Siguiendo la acción de la FED –el Sistema de Reserva Federal– en Estados Unidos, el Banco de México decidió continuar con una política monetaria altamente expansiva, buscando inyectar esteroides a la alicaída economía mexicana. Efectivamente, en su reunión del pasado 21 de abril, el Instituto Central de nuestro país tomó acciones importantes para alentar, en la medida de lo posible, la demanda agregada así como operaciones de liquidez adicionales.
En su último comunicado destacan varios temas interesantes. Fue, al igual que la realizada el 20 de marzo, una reunión de la Junta de Gobierno fuera de calendario, lo que habla de la necesidad de actuar con prontitud ante la delicada situación por la que atraviesa la economía nacional y en tándem con lo realizado por la Reserva Federal anteriormente.
Por otro lado, aunque la disminución de 50 puntos base (pb) en la tasa de referencia, para dejarla en 6.0% era ampliamente esperada por los participantes en el mercado, llamó igualmente la atención que se realizara de manera unánime, cuando en las reuniones anteriores se habían presentado discrepancias dentro los miembros de la Junta de Gobierno en relación a la velocidad que debería de tener la relajación monetaria.
Finalmente, es de destacarse el paquete de diez medidas encaminadas a promover el correcto funcionamiento de los mercados, proveer liquidez al sistema financiero y fortalecer los canales para otorgar crédito. Dentro de este paquete destaca la provisión de recursos a instituciones bancarias para canalizar crédito a la micro, pequeña y medianas empresas, y a personas físicas afectadas por la pandemia por un monto de 250 mil millones de pesos equivalentes a 1.0% del PIB. En el agregado, estas medidas junto con otras tomadas anteriormente, representan un monto equivalente a 3.5% del PIB.
Evidentemente, el objetivo fundamental de todas estas acciones es hacer frente a una de las caídas más profundas de la actividad económica. El propio Banco Central señala en su comunicado: se estima que las afectaciones sobre la actividad económica nacional derivadas de la pandemia, conducirán a una contracción importante de la actividad económica del país en el primer semestre del año. Si bien aún se desconoce la magnitud y la duración de los efectos de la pandemia y la información aún es limitada, estimaciones iniciales sugieren que el PIB en el primer semestre de 2020 podría llegar a presentar una reducción mayor a 5% respecto al mismo periodo del año previo.
Desafortunadamente, las estimaciones parecen que se quedarán cortas. De hecho, la propia encuesta de expectativas económicas del sector privado realizada por Banxico, correspondiente al mes de abril, muestra un fuerte deterioro en el estimado del PIB para este 2020, al pasar de -3.5% en la encuesta previa a -7.1%.
Llama la atención la amplia dispersión entre las proyecciones de los analistas que participan en la encuesta, ya que dichas expectativas se mueven en un rango de entre -3.6% y -12%. Seguramente, en la medida en que se vaya divulgando información oportuna, las proyecciones irán convergiendo en un rango mucho más estrecho y cercano a -10%.
De esta forma, existe un amplio consenso entre economistas del sector privado y las instancias financieras gubernamentales, en el sentido de que la pandemia COVID-19 originará un choque sin precedentes que impactará de manera negativa tanto la demanda como la oferta agregadas, lo que contribuirá a que la brecha del producto se haga aún más negativa.
Esto último permite anticipar que el Banco Central seguirá por la ruta de instrumentar una política monetaria altamente expansiva, por lo que la atención de los analistas hoy se centra en anticipar el momento y la cuantía de los siguientes recortes en las tasas de interés.
Es un hecho que Banxico tiene margen para recortar las tasas de interés, sobre todo porque la FED ha llevado prácticamente a cero la tasa de la Federal funds –tasa de interés de fondos federales–. No obstante, hay que tener presente que en las circunstancias actuales, la demanda es inelástica a las tasas de interés: éstas podrían bajar de igual forma a cero por ciento y la actividad económica simplemente no repuntaría, de manera tal que la baja en tasas está limitada a un nivel, cercano a 4%, después del cual por una evaluación de riesgo se podría presentar una salida de capitales y esto presionar el tipo de cambio y, por lo tanto, los niveles inflacionarios.
Dado este fenómeno de inelasticidad de la economía, es muy importante que entre en acción la política fiscal. Se necesita tomar acciones en conjunto de la política monetaria y fiscal, la participación de los empresarios y generar confianza para las inversiones nacionales y extranjeros, de otra manera el país no crecerá.
Manuel Guzmán M. es Vicepresidente de Negocios Estratégicos de Samurái Capital: manuel@samurai.science. La opinión aquí expresada es responsabilidad del autor.
También puede interesarte: Una crisis eterna y el fantasma de la Gran Depresión.