Los dos papas del solsticio de invierno: Un cristianismo austero y popular

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La Iglesia Católica Romana guía a 1,200 millones de fieles de regreso al cristianismo. El paso de Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) a Jorge Bergoglio (Papa Francisco), como en el solsticio de invierno, significa una reversión de la tendencia de la obscuridad a la luz, de una posición conservadora a una más liberal. Ahora el Papa Francisco, el Papa Jesuita, está transformando a la Iglesia Católica Romana en una versión austera y popular de genuino cristianismo.

En contraste con las posiciones asumidas por el Papa Benedicto XVI desde que fue electo en el cónclave del 19 de abril de 2005, tales como el endurecimiento de la postura de la Iglesia en lo referente a la prohibición del aborto; la homosexualidad, la eutanasia; y el uso de anticonceptivos, hasta el 28 de febrero de 2013 cuando renuncia a la silla de San Pedro; los católicos del mundo vivimos una larga noche doctrinal: un solsticio de invierno.

Con el Papa Francisco, electo el 13 de marzo de 2013, se encendió una luz de esperanza, tramada al más puro estilo jesuita, orientada hacia la “Opción Preferencial por los Pobres”; su compromiso con el medio ambiente (Carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común) y su disposición al diálogo con personas de diferentes orígenes y credos.

En Perspectiva, la postura del Papa Francisco corre sobre los ejes de la justicia y la reconciliación, entre los seres humanos; entre éstos y el medio ambiente; y todo esto permeado por una concepción activa de la justicia. Una justicia que tiende puentes entre las tensiones que desgarran el tejido social de nuestras comunidades; y donde se han desmantelado los mecanismos para el ascenso social y la calidad de vida.

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