En México las cosas cambiaron. Y cambiaron para bien. Y si no lo quieren creer, pregúntenles a los millones de trabajadores que han tenido que esperar muchos años, muchos sexenios, para que los voltearan a ver.
Y es que, gracias al presidente Andrés Manuel López Obrador, a los trabajadores se les está reconociendo su lugar como pieza clave de la economía y como actores principales dentro de la escena política.
Han sido muchos años de lucha para que nuestra voz sea escuchada; pero ya entendimos que la unión hace la fuerza, que juntos debemos llevar nuestras demandas a los que toman decisiones sobre nuestros ingresos, nuestra seguridad social, la educación de nuestros hijos y la calidad de la atención médica.
El presidente nos entiende bien porque él también ha luchado, se ha organizado y se ha movilizado hasta lograr la máxima posición política del país. Asimismo, los trabajadores tenemos la prerrogativa de agruparnos e integrar las organizaciones que nos ayuden a mejorar nuestras vidas y la de nuestras familias; es un derecho consagrado en la Organización Internacional del Trabajo y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El resultado de todo ello es que hoy los trabajadores entendemos que, para continuar mejorando nuestro bienestar, es importante que participemos y entendamos más de la política de nuestro país. De hecho, lo hacemos día a día desde nuestros empleos, al defender a compañeros de injusticias, al elegir libremente a nuestros dirigentes y al negociar nuestras condiciones en contratos colectivos –o individuales– de trabajo.
Hoy preferimos dialogar, reclamar y hasta litigar, si es necesario, por defender nuestros derechos, pues sabemos que la clase trabajadora debe continuar la lucha por aportar a la conformación de un país más justo, más incluyente y próspero.
La Reforma Laboral garantiza que los trabajadores puedan ejercer –libremente– su derecho a la asociación y a cambiar de líderes si no se sienten bien representados; por ello creo firmemente que la modernización de los sindicatos los convierte en factor de cambio legítimo para lograr avances sociales que beneficien, no sólo a la clase trabajadora, sino a la población en general, y a los factores de la producción en lo particular.
Sacar adelante al país pasa por la participación social, por una comunidad informada y participativa. Sacar adelante la economía también requiere que los factores de la producción estén alineados en torno a la productividad; y ello, imperativamente, requiere de una clase trabajadora activa, que colabore en la construcción de políticas públicas que beneficien a todos, no a unos cuantos, como era en el pasado.