La Banca Mexicana: ¿Cambios estructurales en sus riesgos?

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Las alarmas del riesgo sistémico de la banca internacional han vuelto a sonar fuerte. La semana pasada se anunció que el banco JPMorgan había perdido, por operaciones con “instrumentos sintéticos”, del orden de $ 2,000 millones de dólares. En la misma semana, se anunció que Bankia, banco español resultado de la fusión previa de siete “cajas”, sería nacionalizado por su incapacidad para ser privadamente capitalizado. 

En este tenor, esta semana, Moodys bajó la calificación de 16 instituciones crediticias españolas, después de haber degradado a 26 bancos italianos, generando una conmoción bursátil y de aumento del riesgo de la deuda soberana. Por lo que el panorama internacional, sombrío de por sí, parece oscurecerse y anunciar nuevos vendavales sin rumbo, que de acuerdo al Dr. Agustín Carstens, Gobernador Banco de México (Banxico), “sólo un evento catastrófico en Europa” podría afectar al país.  

La situación internacional se inscribe en los reiterados anuncios oficiales de la solidez de la banca “mexicana” y la baja posibilidad de que las filiales mexicanas pudiesen ser contagiadas por los bancos españoles. Estas aseveraciones se acompañan de la polémica desatada desde hace un buen tiempo por el Dr. Guillermo Ortiz, anterior Gobernador del Banxico, cuando aseguró que fue un error dejar que la banca mexicana fuera controlada por extranjeros y que los bancos deberían ser limitados en la remisión de utilidades. 

Tales observaciones, por otra parte, se complementan con la aserción de Guillermo Babatz, Presidente de Comisión Nacional Bancaria y de Valores, de que es “deseable, más bancos de capital nacional” (Cartera, El Universal, 15 de mayo, 2012). Pero es imposible regresar el tiempo y reconsiderar decisiones financieras oficiales en una situación original que ya no existe, por lo que las autoridades mexicanas deberían, mayormente ahora; considerar el contexto internacional y las circunstancias que lo conformaron para atender preventivamente problemas potenciales de la banca nacional, antes de esperar aplicar medidas contingentes que normalmente no producen los resultados esperados ante una emergencia. 

Esto es indispensable máxime si se toma en cuenta que ya se observan retiros masivos de depósitos bancarios en Grecia y España (El País, 17 de Mayo de 2012), de que Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), señaló la posibilidad una “salida ordenada” de Grecia de la zona Euro (Press Release: IMF) y de que las autoridades Británicas estiman que esta eventualidad podría costar un billón de Euros (The Guardian, 16 de mayo, 2012). Obviamente, en este momento el centro del huracán es el sistema financiero y bancario, que como prima instancia operacional del sistema capitalista, se le ha achacado el origen de la depresión económica. Por ello no es gratuito que inicialmente los USA atendieron la banca desde su saneamiento hasta su capitalización, como base para emprender una recuperación económica que no parece totalmente llegar.

Sin embargo, tal prioridad la Unión Europea (UE), especialmente la zona Euro, no la aplicó con oportunidad, por lo que ahora tendrá urgentemente que atender la solvencia y capitalización de los bancos en una circunstancia en la que las arcas públicas están exhaustas, la credibilidad pública de las autoridades políticas está mermada y donde se han desperdiciado recursos y tiempos invaluables. Por tales experiencias, es imprescindible que el caso del riesgo actual de la banca mexicana se aborde con suma objetividad, prevención y atingencia, más allá de las estridencias, buenas intenciones y autocomplacencias.

La banca mexicana después de la crisis bancaria de 1995-1998 pasó de ser una banca minorista a ser una banca de mayoreo, tal como lo posibilita un sistema de “banca universal”, que permite que un banco realice todo tipo de operaciones financieras, que antes se realizaban por cada tipo de banco especializado.  Esta evolución se dio en casi todo el mundo y significó que los préstamos o créditos dejaran de ser la quinta esencia del sistema bancario y que las operaciones de mayoreo, tales como de inversión, derivados, Hedge funds, futuros, adelantados, entre otras, fueran la prioridad de negocios de los bancos. Tales instrumentos se agrupan bajo la etiqueta de instrumentos sintéticos.

De este modo, la banca de inversión y el desarrollo de sus instrumentos financieros ad-hoc se constituyeron en el “core” del negocio bancario, sin dejar por ello de atender el otorgamiento de crédito, substancialmente hipotecarios, tal como aconteció extensivamente. Este nuevo ámbito del negocio bancario que ha sido identificado particularmente en EU como de banco de sombra (shadow Bank) y estuvo tozudamente desregulado, a pesar de que el valor comercial de los “productos derivados” desde años antes de la crisis alcanzaron un valor de varias veces el PIB Mundial.

Para experimentar tal cambio estructural de la banca a nivel mundial y llevarlo al mero ámbito de los negocios, era de esperarse que los gerentes actuaran bajo el mismo perfil conductual, dados los mismos parámetros de un ambiente desregulado de manera uniforme. Comprensiblemente, en tal nuevo negocio los banqueros tradicionales, conservadores, adversos al riesgo, con visión de largo plazo, dieron paso a los financieros, caracterizados por su visión cortoplacista, tomadores y balanceadores de riesgo y buscadores de elevados rendimientos. En la reciente experiencia mexicana se diría que “los casa bolseros desplazaron a los banqueros”.

Ello explica porque en EU consejeros profesionales y banqueros serios, después del colapso bancario y financiero, hubieron dicho, sin rubor alguno, que no entendían las operaciones e instrumentos financieros que realizaban sus instituciones, pero que finalmente ellos aprobaban. También tales hechos revelan por qué la crisis arrasó casi por igual a bancos grandes, medianos y pequeños, después de que los grandes bancos de inversión se vieron colapsados. Así, el único banco grande de EU, aparentemente indemne del tsunami del 2008, el JPMorgan, también terminó siendo afectado en este año; un poco tarde, pero al fin afectado por sus operaciones con los llamados instrumentos sintéticos.

Irrecusablemente, el cambio estructural en el negocio bancario llevó aparejado, al menos, a un nuevo riesgo, que terminó siendo, en muchos casos, más letal y grave que el que tradicionalmente los bancos habían enfrentado, tal como lo avizoraba ya desde fines de los 1990’s la crisis desatada por el Long Term Capital, en la era de Clinton. A pesar de la laxa regulación bancaria y financiera, tal cambio estructural del riesgo se puede apreciar claramente por la integración del activo de los bancos, con su correspondiente contraparte en el pasivo.

En el caso de México, es fehacientemente ilustrativo el cambio estructural que ha sufrido la banca en su conjunto, tal como se puede observar en el Cuadro 1. 

 

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Así, se puede observar que la cartera de crédito es, a marzo de 2012, apenas nominalmente casi $2.5 millones de pesos, en tanto los instrumentos financieros sintéticos alcanzan más el 100% de tal cifra; instrumentos que engloban derivados, adelantados, futuros, divisas, entre otros. Tales instrumentos fueron señalados como una de las principales causas de la crisis identificada con los créditos sub-prime.

Sin embargo, si se consideran las inversiones en valores junto con los instrumentos sintéticos se alcanza una cifra de $ 7.7 billones de pesos, cifra casi tres veces la correspondiente al conjunto de los créditos de la banca comercial mexicana. Tales cifras tienen correspondencia con las observadas desde el año 2000. Tal situación estructural se puede apreciar sobre todo a partir del Cuadro 2.

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Desde al año 2000, de manera sistemática, se puede observar que el peso relativo de los instrumentos financieros sintéticos han incrementado su peso en el activo de los bancos en su conjunto, alcanzando en marzo del presente año 48%. En contraparte, la cartera de crédito ha visto disminuido su peso relativo, siendo de 20% en marzo de 2012, habiendo sido en 2005 de un poco más de sólo 10%.

Dado este cambio estructural, es incuestionable que el riesgo de la banca comercial mexicana no radica necesariamente en su cartera de crédito, sino en sus instrumentos financieros sintéticos, tal como aconteció con la banca comercial internacional. Tal situación se agudiza si se tiene también en cuenta el peso de las inversiones en valores. Por otra parte, se puede invocar que tal situación se compensa con el pasivo en instrumentos sintéticos de los bancos, tal como se evidencia en el mismo Cuadro 2. 

Indudablemente, tal condición no clarifica per se la naturaleza y riesgo específico de los instrumentos involucrados. Dicho de otra manera, no necesariamente la relación de activos a pasivos bancarios de los instrumentos sintéticos guardan una relación unívoca, uno a uno, en su especificidad, naturaleza y riesgo. Indiscutiblemente que la información presentada es consolidada, por lo que la realidad de cada banco puede variar, teniendo en cuenta su importancia dentro del sistema bancario nacional, su cobertura, su enfoque de negocios, pero también las prácticas bancarias seguidas, específicamente de sus matrices, de ser el caso.

Notoriamente ante el riesgo que implican los instrumentos derivados, los financieros y expertos en banca de inversión podrán fundamentar que sus prácticas no son riesgosas, tal como arguyeron tantos banqueros que vieron quebrar sus bancos. Pero lo que se puede afirmar, sin duda alguna, es que los banqueros mexicanos no pueden ser de ninguna manera diferentes a banqueros de otros lares, a menos que se les categorice como extraterrestres. Bien se sabe que el fuego no se puede apagar con gasolina, como reconoce también que las alarmas, mangueras y extintores sirven para apagar los incendios, pero no para prevenirlos. 

La regulación para la prevención parte del principio de saber que puede salir mal, evaluar el riesgo y prevenir conductas que sean proclives a ello. Ello porque un banco significa un riesgo asimétrico en donde el interés privado, con bajo riesgo, puede afectar el interés del público que implica alto riesgo.

Al fin que el capital en riesgo de los dueños o controladores es sólo una fracción de los activos en riesgo, por algo se dice que los bancos hacen negocios con el dinero de los depositantes y que, ya lo dijo Michael Jensen es como jugar póker con dinero ajeno.

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