A diferencia del resto de la creación y hasta donde sabemos, los seres humanos somos la única especie que se da cuenta de su existencia y que elige hacia dónde dirigir su destino. Este conocimiento y esta libertad se puede ejercer en el mismo sentido que fluye toda la vida o tomar múltiples destinos opuestos con las respectivas consecuencias en las personas y el entorno.
En efecto, el instinto que domina el comportamiento animal y que garantiza sus respuestas a lo largo de su existencia es prácticamente inexistente en las personas. Éstas requieren resolver el reto de la existencia por medio de sus elecciones, aun cuando sean inconscientes o pretenda no ejercer la posibilidad, pues no elegir de suyo es una opción.
Orientar correctamente las decisiones personales no se encuentra necesariamente en el terreno que lo bueno o lo mejor implica, pues esto cae en la subjetividad y ésta puede equivocarse, sino dirigirlas en el mismo sentido que corre el resto de lo creado. Por ello, para encauzar adecuadamente la propia vida es necesario contemplar la totalidad del universo, desde la más mínima partícula hasta el macrocosmos para reconocer la sabiduría que encierra e iluminar el criterio.
Al contemplar el sentido en que corre la vida se descubren tres características que conviene observar, analizar, comprender y aplicar en la propia vida para fluir en la misma dirección. Estas constantes siempre presentes son: movimiento, adaptación y servicio.
Movimiento
El movimiento es el principio de la existencia misma. Todo está en marcha, con meneos múltiples, internos y externos, individuales y comunitarios, intencionales e inconscientes. Incluso aquello que percibimos inmóvil está constituido por átomos cuya característica es el giro de sus electrones alrededor del núcleo; de hecho, estamos tan adaptados a este flujo que muchos de ellos ni siquiera los percibimos como la rotación y la traslación de la tierra, el circular de la sangre o la actividad al interior de las células.
El movimiento interno, asegura la auto-regulación y la existencia individual como la rotación de la tierra o la circulación de la sangre; por su parte, el movimiento externo mantiene la existencia del sistema como la traslación terráquea y la interacción humana con el entorno.
Adaptación
La adaptación es la condición indispensable para la supervivencia. Efectivamente, el universo, siempre en movimiento enfrenta frecuentemente variables inesperadas, fenómenos violentos que lastiman el equilibrio, agresiones que alteran el orden, afecciones que impiden el flujo cotidiano. Cuando esto sucede, tanto los individuos como los conjuntos requieren adaptarse para mantener su existencia individual y comunitaria, para sostenerse en la vibración que garantiza fluir en el sentido correcto.
La subsistencia depende de la adaptación. En efecto, adecuarse a las circunstancias que presenta el devenir, sin perder el sentido y la dirección es la condición que garantiza no solo la permanencia en la vida, sino una existencia apropiada a las condiciones, satisfactoria y, en términos humanos: feliz.
Servicio
Todo lo creado está imposibilitado para subsistir por sí mismo. Requiere de lo otro para mantener su equilibrio, es decir, para alimentarse, crecer, desarrollarse, existir. Nada está para sí mismo, acaece para que la totalidad del sistema funcione. En este sentido la existencia de suyo es un proceso espiritual, es un acto de trascendencia, es una práctica eterna de servicio. En el caso del ser humano, asumir la propia vida de acuerdo con esta característica requiere de una intencionalidad debidamente analizada, comprendida, ejercida, revisada y corregida cuando el caso así lo requiera.
Vivir para dar vida requiere aportar solamente aquello que el entorno y lxs otrxs necesitan para existir, ni más ni menos, sin entorpecer su propio proceso, sin negar las necesidades propias, con una mirada ampliada que vea el conjunto, los antecedentes y las consecuencias; sin culpa, miedo, ni apego, pero sí con responsabilidad.
El camino de crecimiento espiritual supone vibrar en armonía con la sabiduría del universo, fluir en su misma dirección y gozar de la experiencia.
También te puede interesar: El bien propio, el bien de los demás y el bien común.