La reinvención de la muerte

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Enrique Singer presenta “Réquiem”, una obra de Hanoch Levin, en el Teatro Julio Castillo. Este trabajo es un mural de los personajes más recurrentes en la producción narrativa de Antón Chéjov, para contar una historia donde se plantean las principales obsesiones del escritor ruso: la muerte y la angustia existencial. Con esta producción se continúa con la corriente de puestas mexicanas para celebrar a este hito de la literatura de occidente.

Mauricio Montesinos Albarran 422 réquiem

La mirada de Levin al universo chejoviano va directo a sus entrañas. Retrata escenarios bucólicos y abandonados por la modernidad; presenta las contradicciones cuando alguien desea una mejor vida y, al mismo tiempo, se abandona en la propia miseria. Dibuja la cotidianidad como una eterna condena al desear lo que nunca se podrá obtener.

El eje temático se apoya en tres anécdotas: un anciano al enfrentar la muerte de su esposa se lamenta por no haberle expresado su amor en vida; por otro lado, una mujer se hunde en la desolación ante la pérdida de su hijo recién nacido; y, por último, el mismo anciano se despide de este mundo terrenal con serias dudas sobre si las decisiones que tomó en la vida fueron las correctas para encontrar el amor y la felicidad.

La propuesta de Singer del trabajo de Levin retoma las pautas abstractas en un sentido plástico. La escenografía sugiere un pueblo atrapado en su pasado; sobresalen árboles viejos con sus enormes raíces para simbolizar al hombre anclado a sus deseos fallidos.

 Un pasillo iluminado magistralmente por Patricia Gutiérrez Arriaga, Atenea Chávez y Auda Caraza se convierte en la habitación de los ancianos, el camino recorrido por la mujer para salvar la vida de su hijo o la casa del médico de la región. Las atmósferas recreadas en cada escena son las adecuadas para presumir melancolía y abandono.

 El diseño de vestuario de Mario Marín del Río propone trajes viejos y sucios. Su justa combinación entre elementos de la Rusia del siglo XIX y accesorios contemporáneos brindan cercanía a la circunstancia de los personajes. Existen pequeños guiños del contacto de la cultura rusa con la tradición oriental que complacen a los expertos de la literatura chejoviana.

Miguel Flores, quien interpreta al anciano, muestra una adecuada dosificación de energía para hacer interesante un personaje abatido y desesperanzado. Emoé de la Parra, su esposa que muere, hace un ejercicio escénico magnífico para brindarle dinamismo a textos plagados de juegos retóricos.

 Una mención especial se merecen Alejandra Maldonado, Américo del Río y Carlos Orozco porque en ellos recaen los rompimientos para entrar a los tonos más cómicos de la historia; su interpretación maneja una detallada expresión oral y corporal. La participación de Harif Ovalle como el carretero, un personaje secundario que lleva consigo los textos más filosóficos, despliega su destreza técnica para mantener una precisión y exactitud en cada una de sus intervenciones.

La dirección de Enrique Singer contrarresta toda la abstracción de Levin con un fuerte trabajo corporal de sus actores. El movimiento, por momentos coreográficos, llena todo el espacio del Julio Castillo para privilegiar la retórica visual y elementos lúdicos de la escenografía.

La presencia de dos violinistas en el escenario propicia el ritmo de las escenas y marca un  mesurado trabajo musical, sin llegar a redundar, en situaciones que por sí solas tienen la suficiente fuerza dramática. Singer, con su increíble experiencia y habilidad, propone constantes rompimientos para entregarle al público un espectáculo vivo.

México empatiza con la mente de Chéjov y no es gratuita la recurrencia de sus obras en nuestra cartelera en este preciso momento social. El público se puede sentir reflejado en sus personajes y circunstancias para encontrar, al final del día, un profundo canto a la vida en sus obras.

Este montaje es un gran triunfo para la escena mexicana por reavivar el espíritu de los grandes autores que definieron a la dramaturgia occidental  y, en otro orden, por mostrar la evolución del lenguaje teatral de este país cuando se pone al servicio de uno de los textos más difíciles en un sentido poético.

“Réquiem”

De: Hanoch Levin

Dirección: Enrique Singer

Teatro Julio Castillo (Centro Cultural del Bosque, Reforma y Campo Marte s/n Metro Auditorio)

Del 17 de enero al 24 de febrero

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.

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