La hipocresía del fútbol: Rayados vs. Tigres

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Los valores (o peor aún, los antivalores) dominantes en una sociedad, explican la forma de ser y de actuar de la misma. En México algo malo pasó y no nos dimos cuenta, de pronto surgieron una serie de anti valores que empezaron a permear entre la sociedad.

Así, tal parece que cambiamos la honradez por la deslealtad y la integridad o rectitud, por la corrupción. Esto lo podemos apreciar en diversos ámbitos de la vida nacional, la política es la más evidente. Sin embargo, hoy quiero hablar del llamado “deporte nacional”, el fútbol, en donde todo indica que al igual que en la política las reglas morales son inexistentes.

Efectivamente, el fútbol es la mejor muestra de cómo muchas personas (que incluso pueden llevar una vida honesta e intachable) están dispuestos a jugar el juego de la inmoralidad. Desde hace años, la FIFA se ha visto envuelta en múltiples casos de corrupción y pareciera que a nadie le importa, igual sucede con los partidos de fútbol, en donde la falta de honradez al jugar, es la norma y no la excepción.

Siempre me ha llamado la atención, cómo es posible que se reúnan miles de espectadores para ver quién, de los jugadores de fútbol, es el más hipócrita, el más mentiroso o el más embustero. Baste ver cualquier partido de fútbol para apreciar cómo existen faltas que no lo son, penaltis que nunca existieron y “árbitros vendidos” dice la afición. No obstante, gracias a esas faltas o penaltis inexistentes, la gente sin cuestionarlos dice: “ganamos” o “perdimos”, según sea el equipo al que le van.

Recuerdo, por ejemplo, la Copa Mundial en el 2014, en la que México perdió contra Holanda por un penalti que no lo era. De hecho, hasta una canción que se hizo viral hubo de tal acontecimiento; ahí perdimos y mis amigos futboleros se dolían de un mal arbitraje, tan malo que nos hizo perder la Copa por un penalti inexistente.

Sin embargo, un año después ganamos la Copa Oro frente a Panamá y fue también gracias a otro penal que no lo era, recuerdo cómo la gran mayoría de mis amigos ahora sólo decían, “ganamos”, no importaba cómo, no importaba que en el 2014 nos habíamos dolido de ese penalti fallido que nos hizo perder.

Así de absurdo me parece el fútbol. ¿Deporte? en el que se reúnen 22 jugadores (11 por cada bando, según tengo entendido), para corretear una pelota y ver quién es mejor para el teatro, para la actuación, para la simulación. Puros anti valores de los que miles e incluso decenas de miles son testigos pasivos, fieles seguidores de sus equipos para quienes, el fin justifica los medios. Es decir, no importa cómo se gane, lo que importa es ganar.

Una industria millonaria, promotora de antivalores y de un consumo desmedido del alcohol, lo que no es menor, pues al menos en mi país los grandes estadios de fútbol, son a su vez la cantina más grande de la ciudad. En los partidos suceden todo tipo de atrocidades, personas orinando en los vasos de cerveza, que luego son utilizados para bañar a otros, y si esos “otros” son del equipo contrario, mejor, las ofensas y mentadas de madre se dan al por mayor, e himnos como el de eeeee-puto, nos han “hecho famosos a nivel mundial”.

También es común que los partidos terminen en trifulca, en golpes y agresiones de unos contra otros, o peor aún, de unos contra inocentes. Como sabemos, ha habido casos de muertes incluso.

Es por eso que no entiendo y que no puedo aceptar que exista un espectáculo en el que unos cuantos fingen jugar y unos miles, que son testigos de esos hechos, no dicen nada, callan y aceptan el triunfo o gritan y se enfurecen por la derrota.

A eso agreguemos casos particulares como el de Omar “El Gato” Ortiz, aquel jugador de los Rayados que fue acusado de participar en dos secuestros, o uno de los últimos escándalos que involucró al Rafa Márquez, señalado por las autoridades americanas por lavado de dinero, o los desmanes que se anticipan en el próximo clásico Rayados-Tigres.

El fútbol y sus estadios se han convertido en aquellos espectáculos decadentes como el de los romanos, en donde el espectáculo en sí mismo era la decadencia, la muerte de seres humanos en combates absurdos, pero que llenaban de placer al pueblo.

Es por eso que no me gusta la hipocresía imperante en el fútbol.

Aunque se enojen mis amigos…

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Juan garcia

Buenos dias tienes toda la razon y comparto la misma opinion

Benjamín Medina

Excelente comentario, valioso para la reflexión en los diferentes ambientes de desarrollo.

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