Las Paredes Gritan: En memoria de Rafael Loyola, gran sociólogo

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Rafael: los años idos

Conocí a Rafael Loyola Díaz en 1984. Él trabajaba como Secretario Académico del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (IISUNAM). Lo conocí en la misma fecha que llegué al IISUNAM con Alicia Ziccardi, en donde se nos pidió formar el Área Urbana para seguir con nuestras investigaciones.

Alicia trabajaba cuestiones de vivienda. Yo había terminado mis primeros trabajos sobre basura y estaba metido en el análisis del mercado de La Merced y su paso a la Central de Abasto. Además, en ese año, yo estaba muy feliz. Estaba enamorado. Y en agosto de 1985 (un mes antes del terremoto de 1985) me casé con Ana Hilda.

Y así sucedió. Todo bien. Todo en orden y, dentro de la Unidad de Estudios Urbanos, iniciamos una reunión semanal, los miércoles, para conocer a todos los demás investigadores que trabajaban con problemáticas urbanas.

Ahí me tocó conocer expertos en transporte, en marginalidad, en pobreza, en vivienda, en seguridad, en todo ese enorme y gigantesco mundo que implica los servicios urbanos en una ciudad.

Hablábamos de las metodologías, de las formas de acercamiento a la gente, de las políticas públicas y de todos los resultados que aparecían en nuestros reportes de investigación. Había todo un mundo que había que descubrir y en eso se nos fueron varios años.

Rafael Loyola
Foto: AMC.

Con Rafael Loyola establecí, además, una cercana relación personal. Viajábamos juntos con nuestras familias y establecimos un vínculo individual que sólo se da cuando de verdad estimas a alguien.

Rafael tenía una legítima aspiración personal. Él podía entender nuestro trabajo de investigación, pero sabía qué hacer y cómo resolver muchos de nuestros problemas.

Con los años (entre muchas otras cosas) se convirtió en Director General del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social). Fue un gran logro.

Expandió el nivel de la investigación social a muchas nuevas áreas y a otros estados. Y en ese período de tiempo conocí a muchos otros investigadores, antropólogos, como es el caso de Elena Azaola, gran investigadora de los problemas de delincuencia a los que yo apenas me estaba acercando.

Años después se incorporó como Director General de la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Ahí me invitó a participar e incluso a dirigir algunas tesis de alumnos con las temáticas que yo tenía… Muchas anécdotas y recuerdos.

Años después, Rafael Loyola emigró a Tabasco para formar ahí el Centro de Cambio Global y la Sustentabilidad en el Sureste Mexicano. Fue también coordinador del Área de Ciencias Sociales en la Academia Mexicana de Ciencias.

Rafael no descansaba. Tenía siempre un agudo radar para detectar en los nuevos gobiernos su apoyo, o su desapoyo a la ciencia. En los últimos meses eran certeras sus críticas y opiniones para entender “los despropósitos” que habían aparecido en el Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología).

Rafael Loyola
Foto: UNAM.

Un buen ejemplo de esto lo difundió el 1º de diciembre de 2020. Ahí reprochó en una conferencia: “Elementos indispensables para la nueva Ley General de Ciencia y Tecnología e Innovación”, que la actual administración asignara a la ciencia labores que no le corresponden, como son los asuntos de la desigualdad social y la pobreza.

“Quieren que lo resuelva la ciencia y la tecnología, y no es su responsabilidad. Ello no quiere decir que no participemos y que no hayamos participado, que no haya proyectos dirigidos para tratar de resolver este flagrante problema. Pero no somos instancia de Gobierno que tenga responsabilidad para ello”, dijo Loyola.

Y continuó: “Nada más hay que ver el tipo de temáticas que les interesa a los Pronaces (Programas Nacionales Estratégicos del Conacyt) y todo es desigualdad, pobreza y temas que no necesariamente son únicamente responsabilidad de la ciencia y la tecnología”.

Una más: “Lo único que yo sí impediría es que no vaya a ocurrir igual que ocurrió con los fideicomisos, que hubo una consulta amplísima, escuchamos a los legisladores del grupo de Morena en una gran mayoría de acuerdo con mantener los fideicomisos, y pues se impuso al final la aplanadora presidencial y los fideicomisos pasaron a mejor vida”.

Así de directo era el querido Rafael.

Un ser amoroso

La gente que tuvimos oportunidad de conocerlo no dudamos que era un ser amoroso, fraternal y lleno de pasión para tener un mejor país.

Era un gran sociólogo. Un muy buen historiador. Uno de sus trabajos que recuerdo me ayudó a comprender la lógica y la coherencia histórica entre el gobierno del general Lázaro Cárdenas y el gobierno de Manuel Ávila Camacho.

Con Rafael aprendimos mucho. Vivimos mucho. Y encontramos siempre una voz de aliento cuando las cosas no marchaban bien.

Siempre con él tuvimos una opinión. Una reflexión. Un espacio para compartir nuestras dudas y encontrar en sus visiones nuevas formas, nuevas alternativas para abrir una mejor forma de interpretar nuestra vida.

Rafael Loyola
Foto: Pulso.

Por eso lamento mucho su partida.

Debo confesar que con su ausencia me invade una gran tristeza.

¿Y qué pasó?

Nos hablábamos con frecuencia. El 22 o 23 de diciembre hablamos por última vez. Él había decidido salir de vacaciones con Liliana, su esposa, pero una hermana le pidió no salir y llegar a Querétaro para tener una reunión con todos sus hermanos, que eran muchos. Y ahí se reunieron.

El virus del COVID-19 nos invadió y cada vez hay más casos, por todos lados. Realmente vivimos en una situación muy compleja. Él se fue a la cena con la familia. Pero uno de los invitados tenía el virus y no lo sabía. No estaba enfermo.

Esa noche muchos se contagiaron. Con más o menos síntomas. Aunque todos fueron librando los síntomas de la enfermedad.

Pero Rafael no. El único que no logró salir adelante fue él.

Por su sonrisa. Por sus consejos y sus atinadas observaciones… Lo extraño. Recuerdo los tiempos idos para entender que falta mucho para salir de esta pandemia.

La Cueva del Delfín

Lo único que queda en estos tiempos es la resignación… No hay mucho más qué hacer.

¡Vientos huracanados!, si no hay contagio nos veremos por acá la próxima semana


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