Hacia un nuevo paradigma de la globalización contemporánea
En un contexto de numerosos conflictos sociales y políticos en todo el mundo y en los últimos días, en particular, en América Latina, me parece oportuno traer a la discusión el modelo de desarrollo y de organización política económica. Retomo para este efecto la discusión política actual en los Estados Unidos de América. La política estadounidense sigue teniendo una gran influencia mundial. En Estados Unidos ha dado inicio hace algunas semanas, el proceso de las elecciones primarias del Partido Demócrata para elegir al candidato a la Presidencia que enfrentará al presidente Donald Trump en noviembre de 2020.
Estas primarias se realizan en el contexto del avance del impeachment (juicio político), al cual puede ser sometido Trump, por sus presiones al gobierno de Ucrania, para que investigara a Hunter Biden por supuestos actos de corrupción en ese país, condicionando el apoyo norteamericano a la realización de esos servicios.
En caso de que la Cámara de Representantes vote a favor de este juicio político, el asunto pasaría al Senado para que éste decida sobre su posible destitución, situación que se ve aún compleja, dada la composición de ese cuerpo legislativo, con mayoría republicana y porque se requieren dos tercios de los votos del Senado para destituir a Trump de la Presidencia. Pero, el ambiente político en Washington parece muy cambiante y cada día surge nueva información.
Sin embargo, esta investigación, que sin duda ha dañado a Trump, también lo ha hecho con Joseph Biden, el candidato que aparecía como puntero en las encuestas, si bien recientemente parece que se ha recuperado. De cualquier forma, este veterano político, vicepresidente de Barack Obama, ha visto crecer a su rival por la nominación, la senadora por Massachusetts, Elizabeth Warren, quien junto con Bernie Sanders, representaría el pensamiento político liberal, antisistémico, que plantea un fuerte cuestionamiento a la economía financiera especulativa que domina la escena estadounidense y en buena medida el panorama mundial. Sus críticos dicen que la candidatura de Warren afectaría a los mercados porque no los entiende. Sus defensores sostienen que en realidad lo que sucede es que los entiende perfectamente bien y que por eso los afectaría.
De esta forma, es posible que se esté librando en Estados Unidos una nueva batalla ideológica sobre el paradigma dominante de la economía global.
A raíz de la crisis fiscal del Estado de Bienestar, en la década de los 70 del siglo XX, surgió de la mano de la acción política de Margaret Thatcher y Ronald Reagan una política de estímulo y protección de los grandes intereses corporativos. Con el triunfo del capitalismo en la guerra fría y la caída de los principales regímenes comunistas da inicio una era de globalización comercial y financiera, que en buena media es expresión del pensamiento libertario formulado por Friedrich von Hayek, y del grupo reunido desde los años 40, conocido como la Sociedad del Mont Pelerin, así denominado por el lugar de la reunión inicial, en Suiza.
Con la llegada de Thatcher al poder en Gran Bretaña y de Reagan en Estados Unidos, acusan al keynesianismo de ser el culpable de la estanflación, eso es, estancamiento con inflación, y recomiendan una reducción radical de la intervención estatal, preocupados por la creciente intervención del Estado en la vida pública con la consecuente restricción de las libertades individuales, base del progreso económico. Uno de los más conocidos representantes de esta escuela del pensamiento fue sin duda Milton Friedman. Por su parte, Ralph Harris, economista británico que se unió a ese grupo en 1960, expresaba que el propósito era comenzar una cruzada intelectual diseñada a revertir el colectivismo de la posguerra. El auge del llamado “neo-liberalismo” y de la globalización generó disparidades significativas. Por una parte, un tangible progreso económico para diversos sectores sociales en varias regiones del mundo principalmente en el área del Asia-Pacífico. Por otra, la persistencia de la pobreza, y el incremento vertiginoso de la desigualdad, aún en países desarrollados. Un mundo con un crecimiento destructor de la naturaleza, altamente contaminante, que aún debe enfrentar un elevado crecimiento demográfico, y que parece sometido a los dictados de la especulación financiera internacional.
Así, frente a la situación económica dominante de la época de la globalización iniciada en los años 90 del siglo XX, se han expresado las voces críticas de Amartya Sen, Joseph Stiglitz, Paul Krugman y más recientemente de Thomas Piketty, entre muchos otros.
Se está dando inicio a una posible revisión de estas políticas en Estados Unidos. No deja de ser paradójico que, en el momento de mayor progreso científico y tecnológico en la historia de la humanidad, ésta se vea amenazada para su propia subsistencia, por la acelerada destrucción de la naturaleza, que compromete el destino del planeta, del cual el Cambio Climático de origen antropocéntrico es sólo una de las múltiples expresiones que revelan esta situación crítica.
Con frecuencia escuchamos a los llamados libertarios argumentar que el progreso y el desarrollo de los tiempos actuales se dieron en los países con mayores libertades, en particular de cultura anglosajona, como colorario del pensamiento de la “ética protestante y el desarrollo del capitalismo” weberiano. Se enfatiza mucho a la ambición y el materialismo como los motores del desarrollo, pero es importante recordar que en todos los países desarrollados existen gobiernos con instituciones fuertes a los que les concierne el cuidado del interés general.
De igual forma, aunque en sentido contrario, nuevas corrientes del pensamiento estatista parecen olvidar el fracaso de los regímenes totalitarios y autoritarios, no sólo por la supresión de las libertades y los derechos fundamentales sino por el desastre económico y la destrucción que provocaron.
Es muy importante defender las libertades, pero no como una excusa para la protección de intereses oligopólicos, no como un pretexto para la extrema concentración del ingreso y de la riqueza. Es también muy relevante defender el interés general, pero no como justificación para instaurar nuevas dictaduras y tiranías.
Es necesario abordar los problemas del presente y del futuro con nuevas fórmulas de solución, vinculadas a la búsqueda de nuevos equilibrios entre lo público y lo privado; el interés individual y el general; el corto y el largo plazo; entre el hombre y la mujer; entre el ser humano y la naturaleza, entre la ambición individual y el interés general. Necesitamos una nueva lustración. Una nueva ética global. Un mayor respeto por la dignidad de todos los seres humanos. Es necesario salvar el planeta para que pueda sobrevivir la humanidad y la civilización contemporánea generando condiciones de vida digna para todos los seres humanos, a través de la articulación de verdaderos Estados de Derecho.