Para mí el concepto “hazlo sencillo” se ha convertido en una forma de vida tanto en lo personal como en lo profesional y estoy convencido que si más personas y organizaciones lo practicarán estarían mejor en muchos sentidos.
Aquí les comparto los principios de esta metodología que he convertido en una filosofía.
Empiezo señalando lo que la Real Academia de la Lengua Española dice sobre el significado de “sencillo”:
(1) es aquello que no tiene artificio ni composición. (2) es lo que tiene menos cuerpo que otros de su especie. (3) aquello que carece de ostentación y adornos.
Todas estas palabras son sinónimos de “sencillo”: fácil, asequible, elemental, simple, fino, delgado, individual, natural, sobrio, discreto, mondo, lirondo, solo, mero, neto, franco, campechano, sincero, directo, claro, evidente, inocente, ingenuo, humilde, afable, espontáneo.
Seguramente, como a mí, les saltó la palabra mondo y lirondo, así que me di a la tarea de investigarlas y sus definiciones son maravillosas: “adj. Limpio de cosas superfluas. Que carece de algo”.
Mondo y lirondo (loc. col.) Limpio, sin añadidura, ser la monda (loc. col.), ser muy divertido e ingenioso. Mondo/a (del latín mundus) es un adjetivo que define algo limpio y libre de cosas superfluas, mezcladas, añadidas o adherentes.
Finalmente, señalo el origen etimológico de la palabra sencillo: procede del latín singellus, por singulus, que significa “solo”, “único”.
En esta lógica, lo primero que frecuentemente me preguntan en mis talleres y conferencias sobre el tema es ¿por dónde empiezo? Y la verdad es que la respuesta no siempre es la misma, pero el fin de esta, sí. ¿Por dónde quieres empezar tú? Les contesto.
Siempre hay que empezar por contestar estas preguntas: ¿Qué es lo que más trabajo te cuesta?, ¿qué es lo que haces muy bien?, ¿qué te gusta?, ¿qué te molesta?, ¿qué no te gusta hacer?, ¿qué sientes o ves obvio que tienes que cambiar en tu vida personal y/o profesional?
Y cuando es para una empresa, hacemos lo mismo, primero identificamos lo que hacen muy bien y luego lo que hacen mal; para después entrar a ver qué cosas se pueden modificar o simplificar rápidamente y, por lo general, se sorprenden muchísimo de ver cosas súper obvias frente a sus ojos que pueden cambiarse y con ello ahorrar tiempo, espacio, recursos y en algunos casos hasta personal.
Déjenme presentarles un ejemplo reciente, y es que tuve la oportunidad de trabajar con una empresa que vende energía en Centroamérica y al hacer el ejercicio de qué nos sobra, encontramos que tenían en sus bodegas maquinaria, herramientas y refacciones de equipos obsoletos que tenían años sin usar, pero que por una u otra razón no se habían desecho de él, ahora que lo hicieron, liberaron 7% de espacio de las bodegas y obtuvieron un ingreso adicional no recurrente en sus ingresos, que les significó una cantidad interesante. ¿Se imaginan hacer esto de forma permanente en nuestras casas, oficinas, fábricas, etcétera?
Aunque cualquier mes y día del año es muy bueno para hacer este ejercicio de revisión de lo que nos sobra, el inicio del año es muy propicio y lo recomiendo ampliamente. Yo acabo de hacer revisión profunda de mi closet y liberé un montón de espacio que no tendré que volver a llenar y les aseguro que haré muy feliz a otras personas con todo lo que donaré.
Tenemos que sacarnos de la cabeza, del corazón y hasta del estómago, sentimentalismos absurdos en guardar la primera camisa con la que dimos un beso, o la camiseta con la que corrimos el primer maratón de nuestra vida o cosas parecidas; la botella de una loción o el equivalente a quién nos la regaló; zapatos que usamos muy poco, aunque “estén muy buenos”, y así empezamos.
Ya en otro artículo aquí en El Semanario, les hablaba de lo importante que es liberar y soltar para seguir o empezar con más ánimo, con menos ruido y distracciones, y más claridad de lo que queremos alcanzar.
Lo siguiente es identificar qué hacemos muy bien y también qué nos cuesta mucho trabajo. Lo primero para reforzarlo y lo segundo para ver si podemos dejar de hacerlo o alguien puede hacerlo por nosotros, para así dedicarnos a lo que hacemos muy bien o nos gusta y sacar provecho de ello. Y esto aplica igualmente a nivel personal y profesional, o para cualquier organización.
Entiendo que alguien me pueda decir “esto no es tan fácil de hacer”, y los entiendo, pero en la medida que vas viendo los cambios, la mejora, la velocidad con la que se van dando las cosas… te vas enganchando y te das cuenta de que sí es posible y que es mucho más fácil de lo que pensabas. Lo que tenemos que hacer es tomar la decisión y hacerlo, es como hacer ejercicio, como comer sanamente, hay que establecer la rutina de hacerlo.
En muchos casos, a nivel de las organizaciones, lo que falta son personas dedicadas de tiempo completo, al menos por un determinado espacio, a realizar estas actividades. Se necesitan líderes o “campeones” del proceso, para generar una cultura organizacional siempre enfocada en cómo hacer las cosas más sencillas, más rápidas, más productivas, sin que esto implique que cueste más o que se haga con menor calidad.
Por mi experiencia profesional, considero que, en un lapso de 90 días, una organización genera las bases para tener ya una cultura que los lleve a que estas actividades se conviertan en parte del trabajo diario y no algo adicional, como sí puede serlo al inicio.
Se requiere tanto en lo personal como en lo institucional tener mucha disciplina, y dar mucho seguimiento con tableros visibles a todo mundo. No es necesario comprar un gran sistema de seguimiento o contratar expertos en este tipo de servicios para logar muy importantes resultados. Lo importante es tener claro qué queremos lograr.
Espero que estas primeras líneas los animen a empezar su proceso de “hazlosencillo”.