La nueva normalidad, sofisma o simple ilusión

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La mejor herramienta que tiene el ser humano para no sucumbir ante la adversidad es la esperanza, compañera inseparable de la resignación y la fe, que en su compleja dinámica le otorgan un mecanismo de defensa para sobreponerse a los más trágicos episodios de la vida.

Dejar al tiempo, a la ventura y a la voluntad de Dios el porvenir parece ser una actitud inherente a nuestra naturaleza cuando la naturaleza misma rebasa el entendimiento o el control de las cosas sobre las que nos consideramos dictadores y dueños, cuando en realidad no somos otra cosa que simples ovejas del destino incierto y angustiante.

Esperamos con ansia el banderazo de salida, el dictado supremo, el anuncio de que el vendaval ha pasado y la vida retoma su curso, dejando atrás, lastimosamente, su caudal de víctimas y daños colaterales que nadie podría haber pronosticado ante el embate brutal e inesperado de la madre naturaleza que, por necia y arrogante, se opone a reducir su fiereza aún con los dictados de la autoridad.

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Ilustración: Damián Lluvero (Forbes).

El niño espera abandonar el cubrebocas, salir al parque y jugar íntimamente con sus amigos, enlodarse y regresar a la merienda familiar. La señora extraña el masaje y el corte de pelo, las tiendas y el paseo dominical en cualquiera de las plazas convertidas en recreo familiar. El señor de la casa añora los viernes de amigos, la carne asada, el billar, el dominó y la pachanga trasnochada, la cerveza en el jardín y los compadres queridos para ver el futbol, el domingo en Cuernavaca o las vacaciones en Acapulco.

La gente imagina, espera que todo esto retornará cuando la peste termine, la normalidad estará presente cuando la curva se aplane y seamos nuevamente libres para regresar a la vida cotidiana como la conocíamos, como la vivíamos, pero todo parece indicar que, por desgracia, el pronóstico es otro, para el mundo y para México.

La nueva normalidad significará en realidad un cambio de paradigma, del cual habrán de usufructuar los que están a la vanguardia y han sabido aprovechar la crisis, pero millones de personas no tendrán tanta suerte y se verán seriamente afectados.

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Imagen: Vice.

Mientras los disciplinados, precavidos o temerosos seguirán refugiados en sus casas, reduciendo drásticamente su movilidad, trabajando desde casa y consumiendo en línea, los proveedores de servicios incrementarán su productividad y sus ganancias.

La experiencia adquirida por las empresas durante esta nefasta temporada, a la que no se le ve fin, generará incentivos en aquellas que no requieren la presencia física de sus empleados para modificar sus procesos y prescindir de la asistencia, sustituyéndola por sistemas informáticos que pueden dejar sin empleo a un gran número de personas.

Los sitios públicos como bares, restaurantes, centros de diversión y esparcimiento, aún con las medidas pertinentes, difícilmente lograrán la afluencia necesaria para sostenerse y se verán obligados a la reducción de su planta laboral.

Las reuniones familiares masivas serán cada vez más virtuales, los abrazos y los besos escasearán ante el temor permanente del contagio, en tanto no se cuente con una cura razonablemente segura.

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Imagen: Getty Images.

La nueva normalidad no podrá entenderse como un retorno a nuestras costumbres y dinámicas sociales. En realidad, es un eufemismo esperanzador, pero la verdad que enfrentamos producirá transformaciones sensibles que se irán acentuando paulatinamente ante la evidente progresión de los decesos que siguen creciendo.

La herencia inmediata es el temor y la angustia que nos obliga a la modificación de los hábitos, al alejamiento físico y al empleo masivo de los recursos tecnológicos durante el confinamiento.

Habrá sin duda efectos favorables para sectores determinados, la ciencia y la tecnología, ya se prevé, lograrán significativos avances, siempre existe una manera de aprovechar la adversidad, pero los impactos negativos, serán indudablemente de gran intensidad en el ambiente social y económico obligando a transformaciones estructurales profundas en la manera de relacionarnos.

La nueva normalidad, no será tan normal, ni como la conocíamos.


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