Una de las grandes preguntas de la humanidad tiene que ver con la existencia misma. ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cómo se originó la vida? ¿Para qué existe el ser humano? Éstas preguntas recorren la historia de la humanidad y se encuentran aún vigentes.
Para responderlas, las culturas primitivas emplearon mitos vinculados a sus tradiciones religiosas ancestrales, luego, la ciencia se ha dedicado a buscar la respuesta al origen de lo creado por medio de ciertas teorías. Así, cada una de las afirmaciones tiene consecuencias en la forma de entender la vida, las relaciones y la propia existencia.
Independientemente de las múltiples explicaciones que hay al tema, tomo dos específicamente provenientes de tradiciones antiguas: la primera del mundo sumerio, la segunda de la tradición judía por la influencia del cristianismo en el mundo occidental al cual pertenecemos en su mayoría los lectores de El Semanario.[1]
De la zona mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates, provienen los relatos escritos más antiguos encontrados hasta el momento. De ellos, el poema de Atrahasis, es el mito que habla de la creación del ser humano. En esta narración los dioses de la tierra Igigu, agotados por la dura tarea de hacer los ríos y las montañas, se rebelan contra su soberano, el dios Enlil, quien junto con Anu, el monarca de los dioses del cielo, y Enki, rey de los dioses del inframundo, deciden crear al ser humano para que realice las tareas correspondientes a los insurrectos y así resolver la situación.
Esta narración, muy anterior a la bíblica, fue conocida en todo el cercano Medio Oriente Antiguo y seguramente influyó en la comprensión hebrea. Sin embargo, para el pueblo de la Alianza, la relación con su Dios, Yahvé, era de otro orden. Si bien en la Biblia se encuentran dos relatos de creación, en ninguno de los dos el origen está condicionado a la esclavitud. Por el contrario, Dios crea simultáneamente al hombre y a la mujer en el primero de ellos, en el segundo, hace al hombre primero y de su costilla forma a la mujer; en ambos, Dios entrega el mundo a sus criaturas para que lo dominen y sometan, pero también para que lo cuiden y lo disfruten.
Dominar y someter se suele interpretar como abuso y opresión, pero también se puede entender como dirección y organización. Sin lo creado no existe la humanidad. Su dependencia de todo lo no humano es absoluta e indispensable para su existencia y por ello necesita cuidarla y entablar una relación que le permita seguir subsistiendo para continuar recreando la vida común.
Ciertamente todo es diferente entre sí, pero las personas reconocen una diferencia mayor que les permite relacionarse de una forma distinta, abierta a la novedad, no repetitiva ni predictiva como en todo lo demás; una capacidad que también facilita descubrir el funcionamiento cíclico del mundo que sirve para cambiar lo periódico por espiral y combinarlo con la historicidad humana.
En efecto, aunque se regrese recurrentemente a un mismo punto, al iniciar un día, un mes, un año; la posibilidad de enfrentarlo y relacionarse con él siempre está abierta a la novedad, a emprenderla como carga o reto, con desaliento o ánimo, con pusilanimidad o valor, con pesimismo u optimismo, con desconfianza o imaginación, con desconsuelo o esperanza.
Estamos en las vísperas de iniciar un año, que trae sus desafíos, sus incertidumbres, sus amenazas, pero también la certeza que la vida sigue, que la fraternidad nos hermana, que la solidaridad nos impulsa a todos, que la responsabilidad mutua nos mueve a entablar dinámicas favorables para todos y que la consciencia y la conciencia nos acompañan para ver, reflexionar y elegir. Hoy tenemos la posibilidad de encarar este nuevo año con decisiones que construyan paz, armonía y esperanza personal y comunitaria.
Termino con una cita que encontré en el texto de Atrahasis provenientes de Nuestros Ancestros: “No hay decisiones buenas y malas, sólo hay decisiones y somos esclavos de ellas”.
“Feliz Año Nuevo”.
Notas:
[1] El cristianismo permeó la cultura occidental independientemente de la postura religiosa, ateo o agnóstica de cada quien.
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Muy ilustrativo da luz hacia los orígenes de nuestra cultura mediante las creencias y sus raíz … gracias muy bueno