¡Figura del toreo: Enrique Ponce!

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Entendiendo que exista animadversión cuando en los carteles se anuncia la lidia de los astados de Teófilo Gómez ‒pues muchos desconfían de la acometividad de sus toros, que sabido es‒, se crían más para la plasticidad que para la batalla y, además, se completó el encierro con toros de Barralva de origen San Mateo.

Es cierto también que el concepto de la tauromaquia de Enrique Ponce es poco apreciado por algunos y, sin embargo, lo que se vio el domingo 3 de diciembre de 2017 y a sólo diez días de celebrar los veinticinco años de su confirmación de alternativa en La México, a gran parte del público capitalino rotundamente se le puede calificar de Poncista.

Muchos pidieron del astado de regalo de Teófilo Gómez el rabo para el valenciano, a pesar del defecto de la colocación de la espada que en justicia fue lo que le privó del máximo trofeo. Después de haber realizado una faena preciosa en su ejecución, ritmo y estilo, al final, se fue en hombros con dos orejas y con los aires del pasodoble dedicado a Valencia.

Esos mismos poncistas habían exigido el astado de regalo, en actuación en la que era sabido el que sus honorarios habían sido destinados a los damnificados del terremoto vía la fundación de Carlos Slim.

La torería de Ponce es inmensa, es una figura fraguada en más de 27 años de vida activa de matador. Indudablemente en la historia del toreo es quien a un mayor número de astados extrae lo bueno que en el fondo de su instinto tienen y que muchas veces para los que estamos de testigos, es poco o nada visible.

Así sucedió con los tres ejemplares que le correspondieron en suerte el domingo referido, el primero de Barralva parecía de campeonato, pero por desgracia saltó al callejón y se lesionó al caer al burladero ‒el cual ocupan los picadores cercanos a la puerta por la que salen al ruedo para cumplir con el primer tercio‒, la caída menguó su fuerza para acometer a la muleta.

El celo que tiene Enrique por seguir ocupando un lugar de privilegio 27 años después de su alternativa, llama la atención, lo vemos destilando plasticidad, estética con la presencia de la motivación de aquel que va labrando su vida momento a momento y no quiere apearse de figura del toreo.

Enrique es uno de los toreros con mayor cerebro privilegiado para lidiar astados en la historia y de esos muy, pero muy pocos.

Si a eso le aunamos que está motivado a seguir en las alturas, me parece que habría que verlo tardes futuras pues cada una, es lección de lo que constituye entender las embestidas de un toro y canalizarlas a favor. En longevidad en la cumbre ninguna figura del toreo se le puede comparar y lo demostró en La México.

El Payo ha tenido con su segundo astado de Teófilo Gómez momentos imborrables con el capote y con la muleta en especial dos medias para cartel y luego unos naturales de campeonato, que le valieron para una oreja un poco protestada por el defecto de la colocación pero cada vez más se percibe que algún día, no lejano, vendrá un faenón inolvidable.

Joselito Adame hizo un esfuerzo importante por retomar el sendero del reconocimiento del público sin lograrlo del todo. Es difícil entender en dónde nace la dureza hacia quien se entrega a carta cabal en cada actuación.

Abrió Jorge Hernández Garate a caballo y se le vio maduro, pero la falla en la suerte suprema con el buen toro de El Vergel le privó de un trofeo.

En fin, viene la cuarta corrida que ojalá nos depare nuevas emociones como la tercera en la que Enrique Ponce brilló en su magisterio.

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