No hay prueba que pueda refutar la realidad…
Está agotado el modelo policial de nuestro país. Pasaron gobiernos priistas, panistas y ahora el gobierno de MORENA y una vez más se delega la responsabilidad de la seguridad de las personas y sus bienes a los soldados mexicanos.
Desde la creación en 1994 del fracasado Sistema Nacional de Seguridad Pública, se advirtió la necesidad de la participación de las Fuerzas Armadas en la materia, precisamente por la incapacidad casi generalizada de las instituciones policiales.
Con dicho sistema se privilegió la coordinación operativa entre todas las instituciones de seguridad y procuración de justicia en las que las instituciones federales y, sobre todo las militares, han tenido un papel preponderante.
Pasaron casi 25 años en que los gobiernos no se han responsabilizaron en tener policías profesionales. Salvo contadas excepciones, los presidentes municipales y los gobernadores han sido totalmente omisos ante esa obligación constitucional.
Como el anterior, muchos son los factores que han incidido en contra de la consolidación de las instituciones policiales. El factor tiempo ha sido, también, determinante pues es insuficiente; sólo se cuenta con tres años de gestión en el caso de los gobiernos municipales y seis en el de los estatales y el federal para lograr los avances requeridos, además de que los gobiernos que inician generalmente no dan continuidad a las políticas de sus antecesores, por más que éstas sean positivas.
La falta de un organismo rector eficaz y eficiente que desarrolle, aplique, supervise certifique y mida los resultados en materia de desarrollo y dignificación policial es otra circunstancia que ha afectado negativamente.
Es fundamental se blinde a las corporaciones de la corrupción. Lo anterior sólo será si se dignifica al policía, además de una fuerte formación ética y de valores.
En fin, es evidente que las instituciones de seguridad pública están totalmente rebasadas en algunas regiones del país. Ante ello, no le queda al Estado mexicano ninguna otra institución que pueda hacer frente a la delincuencia organizada más que las instituciones militares.
El reto está en dar legitimidad y legalidad a la actuación de los soldados en la materia, por lo que es prioritario, primeramente, definir si verdaderamente son o no funciones de seguridad pública y a partir de ello construir un adecuado marco normativo que regule sus actuaciones; por un lado, para no dejarlos en estado de indefensión y, por otro lado, para que su ejercicio no carezca de legalidad.
De no lograr lo anterior, los procedimientos contra criminales se caerían por falta de legalidad y violaciones al debido proceso, situación que los dejaría libres y sin sanción.
Sin embargo, me parece necesario entender que la obligación del Estado, comprendido como ordenamiento jurídico, es dar certeza precisamente jurídica a la vida en sociedad. Esto quiere decir que si la realidad nos demuestra que hay regiones en el país en las que los cuerpos policiales son incapaces de cumplir con su responsabilidad, el Estado tendrá forzosamente que cumplir de una manera u otra.
Si a nivel local y federal los cuerpos policíacos no cumplen con sus tareas, me parece una consecuencia necesaria que el Ejército y la Marina, ahora a través de la Guardia Nacional, realicen dicha función.
Lo que no podemos permitir es que exista un vacío en el que el Estado deje de intervenir, de hacerlo se delataría el fracaso del estado de derecho. Por supuesto, la Guardia Nacional debe tener límites claros y una actuación estrictamente apegada a la preservación de los derechos humanos.
En vía de mientras, con el inicio de este sexenio vuelve a correr el tiempo para consolidar a nuestras instituciones de seguridad pública; si se logra, lo que se espera es que las Fuerzas Armadas regresen a sus cuarteles como debe ser en tiempo de paz.
No sólo se necesitan programas de capacitación y recursos económicos, se necesita también voluntad política y con ella las ganas verdaderas de que nuestro país logre salir de las negativas circunstancias en las que nos encontramos.