Todo indica que esta semana, so pretexto de resolver el déficit de ingresos que enfrentará el gobierno federal para 2021, recibirá un golpe mortal la investigación científica en México que, al parecer, no es prioridad de esta administración.
Me refiero a la discusión del predictamen que contempla la desaparición de otros 44 fideicomisos en México y que será discutido desde hoy en comisiones de la Cámara de Diputados.
Por tanto, adelantó ayer en su mañanera el presidente López Obrador, que es una decisión tomada y sólo falta que sea ejecutada por la mayoría legislativa de su partido Morena en el Congreso federal.
El problema, de fondo, es que metieron en el mismo saco a todos los fideicomisos, sin una evaluación ni un análisis previo.
Como en el circo, hicieron la pantomima de consultar la iniciativa en lo que llaman Parlamento abierto, pero todo fue una farsa para liquidar a los 44 fideicomisos.
No obstante, es esencial evaluar y conocer con precisión cuál es el quehacer y la importancia de cada fideicomiso para determinar su futuro.
Sin tomar en cuenta sus aportaciones al país en cada rama del conocimiento es un grave error deshacerse, de un plumazo, de valiosos grupos de investigación probados y certificados en diferentes áreas de la ciencia y la tecnología.
Además, desaparecerlos sin saber siquiera qué proyectos de investigación están en curso, comprometidos, avanzados y por concluir con financiamiento de instituciones privadas y públicas, nacionales e internacionales, e incluso de gobiernos de otros países, es un duro golpe para el conocimiento científico.
Cierto es que en algunos casos se abusó de la figura del fideicomiso, que permite recibir recursos de varias instancias públicas o privadas, y se utilizó para transar y robar.
Por eso, aclaro a la audiencia, no estamos en contra de que los fideicomisos sean auditados, evaluados y borrados cuando han sido desleales con la nación y solo representen una carga para el erario.
Sin embargo, hay muchos que son incluidos en el mismo saco y que aportan valiosas investigaciones, con innovadoras proyectos para el desarrollo tecnológico del país que deben ser conservados e, incluso, más apoyados con recursos públicos.
Parece que de nada vale, por ejemplo, que los 26 fideicomisos de los centros de investigación de ciencia y tecnología sean fiscalizados meticulosamente por la Auditoría Superior de la Federación y, desde luego, supervisados por la Secretaría de la Función Pública.
No se puede medir con la misma vara rasa a todos. Hay algunos como el CIDE, el Colegio de la Frontera Norte, o el Fidecine, que financia y busca recursos para financiar el llamado cine de arte mexicano que sin ninguna consideración serán desaparecidos.
Ahora bien, si los recursos retirados a los “inservibles” fideicomisos fueran reinvertidos en ciencia, tecnología e innovación sería otra alternativa viable para el país, pero enviar el dinero a la Hacienda pública es un atentado al conocimiento.
Para nadie es un secreto que un gobierno que desdeña el desarrollo científico, tecnológico y la innovación está cancelando el bienestar de las nuevas generaciones y condenando al país al fracaso.
Hoy, la única forma de vencer la pesadilla de la pandemia, por ejemplo, es mediante la ciencia, la innovación y el conocimiento. Es muy fácil destruir, pero volver a construir será un gran reto para las generaciones del porvenir.
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