Fiestas patrias y sismos: ¿Qué lección nos deja como mexicanos?

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En septiembre tenemos dos aniversarios que bien pueden ser un pretexto para reflexionar, en lo individual y colectivo, sobre cómo queremos seguir construyendo nuestras vidas como mexicanos. El 15 de septiembre conmemoramos el 209 aniversario de la independencia de México; y el 19 de septiembre recordamos los terribles sismos que azotaron, en 1985 y 2017, al centro, sur y occidente de México. La primera es una fecha de celebración, fiesta y alegría; la segunda es una fecha de luto y terror, pero también de esperanza y colaboración. Ambas fechas nos recuerdan que los mexicanos somos pachangueros, bailadores y vivarachos; pero también solidarios, unidos y agradecidos. Lamentablemente, estas cualidades suelen durar poco.

Después de la celebración del grito de independencia y la fiesta que lo rodea, donde los mexicanos nos reunimos en plazas públicas o en “noches mexicanas” para brindar, bailar y celebrar, cada cual regresa a su vida cotidiana con la preocupación del trabajo (o la falta de); los problemas con los hijos, los padres o la pareja; la angustia frente a situaciones que nos ponen en jaque por la falta de recursos económicos; el miedo ante la violencia que vive el país; o bien el desaliento de saber que nuestra vida no va como siempre habíamos querido. ¿Cómo podemos mantener una actitud positiva, festiva y alegre frente a esas realidades que nos laceran? Después de la fiesta, regresamos a una cruda realidad en la que olvidamos cualquier motivo de celebración. El tedio, el miedo, la angustia, la frustración y la desesperanza se apoderan de nosotros hasta secar la última gota de felicidad que la noche anterior habíamos vivido.

desfile independencia de Mexico
México de Ayer, David Guerrero (fuente: maspormas).

Lo mismo ocurrió en 1985 y 2017 cuando, algunos días después de los sismos que destruyeron -en distintas dimensiones- varias regiones del país, pasaron las muestras de solidaridad y colaboración que llevaron a varios miles de ciudadanos a salir a las calles para ayudar al desconocido. Después de varias jornadas de solidaridad y colaboración, los mexicanos que se sumaron a la empresa de reconstrucción post-sismo olvidaron esa fuerza que los había unido a ese “otro” desconocido. Pronto resurgieron los resentimientos, prejuicios y descalificaciones hacia el diferente, hacia el que no piensa como yo, hacia el que no es como yo. ¿Por qué no podemos mantener esa actitud solidaria y de empatía frente a ese otro que, pese a sus diferencias ideológicas, económicas, culturales, sociales o políticas es también un individuo que siente, piensa, vive y anhela?

Sismo del 19 de septiembre
Sismo del 19 de septiembre de 2017 (fuente: El Dictamen).

Quisiera tener respuestas sencillas que, como recetas fáciles de difundir y aplicar, nos sirvieran para resolver estas interrogantes. Pero no las tengo. No obstante, a veces es mejor hacernos preguntas complejas -que tener respuestas simplonas- para reflexionar sobre cómo estamos llevando nuestras vidas y así poder hacer modificaciones, graduales, sobre el camino; o, al menos, tomar consciencia de lo que estamos haciendo; de la ruta que estamos tomando en nuestro actuar cotidiano. ¿Será que queremos seguir cargando como lastres el enojo, el miedo, la angustia y la desesperanza; o mejor queremos afrontar nuestros problemas con la misma energía con que festejamos celebraciones como el grito de independencia? ¿Será que vamos a continuar cerrándole la puerta al otro, al desconocido, a ese que descalifico como diferente, justamente porque no es como yo o porque no cumple los requisitos que yo le pongo a mis amigos y aliados? ¿O vamos a permitirnos conocer a ese otro e, incluso, aprender de él?

Morelos e Hidalgo, festejos
México de Ayer, David Guerrero (fuente: maspormas).

Con estas preguntas doy inicio a una columna que mes con mes, bajo el título de Coordenadas de realidad, estaré compartiendo con ustedes amigos de El Semanario. Con esta colaboración espero que podamos reflexionar juntos sobre distintas coordenadas -políticas, sociales, económicas y culturales- de la realidad que vivimos. Los invito a que este “mes patrio” reflexionemos sobre nuestro actuar cotidiano como mexicanos; que pensemos en aquellos rasgos que relucimos durante festividades como la del 15 de septiembre o en hechos como los sismos del 19. Seamos conscientes y hagamos algo para no dejarnos llevar por inercias nocivas de pesimismo, derrotismo, individualismo y egoísmo. Sigamos viviendo con la consciencia de que ser mexicano es mucho más que padecer, sufrir, quejarse, criticar y descalificar.

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marisol

Bienvenida su columna. Al final yo habría deseado que escribiera, “Sigamos viviendo con la consciencia de que más que como mexicano, ser humano (con cursivas) es mucho más que padecer, sufrir, quejarse, criticar y descalificar.
Me refiero, Doctora, a que más allá de nacionalismos, fiestas y desastres, cada uno de nosotros es un ser humano y como tal llevamos implícita la misión de desarrollar todo lo que un ser humano puede ser y hacer en lo positivo, dejándonos de “perspectivas de género” y de todo lo que nos conduzca a dividir.
Soy mujer, un ser humano ya con algunos años, digo “perspectivas de género” con toda intención, diferir en trivialidades que acompañan este modo de pensar nos pone en peligro de no avanzar en solidaridad y humanidad, y de no unirnos para superar lo más fundamental.

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