Como en la bella película de Roberto Benigni, “La vida es bella”, en donde un padre judío busca proteger a su hijo de la violencia y del racismo del fascismo alemán en un campo de concentración, lo cual no logra (por cierto), pareciera que también en el caso de la relación entre Estados Unidos y Huawei “la vida es bella”: apenas el 18 de noviembre de 2019 el Departamento de Comercio anunció, en un escueto escrito, que la institución “extiende a Huawei una Licencia General Temporal”. El escrito señala en un par de líneas que el Departamento de Comercio de Estados Unidos –y puntualmente su Buró de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés)– prolongó por 90 días una Licencia General Temporal para que la empresa china Huawei, así como sus filiales, continuaran con sus actividades en Estados Unidos, incluyendo las compras de Huawei por parte de empresas estadounidenses y sus actividades en el propio Estados Unidos. El mismo escrito del Departamento de Comercio subraya que Huawei continuará siendo monitoreada estrictamente como parte de las empresas monitoreadas (Entity List), bajo los controles de las exportaciones y la seguridad nacionales de Estados Unidos y concretamente la Ley Internacional de Poderes Económicos de Emergencia (IEEPA, por sus siglas en inglés) de 1977.
El tema es significativo desde varias perspectivas
Por un lado, Estados Unidos sigue exigiendo a Canadá la extradición de Meng Wanzhou desde 2018, hija del fundador de Huawei y responsable principal de las actividades financieras de Huawei, por haber violado justamente un grupo de leyes vinculadas con la seguridad nacional y las exportaciones de Huawei a Irán hace décadas. Permitir las actividades de Huawei con sus proveedores y clientes en Estados Unidos, aunque fuera temporalmente, pareciera contravenir a las exigencias legales estadounidenses.
En segundo lugar, en un publicado por Ana Swanson en el New York Times el 15 de noviembre de 2019, señala que la principal problemática doméstica en Estados Unidos es que un grupo de servicios inalámbricos en zonas rurales –con tecnología 3G y 4G, y no la última tecnología ofrecida por Huawei, la 5G– pudieran verse afectadas en Estados Unidos en caso de imponer prohibiciones a Huawei; pareciera que no existieran en la actualidad otras opciones tecnológicas en Estados Unidos que Huawei en las zonas rurales. En pleno proceso electoral en Estados Unidos, la Administración Trump seguramente no querrá perder votos en estas regiones estadounidenses, además de querer enviar señales positivas en las negociaciones actuales entre Estados Unidos y China que se han visto estancadas en las últimas semanas.
Más allá de los posibles resultados en las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China –que por cuestiones electorales a la Administración Trump le convinieran que fueran positivas, es decir, que lograran al menos no incrementar los aranceles mutuos– y de los potenciales efectos en zonas rurales en Estados Unidos –de nuevo con potenciales efectos en regiones que pudieran ser consideradas como republicanas para las elecciones de noviembre de 2020 en Estados Unidos–, las tensiones entre China y Estados Unidos continuarán en el largo plazo y más allá de las elecciones en Estados Unidos: como se planteó en esta columna (El Semanario, junio 12, 2019), las instituciones públicas en China han “aprendido” de las amenazas estadounidenses y en el corto y mediano plazo buscarán independizarse (decoupling) tecnológicamente de los proveedores estadounidenses y de otros países, incluyendo Europa y Taiwán: programas para sustituir importaciones en cadenas globales de valor como los semiconductores –por ejemplo, a través de Made in China 2025 y otros esfuerzos recientes ante las amenazas estadounidenses– parecieran justificarse plenamente para China y puntualmente para Huawei.
Las tensiones y debates anteriores generan un grupo de lecciones
Por un lado, Huawei se verá sumamente presionada en el corto plazo: la extensión de sus actividades en Estados Unidos –y particularmente de sus proveedores– es un aspecto fundamental que permitirá fortalecer sus esfuerzos en sustituir importaciones hasta 2020 –2021 en hardware y software–. No queda claro, sin embargo, si la extensión del Departamento de Comercio de Estados Unidos incluye explícitamente el uso de Google en los teléfonos de Huawei (y para incluir aplicaciones como Gmail y Google Maps, entre muchas otras).
Para países como México es importante no sólo comprender los debates y discusiones entre las principales economías del mundo, las cuales seguramente continuarán en el mediano y largo plazo, sino que también participar activamente en las mismas: instituciones públicas en México, por ejemplo, pudieran permitir que los teléfonos (inalámbricos) de Huawei utilizaran en México las aplicaciones de Google, más allá de las limitaciones en Estados Unidos.
Lo anterior, sin embargo, significaría una detallada comprensión de las tensiones entre Estados Unidos y China, así como del potencial entre ambos países para México. No se trata entonces de una abstracta comprensión –y hasta de un automatismo del cual México aparentemente se beneficiaría– de las relaciones Estados Unidos-China, sino que en forma muy puntual: México debiera responder a las presiones tanto de Estados Unidos (migración, drogas, inseguridad, etc.) y de China (firma del Memorándum de Entendimiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, participación en el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, etcétera).
Por el momento, las autoridades de la nueva administración en México no han respondido a esta “nueva relación triangular”, Estados Unidos, China y México, en términos puntuales: comercio, inversión, financiamiento, y proyectos de infraestructura.