecuencias son un asunto desproporcionado o que tiene etiqueta política, la han hecho una celebridad de la noche a la mañana.
Su causa no es menor. Éste es el único planeta que conocemos con oxígeno y agua para vivir como especie y el daño constante que le hemos provocado empieza a pasar una factura que será difícil de pagar en el corto plazo.
México, uno de los países que aún cuenta con recursos naturales y agua dulce, además de territorio, es una nación que debe tomar muy en serio la protección de los ecosistemas y actuar en consecuencia; ahí es donde los ciudadanos tenemos mucho por hacer.
Primero, el cuidado del agua (no su ahorro) para que el líquido básico para subsistir sea suficiente no sólo para las generaciones actuales, sino para las siguientes; cerrar la llave de la regadera en cada enjabonada, al momento de lavarnos las manos o los dientes, recuperar el agua mientras se calienta la ducha, son acciones sencillas que, si las hiciéramos de manera cotidiana, por ejemplo, Iztapalapa no tendría problema de abasto.
Otro factor en el que podemos incidir de inmediato es en el uso del automóvil, de acuerdo con especialistas, reducir el tiempo que manejamos en un diez por ciento haría una enorme diferencia en la emisión de gases invernadero a la atmósfera. Tan sólo en la Ciudad de México se calcula que el 60 por ciento de los autos sólo va ocupado por una persona; eso es un desperdicio de espacio, de combustible y de horas de vida en traslados.
En trayectos cortos, caminar, ir en bicicleta, motoneta de renta o en el mismo transporte público, son alternativas que se deben explorar si deseamos espacios urbanos en los que todos podamos convivir.
Ahora que han llegado las lluvias, el manejo de la basura “incidental” (esa que generamos a lo largo del día en forma de vasitos, pañuelos desechables, envolturas diversas) es crucial para que las avenidas y las calles no se inunden; aquí la autoridad tiene poco que ver, porque somos nosotros quienes producimos 500 toneladas diarias de este tipo de desechos y así no hay drenaje que aguante.
Masticar chicle es un hábito muy mexicano, como lo es tirarlo en el piso una vez que pierde el sabor. No tengo el cálculo actualizado sobre el costo que tiene para el gobierno quitar la goma de mascar seca de las banquetas, pero llega a ser hasta ocho veces mayor de lo que cuesta una pastilla o una tableta. Eso son recursos públicos que podrían destinarse para otras necesidades, en lugar de gastarlos en retirar un polímero que se vuelve un foco de infección una vez que abandona nuestras bocas.
Finalmente, las heces caninas; vivimos en una época de gran identificación con nuestros animales de compañía, la defensa de sus derechos y el rechazo a su maltrato, sin embargo, tiene que convertirse en un hábito recoger sus desechos, porque no sólo son un indicador de abandono y descuido que lee muy bien la delincuencia, también son una fuente de contaminación aérea que nos afecta a todos, no importa en qué lugar de la metrópoli nos encontremos.
La joven Greta nos ha dado esta semana y la anterior una lección de liderazgo cuando se trata de un problema de vida o muerte, ayudar a que este movimiento tenga éxito y nuestra existencia como la conocemos hasta hora permanezca e incluso mejore, demanda acciones sencillas, cotidianas, pero muy poderosas.