La Luz del Mundo

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“Las sectas son como las moscas, hay que matarlas a periodicazos” fue la contundente declaración del entonces Delegado Apostólico, Girolamo Prigione Pozzi, que hago constar en mi libro, aún inédito, titulado: Relaciones Iglesia-Estado. Prigione en México. La comentacracia de 1985 recogió la declaración del dignatario eclesiástico y la desmenuzó con fruición entusiasta. Sus críticos hicieron escarnio, mofa y vituperio, en su empeño de amarrar navajas, pues las minorías religiosas en el México de los ochenta ya habían ganado terreno a la iglesia católica, la cual, después de trescientos años del dominio español, se mantuvo en los primeros textos constitucionales fundatorios de la nación, como la única religión de los mexicanos. El principio de laicidad, introducido por la generación de la Reforma en la Constitución de 1857, estableció la separación de la iglesia y el Estado, y abrió las compuertas a otras manifestaciones religiosas, principalmente las conocidas comúnmente como “protestantes” promovidas desde nuestro vecino país del norte, donde conviven tantas variedades que, se dice en tono irónico, puede llegar el día que cada familia estadounidense llegue a tener una de su exclusiva propiedad.

¿Qué es una secta? Generalmente las minorías religiosas en cualquier país del mundo. En México, país históricamente católico merced al descubrimiento de América y la conquista española, son aquellas colectividades que no comulgan con los principios, cultos y ritos de éste, y al apartarse se diferencian en sus formas meramente, aunque la mayoría de ellas se hincan, alaban y rezan al mismo dios. Estas minorías en algunas regiones son estigmatizadas y llegan hasta la violencia por ser reconocidas o legitimadas. Otras, las más pudientes y poderosas, como son, por ejemplo, ‘Pare de Sufrir’, ‘Iglesia Nueva Generación Internacional’, ‘Misiones Shaddai’, ‘Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’, son sectas más inclinadas a la crematística y han sido acusadas de lucrar con la ignorancia y el fanatismo de algunos sectores, tanto de la alta sociedad (‘NXIVM’, sucursal México, que está de moda) así como de grupos pauperizados.

Naasón Joaquín García
Naasón Joaquín García (Fotografía: lldmjerseycity.org).

Pues bien, todo esto viene a cuento porque el 15 del presente mes se puso a prueba la laicidad del Estado mexicano, debido a que en el Palacio de Bellas Artes se montó una obra operística, “El Guardián del Espejo”, a la que asistió el líder de la secta denominada la ‘Luz del Mundo’, Naasón Joaquín García, quien se hace llamar el Apóstol de Jesucristo, nieto del fundador de la misma, Eusebio Joaquín González, quien en 1926 en el estado de Jalisco, tuvo, según él, durante un sueño la revelación divina para fundar su organización religiosa ‒dato curioso, ocurrió durante la llamada Guerra Cristera en México– y desde entonces ha tenido un crecimiento de miles de feligreses y no millones como ellos afirman, porque datos del INEGI, conforme los censos nacionales aseguran lo contrario. Y se armó la de ‘Dios es Cristo’ por tal evento, cuyo antecedente de escándalo más significativo fue cuando Andrés Iduarte, prominente intelectual y diplomático, era Director de Bellas Artes y permitió que el ataúd de Diego Rivera, el legendario muralista, fuera cubierto con la bandera del Partido Comunista.

El Estado laico ha sido históricamente muy flexible en nuestro país. En el siglo XIX, después de la Guerra de Reforma, a pesar de haber sido reconocido constitucionalmente, se redujo a algunos conflictos entre conservadores y liberales, con relevante intervención de la masonería, una secta más en el abanico nacional.  Durante el porfiriato fue de convivencia, digamos pacífica, pues no hubo controversias mayores; y en la Revolución mexicana iniciada en 1910, llegó a existir un Partido Católico Nacional, aunque años más tarde surgió el periodo de mayor intolerancia con la rebelión cristera armada por el cumplimiento a rajatabla de lo establecido por la Constitución de 1917, que llegó al extremo de cerrar templos católicos y prohibir cultos; el conflicto fue resuelto políticamente  bajo el gobierno del presidente Emilio Portes Gil, mediante el “acuerdo de cohabitación” con el clero nacional. Firmada la paz entre el poder espiritual y el temporal, los gobiernos priistas nadaron de muertito y llevaron la tolerancia total para las manifestaciones públicas de los católicos.

Religiones.
Fotografía: Freepick.

El presidente Andrés Manuel López Obrador intervino y dijo: “Vamos a pedir a la Secretaría de Cultura que explique, que venga aquí. Vamos a debatirlo: es un buen tema, vamos a ventilarlo”. Y así fue, la licenciada en derecho, Alejandra Fraustro Guerrero, se presentó y dijo: “el acto no fue religioso, y resultó que en principio le fue negado el permiso al líder antes citado” y agregó “no hubo evento religioso”. El mundo de la instantaneidad informativa que hoy vivimos apagó las velas que iluminaron este hecho; pues como se decía antes: “No hay nada más viejo que el periódico (Twitter) de ayer ni nada más nuevo que una página de Homero”. Pervive, sin embargo, una señal en el horizonte de lo que depara a las relaciones de las sectas y la religión católica en este período de la llamada Cuarta Transformación, indicativa de que se quiere llevar la fiesta en paz, como lo hicieron los gobiernos príanistas durante la larga noche del neoliberalismo mexicano que hoy se intenta desmantelar.

¿Y el Estado laico? Bien, gracias.

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