Por Blanca Treviño (hija).
Estimados lectores de la columna “Opciones”, en nombre de mi familia quiero agradecerles el haber seguido los artículos que cada semana enviaba mi mamá a diversos periódicos y revistas. Ella llevó a cabo esta labor por más de 30 años de forma altruista ya que sentía la necesidad de aportar su granito de arena para mejorar su mundo y consideró que mediante sus escritos y sus historias, en donde siempre estaba implícito un valor, podía influir en al menos una persona.
Con tristeza les informamos que el pasado sábado 23 de marzo, falleció en su natal ciudad de Piedras Negras, Coahuila, dejando huella con sus letras, pero sobre todo en la vida de las personas con las que convivió.
Dicen que el alumno debe superar al maestro, en este caso el maestro es insuperable, desde su partida se repiten los mismos comentarios de las personas que nos han dado sus condolencias y que nos comparten como marcó sus vidas, su generosidad, su espíritu de servicio, la alegría y el cariño que le demostraba a todas sus amistades, familiares, trabajadores, en fin, a cualquier persona que se cruzara en su camino.
A nivel personal no creo poder alcanzar a describir todo lo que mi mama nos dejó, presenciamos y disfrutamos de una mujer eternamente inquieta, curiosa y ávida de aprender cosas nuevas, estudió su carrera ya siendo mamá y se graduó a los 50 años, tenía mucha capacidad de admiración hasta por las cosas más sencillas lo que le hacía disfrutar mucho de la vida. Sin embargo, su prioridad fue siempre su queridísimo esposo y el tener una familia unida y amorosa, el hogar que formaron para nosotros sus seis hijos, fue muy cálido, muy lleno de música, bailes, juegos, cuentos, siempre tenía alguna historia que contarnos, dependiendo del libro que estuviera leyendo en ese momento.
En su persona siempre pulcra y arreglada, muy comprometida con su desarrollo personal, con mucha autoexigencia, empeño y perseverancia en todo lo que emprendía: matrimonio, maternidad, cocina, costura, ebanistería, decoración, construcción, administración, contabilidad, pintura, escritura, ¡todo a su 110%!
Es a veces hasta que cerramos el último capítulo de un libro, cuando alcanzamos a entenderlo y aquilatarlo en su totalidad, en vida nos dábamos cuenta que teníamos una mamá extraordinaria, pero fue al final cuando se nos hizo más evidente, aceptando la repentina noticia de su muerte inminente con alegría y gozo, en total congruencia con su gran fe, se despidió de todos sus seres queridos dándonos palabras de aliento, recordándonos nuestras cualidades, animándonos, viéndonos a los ojos con esa ternura, dulzura, y esa gran sonrisa que siempre la caracterizó.
Nuestra ex cuñada, Veronica Lankenau, que viajó de Monterrey para despedirse de ella, describe sus impresiones de forma magistral:
“Cuando llegué, aunque ya lucías un poco pálida, me sonreíste y tomaste mi cabeza entre tus manos para decirme lo mucho que te alegrabas de verme… ¡LA MEJOR SUEGRA de este mundo!, te dije. ¡¡¡La más bella despedida!!! ¡¡¡La coronación de todo lo construido durante toda una vida!!! ¡¡¡Un premio divino bien merecido!!! Un verdadero testimonio de aceptación al regreso a casa. Increíble haber presenciado tan heroico adiós. ¡Te quiero Wita! Y sé que todos los que alguna vez tuvieron la dicha de conocerte sentirán tu ausencia… nunca esperé presenciar tan hermosa despedida, ni una lágrima, ninguna mueca, ni un quejido… tú sonriendo, tú expresando sólo palabras bonitas, tú esperando el reencuentro con el Wito… y nosotros entre admiración y llanto aprendimos a ver la muerte como amiga… y de momentos un chiste, una broma que nos hacía soltar la carcajada… no se puede describir esa bella forma de partir, no se puede explicar tan acertadamente tu paz, tu fuerza, tu alegría, tu rebosante fe, ¡tu nulo miedo a lo desconocido! Y así, rodeada del inmenso cariño y del dolor indescifrable de hijos, nietos, hermanos, hermanas, bisnietos, yernos, nueras, y ex nueras, ¡así te nos fuiste a bailar con el Wito!… ¡demasiado qué aprender de ti, de tu vida y de tu partida!
Con este broche de oro cerró el último capítulo de su vida, dejándonos con la paz que nos transmitió con su último adiós, y como forma de despedida elijo unas líneas de su libro “Él y Yo”:
Un pedazo de cielo asoma por la ventana. Recorro la cortina. Un rayo de luz pinta el mundo con mil colores. A mi mente llega un tropel de recuerdos hoy lejanos en el horizonte, ahora te busco más haya del horizonte en las fases de la luna, en el fulgor de la noche.
Blanca Jáuregui Treviño (hija de Blanca Esthela Treviño).