La miel del despecho

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Mauricio García Lozano es uno de los directores más poderosos de la escena teatral.

Sus montajes están marcados por una sutileza capaz de recrear las situaciones más complejas. En todos sus trabajos Mauricio deja pequeñas pistas para que el público llegue a la puerta de las grandes pasiones humanas.

Al enterarme de su versión de “Salomé” en el Centro Cultural Helénico estaba deseoso de saber qué iba a lograr con este peculiar texto de Oscar Wilde. Porque la historia es tan efectiva que siempre se llegará a su corazón con cualquier director o montaje; el reto es poner en relieve a cada uno de los personajes, darles una justa profundidad.

“Salomé” habla del despecho. Una princesa se enamora de un condenado, Jokanaán, quien al rechazarla exige a su padrastro decapitarlo. Irremediablemente todo el público se conmociona al ver a Salomé acariciar una cabeza con las manos ensangrentadas pero sentir la pasión desmedida, frenética, esquizoide de una mujer al aniquilar el objeto de su deseo depende de una visión exquisita por parte del director.

La adaptación (hecha por el mismo Mauricio García Lozano) conserva toda la lírica del texto original con un lenguaje cercano y reconocible. La dialogación es una sinfonía para los oídos; prevalece una palpable sofisticación y a la vez claridad en todas las figuras retóricas. Estoy seguro que este trabajo invitará al público a seguir buscando textos clásicos representados por otras compañías en otros teatros.

El montaje expresa todo el sufrimiento de alguien que destroza lo más querido. El despecho es una espiral de dolor profundo, agudo. Lo más interesante es cómo el director retoma los elementos simbólicos del texto de Wilde (como el agua y la sangre) para hacer un espectáculo con una peculiar sensorialidad.

El público no se sienta a apreciar una obra de museo, una ficción distante a él; logra involucrarse con la realidad de “Salomé” porque todos sus sentidos se sobreestimulan mediante la plasticidad, la corporalidad y la música. Cualquier otro director sin la pericia de Mauricio García Lozano podría desvirtuar el tema de la obra con esta carga sensorial pero en su versión hay un profundo respeto a la esencia.

La escenografía de Jorge Ballina es una de las más impresionantes de lo que va del año. Todo lo enmarca en un espacio pequeño para dar la impresión de claustrofobia, asfixia; los personajes masculinos al estar tan cerca de Salomé para condenar su pasión recrean un ambiente desolador para la protagonista. Sin redención.

Irene Azuela como Salomé hace un trabajo quirúrgico. Destaca el dominio del espacio escénico y la precisión en cada uno de los movimientos; despliega un método riguroso para mantener el ritmo del personaje y lograr transiciones dificilísimas. Logra una creación muy personal con un adecuado balance entre la parte poética y técnica.

Todo el resto del elenco brinda una fuerza inagotable a la obra; al igual que Irene Azuela demuestra una destreza técnica para un montaje con tintes coreográficos. Logran una atmósfera de opresión que le va muy bien a esta versión libre (y para muchos sacrílega) de la Salomé bíblica. Resalta la participación de José Sefami como el rey padrastro Herodes y el extraordinario Leonardo OrtizGris como Jokanaán (Juan).

Punto y aparte es Aída López. Ella representa a la madre de la princesa, Herodías, quien siente celos por la juventud y el encanto que provoca en los hombres, incluso en su marido. Aída tiene un peso escénico poco visto en las tablas (no en balde es una de las mejores actrices de su generación). Con su sola presencia refleja todo el conflicto del personaje; su técnica es insuperable y su creación entrañable. Con pocos parlamentos logra hacer que el montaje vibre bajo su respiración y pulso.

“Salomé” es una grandiosa y afortunada adaptación de un texto clásico para las audiencias actuales. Mauricio García Lozano vuelve a ostentar el título como uno de los mejores directores de este país. Con su “Salomé” demuestra la devoción al teatro y las extraordinarias formas por hacer que un espectáculo quede tatuado en la memoria y el corazón del público.