La escucha en tiempos de pandemia

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Me despierto más tarde que de costumbre. El canturreo matutino de los pájaros se ha intensificado en las últimas semanas. Miro por la ventana. Afuera, ni un alma viva. Los perros ladran a lo lejos. Una brisa sopla suave haciendo bailar las copas de los árboles en el horizonte. En el trasfondo de estos sonidos hay un vacío inquietante. La presencia de un ente submicroscópico ha cambiado la marcha del planeta. Su invisible presencia se ha materializado ante nuestros ojos a través de las imágenes de miles de muertes  bombardeadas constantemente por los medios de comunicación y las redes sociales en los meses recientes. La pandemia ocasionada por el COVID-19 ha puesto a casi un tercio de la población mundial en cuarentena, revelando la fragilidad de lo que habíamos entendido como “nuestras vidas” dentro de las complejas estructuras del mundo occidentalizado.

sonidos vacios
Cierre de calle del Centro Histórico de la CDMX.

El confinamiento, medida adoptada por parte de diferentes naciones para frenar la curva de contagio del virus, ha llevado a que millones de personas cambien sus rutinas diarias. Distanciamiento social. Cancelación de actividades no esenciales. Cierre de fronteras. Reducción drástica en los desplazamientos de contingentes humanos. Mientras nosotros enfrentamos la ansiedad por los inciertos desdoblamientos que suscitará la pandemia, la Tierra está en pausa. Esta abrupta ruptura en el ritmo frenético de la vida contemporánea es un hecho sin precedentes, cuyas consecuencias apenas se comienza a dimensionar. Empiezan a aparecer los primeros reportes sobre la reducción en China y Estados Unidos de emisiones de gases contaminantes en la atmósfera.[1] Todavía queda por averiguar cómo afectará la ausencia de presión humana a la fauna urbana y silvestre. Con una mínima o casi nula circulación de personas, algunas ciudades han podido observar el incremento en la presencia de determinadas especies en ciertas zonas, ya sea por la búsqueda de alimento o por el reclamo de sus territorios originales, o ambas cosas. De igual manera, la ausencia de coches, camiones, trenes, navíos y aviones, así como la reducción en el uso de maquinaria industrial, han permitido que los sismógrafos en diferentes latitudes puedan detectar de manera más clara las vibraciones generadas por los movimientos tectónicos.  Desde Bélgica, Francia, Inglaterra, Ecuador, Nueva Zelanda y Estados Unidos llegan relatos sobre la disminución de los patrones de ruido de fondo en las mediciones sísmicas, ocasionada por la menor actividad humana en la corteza terrestre.

(Channel 4 News: Before and after coronavirus – scenes from the world’s biggest cities)

Así como algunos sonidos han desaparecido o disminuido en intensidad, otros han tomado lugares protagónicos en los espacios de las ciudades. Con innumerables comunidades entrando en encierro sanitario, el mundo se reconfigura como una entidad sónica distinta. La abrumadora ola sonora en la que estábamos inmersos de manera casi continua ha bajado su intensidad, tornando más profunda, particularmente para los habitantes citadinos, la escucha del espacio urbano. Calles vacías. Centros comerciales cerrados. Coches estacionados. Nuestros entornos más inmediatos adquieren características que empezamos a percibir de manera más clara y delineada a través de los oídos. Y por otra parte, el recogimiento ha limitado a la mirada. Los vestigios visuales ya no se encuentran en el centro de la audición para asegurarle sentido a lo escuchado. Oír lo invisible puede configurarle resignificaciones dentro de un extenso espectro, pasando de lo poético a lo trágico, de lo sutil a lo estridente. En estos días de clausura. Frecuencias. Intensidades. Texturas. Fondo y superficie. Todo se ha amplificado en el pabellón auditivo.

Las transformaciones experimentadas en los paisajes sonoros y en nuestra sensibilidad no han pasado desapercibidas para muchos alrededor del planeta. Testimonios personales e informes periodísticos en este sentido abundan en las redes sociales y en los medios digitales, respectivamente. Distintos colectivos e instituciones han lanzado convocatorias solicitando contribuciones para el mapeo de nichos acústicos o la documentación de las recientes metamorfosis en diferentes entornos sonoros.[2] Algunas llamadas invitan a colaborar con el envío de grabaciones, desde sonidos generados en el mismo espacio de confinamiento y relatos autoetnográficos de la experiencia vivida durante esta contingencia sanitaria, hasta improvisaciones sónico-musicales y recopilación de datos y mediciones de niveles de ruido en el medio ambiente, antes y después del evento del coronavirus. Estas iniciativas de alguna manera registrarán, a través del trazo sonoro, el álgido momento del Antropoceno que estamos viviendo. Representan una oportunidad de resignificar la temporalidad y mutabilidad de lo vivido por mucho de nosotros durante la pandemia, así como las múltiples transformaciones planetarias por venir. Los sonidos hablarán y contarán historias. Las de la Tierra. Y las nuestras.

sonidos de la tierra

Notas:
[1]  “NASA Satellite Data Show 30 Percent Drop In Air Pollution Over Northeast U.S.”, NASA (09/04/2020).
Así ha bajado la contaminación durante el estado de alarma por el coronavirus”, Greenpeace (19/03/2020).
Airborne Nitrogen Dioxide Plummets Over China”, NASA-Earth Observatory (26/02/2020).

[2]Historias Sonoras del COVID19”, Paisaje Sensorial.
Urban Soundscapes of the World.
Record the Earth.
Quarantine Soundscapes 2020 – 1 minute & 1 second  Silent Soundscapes”, Theodoros Lotis.
#EscuchandoGijon | Un mar de sonidos.


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