El sábado pasado el Secretario de Estado estadounidense Michael Pompeo concluyó una gira por cuatro países de América del Sur: tres de ellos vecinos de Venezuela. Su viaje relámpago de tres días ocurrió a unas semanas de las elecciones presidenciales en nuestro vecino del norte, en las que Florida y su diáspora del exilio venezolana–cubana está constituyendo un campo de batalla crucial.
La búsqueda de respaldo a la política de Trump hacia Venezuela en un momento en que Guaidó pierde fuerza frente a Maduro, es clave para entender la visita que se inició en Surinam, continuó en Brasil y dio importancia a Guyana antes de terminar en Colombia.
Los países de la región caribeña han estado divididos respecto al conflicto. Muchos de ellos han mantenido relaciones con Venezuela a pesar de las tensiones derivadas del éxodo masivo de venezolanos a las islas en una región que ha conservado tradicionalmente estrechas relaciones económicas y energéticas.
El presidente Chan Santokhi, de Surinam –la otrora Guayana holandesa–, en su encuentro con Pompeo, reiteró que el diálogo continúa siendo su fórmula preferida para la solución del conflicto interno de Venezuela. “Contribuiremos al diálogo y trabajaremos con todos los participantes con ideas afines para asegurar que todos los venezolanos disfruten de sus derechos democráticos”.
Pompeo destacó la necesidad de apoyar a Guaidó, argumentó la superioridad de la cooperación estadounidense, sobre la China “no confiable y predatoria” y ofreció apoyo económico a Paramaribo.
El tema es también muy delicado para Guyana, país en que el presidente Granger se quejó de presiones de Estados Unidos para que la Voz de América establezca en su territorio una estación de radio para emitir mensajes propagandísticos hacia Venezuela. Poco antes de la visita de Pompeo, la Asociación de Derechos Humanos de Guyana expresó su preocupación de que esta nación de 740 mil habitantes pudiera verse involucrada en la disputa entre Venezuela y Estados Unidos. “Alinear a Guyana con los países que piden cambio de régimen en Venezuela”, expresó la Asociación, “amenazaría las negociaciones que mantenemos sobre nuestra frontera con ese país y sería políticamente absurda”.
Un interesante artículo de Bert Wilkinson en AP News (19-09-20) nos recuerda que por décadas Venezuela ha argumentado que dos terceras partes del territorio de Guyana le pertenecen y que le fue robado, a través de un acuerdo de 1899 de Gran Bretaña con su ex-colonia. Este país pobre tiene en ese territorio gran riqueza de oro y descubrió recientemente en su franja costera un enorme yacimiento de petróleo, que la Shell estará comenzando a exportar este mismo año. Las reservas estimadas en más de 8 mil millones de barriles son hoy de las más grandes del mundo. El ingreso podría generar a Guyana 168 mil millones USD: 120 veces su actual presupuesto anual.
Sobra decir que la nueva riqueza ha despertado el apetito de las petroleras y la rivalidad entre China y Estados Unidos. China, que apoya a Maduro, ve a Guyana como un aliado geopolíticamente estratégico.
La visita de Pompeo a Georgetown, la primera de una autoridad de Estados Unidos de tan alto rango, ocurrió tras una polémica elección en marzo –y cinco meses de controversia legal– que fue resuelta por un recuento ordenado por la Suprema Corte –y fuertes presiones internacionales–. El presidente, David Granger, aceptó finalmente su derrota; se declaró ganador a su competidor, Irfaan Ali.
Durante la visita Pompeo alabó el apoyo de Ali al Grupo de Lima y firmó con él un acuerdo para fortalecer las inversiones de Estados Unidos y la cooperación en energía y en infraestructura –rubro en el que China ha venido realizando proyectos durante los últimos años en Guyana–. También celebraron acuerdos de cooperación en materia de seguridad marítima y lucha contra el narcotráfico.
El nuevo presidente Ali declaró su “apoyo a las elecciones libres en nuestro hemisferio y agregó que “con urgencia, creemos que esos valores y principios deberían ser respetados también en Venezuela”.
Horas más tarde, durante una breve visita a un campamento de refugiados venezolanos en Boa Vista en Brasil, Pompeo reiteró la importancia de apoyar a Guaidó e informó al Canciller brasileño, Araujo, estar proporcionando un monto adicional de 348 millones USD a los refugiados venezolanos, incluyendo 30 millones a los ubicados en Brasil, elevándose su contribución total a 1,200 millones USD.
Pompeo felicitó a Brasil por haber recibido a 250 mil venezolanos y celebró la decisión del gobierno de declarar a los diplomáticos venezolanos en Brasil, personae non gratae, aunque no se les expulsó del país.
En la última etapa en Colombia, según Los Angeles Times (19-9-20), el presidente Iván Duque destacó en su discurso un informe de Naciones Unidas en materia de derechos humanos que acusa a Maduro de crímenes de lesa humanidad, incluyendo tortura y muertes por parte de las fuerzas de seguridad.
Colombia reclama haber sido inundada por refugiados venezolanos huyendo de la crisis económica y de que Maduro apoya a grupos armados en su territorio.
Ante los estragos económicos y la ola de desempleo provocados por la pandemia que azota fuertemente al país, expresó sus deseos de mayor inversión de Estados Unidos y celebró la iniciativa de Trump de estimular la inversión privada en infraestructura.
Pompeo prometió inversiones y dijo que el respaldo de Colombia al líder opositor, Juan Guaidó, y “la transición democrática hacia una Venezuela soberana, libre de las influencias malignas de Cuba, Rusia e Irán, es increíblemente valorada”.
En conclusión, la visita de Pompeo a la región petrolera sudamericana, constituyó una evidencia clara de cómo busca entretejer Trump los intereses políticos, económicos y energéticos estadounidenses en una importante región latinoamericana. Seguramente el Senador, Ted Cruz, de Florida, estará satisfecho con la gira y esperanzado de que rinda frutos políticos en un Estado clave de las próximas elecciones y en la disputa económica con China. Habrá que ver la reacción de Xi Jinping.
¿Y México cómo ve estos sucesos? ¿Seguirá callado para no provocar una reacción de Estados Unidos? De por sí, salvo raras ocasiones, hemos olvidado el mundo caribeño. Ahora despiertan algunos países económicamente, más allá del turismo. ¿No habrá llegado la hora de precisar una estrategia mexicana geopolítica y económica para la región?
La pregunta es particularmente relevante después de la tragicomedia de equivocaciones que constituyó la pérdida latinoamericana de la Presidencia del BID –por no hablar de la inevitable de México en la OMC–. Es urgente delinear y emprender una nueva estrategia mexicana hacia Estados Unidos, Latinoamérica y el resto del mundo.
*Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico El Financiero el 21 de septiembre de 2020.
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