La atención es una facultad básica y crucial para el funcionamiento de la mente y de la persona. A finales del siglo XIX en su clásico Principios de Psicología decía William James que todos sabemos lo que es la atención; es el tomar posesión de manera selectiva de ciertos contenidos de la conciencia para procesar la información con mayor eficacia y consecuencia, relegando a los demás eventos. Esta operación es característica de la mente, pues, mediante una selección automática, la conciencia solventa sólo una parte del enorme cúmulo de información que procesa el cerebro. Este filtro o cuello de botella muchas veces opera como consecuencia del interés y la curiosidad: la persona atiende a lo que le importa y lo hace impulsada por la novedad y la búsqueda de información. Esto sucede en buena medida de manera automática, porque ciertos estímulos del medio ambiente o del propio cuerpo adquieren relevancia y entonces son seleccionados para ser atendidos y procesados en mayor detalle. Pero en algunas instancias especiales el sujeto de manera voluntaria atiende algunos contenidos de su mente, a ciertos procesos o estímulos. Esta atención deliberada, es decir, generada por el sujeto en tanto agente, concierne centralmente a la autoconciencia y al yo que estamos explorando. Pero para comprender mejor esta faena, antes debemos bosquejar un mapa mínimo de la atención.
Empecemos por mencionar que, en relación a la conducta visible, hay dos formas de atención, una manifiesta y otra encubierta. La atención es patente en las reacciones de orientación que presentan los animales no humanos y los humanos en respuesta a un estímulo intenso e inesperado, por ejemplo a un ruido fuerte y cercano. El sujeto muestra un reflejo de sobresalto que orienta su cuerpo y sus sentidos hacia la fuente del estímulo. En otras ocasiones imprevistas o extrañas, se manifiesta la emoción primaria de sorpresa en su rostro por los ojos bien abiertos, la elevación de las cejas, la apertura de la boca y otras conductas que maximizan la entrada de información y exhiben el estado de atención. Muchas de las reacciones cotidanas son de este tipo.
En cambio, la atención encubierta no se muestra en la conducta. Un ejemplo patente es el llamado “efecto fiesta de coctel” que ocurre cuando una persona se encuentra platicando con otra en una fiesta y atiende focalmente a la voz de su interlocutor sobre el ruido imperante, a pesar de ser más intenso que esa voz. Pero el efecto mencionado sucede cuando esta persona oye sin querer a alguien detrás suyo nombrar a alguien significativo para ella y, sin desviar la cabeza o los ojos, coloca su atención en ese discurso y lo escucha sobre el bullicio y sobre su interlocutor. Esta atención encubierta tiene dos mecanismos de operación conocidos en la investigación cognitiva como linterna y zoom, dos metáforas para significar que el sujeto puede colocar su atención como si fuera una linterna para iluminar un sector de su experiencia sin necesidad de movimientos externos. El zoom se refiere a que puede ampliar o reducir el campo de la atención sobre un sector determinado o ampliarlo a varios.
Propongo un ejercicio demostrativo. La lectora de este texto debe fijar sus ojos sobre este asterisco * y, sin desviar su mirada, atender a objetos que se encuentran fuera de esta página en su campo visual pero que no ha percibido previamente para focalizarse en la lectura. Además, una vez localizados esos objetos fuera del foco de su mirada, puede focalizar sobre uno en particular. Inténtelo ahora por unos segundos. Recordemos otro breve ejercicio que ya ensayamos previamente. El lector puede, sin necesidad de mover sus ojos o su cuerpo percibir las sensaciones provenientes de su pie derecho. Inténtelo ahora con los ojos cerrados. Esa información sensorial ya estaba en el cerebro pero no había sido atendida conscientemente. Uno de los requisitos que debe cumplir cualquier hipótesis de la conciencia es explicar cómo sucede esto. Por ejemplo, se puede proponer que, para llegar a ser consciente, la información sensorial pasa de ser procesada en un módulo cerebral, como puede ser en este caso el homúnculo sensorial situado en la corteza parietal, a ser gestionada entre diversos módulos.
Se denomina atención exógena a la que está dirigida por el estímulo o está acoplada a este en un mecanismo que se concibe “de abajo arriba”, es decir, que asciende de la perifieria sensorial del cuerpo hacia el centro operativo constituido por el cerebro. Es una atención centrípeta, rápida, automática, pasiva y guiada por el estímulo. En cambio, se llama atención endógena a la que está dirigida por el agente o por la cognición en un mecanismo descendente “de arriba hacia abajo” desde el cerebro hacia el resto del cuerpo. Es una atención centrífuga, lenta, consciente, controlada, activa y asociada a un procesamiento de información deliberado y estratégico. En el lenguaje habitual se distinguen los dos tipos: en el caso de la atención exógena, se usan los verbos atraer, captar o llamar la atención; en el caso de la atención endógena se aplican los verbos conceder, dedicar, dirigir, poner o prestar atención. Más aún: se usa el verbo oir para percibir un sonido y el verbo escuchar para el acto de aplicar voluntariamente el oído, o bien, ver para percibir luces o formas y mirar para la colocación de la mirada.
Subrayo que la atención endógena no está guiada por un estímulo situado en el medio ambiente o en el cuerpo, sino por la voluntad del sujeto que la coloca y enfoca donde se le antoja. Es decir: para poder ejercerse apropiadamente, esta atención implica que el sujeto supere el estado de vigilia habitual y reacción automática para acceder a un estado de autoconciencia por cuya facultad el sujeto puede realizar funciones controladas y ejecutivas. Una de ellas implica la habilidad para enfocar y discriminar algo, como sucedió hace un momento cuando la atención se enfocó sobre objetos fuera del centro de la mirada o hacia la sensación propioceptiva del pie. Esta capacidad se denomina concentración, la fijación de la atención en un ítem con exclusión de los demás y puede llegar a ser sostenida cuando la concentración se mantiene por periodos largos de tiempo, ya pasado el efecto inicial y a pesar de una motivación que escasea. Veremos pronto que las técnicas budistas de meditación usan y cultivan esta capacidad que con el tiempo y el entrenamiento desemboca en una absorción mental, la estabilización embebida de una atención penetrante en el objeto hasta llegar al samadhi, el rapto o embeleso de la absorción. En su Compendio de Psicología William James dice:
Y es en esta capacidad de sujetar la atención errante, una y muchas veces, donde se halla la raíz del juicio, del carácter, de la voluntad, nada es compos sui, si no la posee. La educación que perfeccione esta facultad será la educación por excelencia.
La destacada investigadora mexicana de la atención, Marisa Carrasco, ha demostrado con ingeniosas técnicas psicofísicas que cuando la atención se mueve voluntariamente en una escena manteniendo fijos los ojos, la fenomenología de la percepción cambia y se perciben en el objeto atendido de manera encubierta diferencias aparentes en contraste, saturación de color, tamaño, velocidad y otros efectos que no son ilusiones de óptica, sino diferencias verídicas que implican perceptos novedosos determinados por el estado de concentración. Dado que la atención mejora la discriminación de las características del objeto, se puede suponer que esta propiedad favorezca la percepción del mundo, del propio cuerpo y de los propios contenidos mentales, una capacidad evidentemente favorable para el concimiento y la adaptación.