El triunfo de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales en Francia el pasado domingo 7 de mayo, lanza un poderoso mensaje al mundo. En la segunda vuelta electoral francesa, Macron se impuso por amplio margen a la líder de la ultraderecha Marine Le Pen. De esta forma, Francia se consolida como un faro de luz a nivel mundial en un contexto global de regresión autoritaria, fanatismo y violencia. Es un mensaje de que aún en estos tiempos la racionalidad puede abrirse camino frente a la demagogia.
En Francia, el voto por Macron fue por preservar la Unión Europea a pesar de todos los problemas, por buscar soluciones institucionales al tema de la migración, el manejo político de los conflictos y la lucha contra el cambio climático, entre otros aspectos. Pero sobre todo, fue un voto contra el racismo, la exclusión, el nacionalismo exacerbado y el neofascismo que representa la señora Le Pen. Fue un triunfo de Macron, y más un rechazo a Le Pen.
Ahora habrá que esperar para conocer si Macron estará a la altura. Es sin duda un hombre brillante que llega a la presidencia de Francia a los 39 años con éxitos académicos y profesionales. Ganó como producto de un movimiento político liderado por él, pero gobernará sin partido y con una escasa experiencia en la administración pública y en la política. Con ese bagaje tendrá que ejercer un fuerte liderazgo que le permita superar los obstáculos que enfrentará. Por lo pronto, Macron designó a un conservador moderado, Édouard Philippe, Alcalde de “Le Havre” y diputado del Partido de “Los Republicanos” como Primer Ministro, en un gabinete que se espera esté integrado por representantes de diversas fuerzas políticas.
Del otro lado del Atlántico, Donald Trump parece enfrentar cada vez más problemas y cada vez más graves. Después de los caóticos primeros cien días de su administración, con el despido de James Comey, el polémico y controvertido Director del FBI, revive con mayor fuerza la preocupación y la sospecha del involucramiento y la participación rusa en la elección presidencial de 2016 a favor del propio Trump.
El despido de Comey actualiza a nivel popular la aparente convicción de las agencias de inteligencia estadounidenses de la participación rusa en la elección presidencial. Pero, sobre todo, se percibe un intento de “obstrucción de la justicia”, lo cual ha provocado fuertes reacciones tanto de los demócratas como de los republicanos en el Congreso, en los medios de comunicación y en un amplio sector de la opinión pública estadounidense y a nivel internacional.
En la prensa de Estados Unidos una referencia recurrente estos días ha sido el caso del presidente Nixon. Richard Nixon tuvo que renunciar a la presidencia ante el riesgo de ser destituido a través de un juicio político por haber violado la ley y obstruido la labor del fiscal especial que lo investigaba, el Profesor de Harvard Archibald Cox, a quien destituyó cuando se acercaba a comprobar los ilícitos cometidos. Esa destitución precipitó la caída de Nixon.
Al contrario de Trump, Nixon era un político profesional muy experimentado y conocedor del sistema político de su país. Abogado de profesión, entró en la política después de servir en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. Nixon fue expresión de grupos conservadores de línea dura durante la Guerra Fría. Fue Vicepresidente de Estados Unidos durante los dos mandatos del General Eisenhower (1952-1960). Perdió la elección presidencial frente a John F. Kennedy en 1960. En 1968 ganó la presidencia y en 1972 fue reelecto. Sin embargo, a pesar de su habilidad política, fue sometido a una investigación por espiar el cuartel general de los demócratas en el conjunto inmobiliario “Watergate” en la Ciudad de Washington, por lo que se vio obligado a dimitir a su cargo ante la inminencia de su destitución. Como referí, el impulso final a su caída vino a raíz de la destitución del fiscal especial que lo investigaba. De esta forma, Richard Milhous Nixon es el único presidente de Estados Unidos que ha renunciado a su cargo, hasta ahora.
Eso le sucedió a Nixon a pesar de su experiencia política. Ahora, el destino del políticamente inexperto Trump parece complicarse con el riesgo de llevar a su país a una crisis institucional.