El 18 de marzo, por primera vez, China no presentó nuevos infectados locales por el coronavirus: las 34 nuevas personas infectadas fueron “externas” y el 20 de marzo las muertes en Italia por el COVID-19 ya fueron mayores en Italia que en China –aunque con la mitad de casos infectados–; México ese día todavía se encontraba en la Etapa 1 y, muy probablemente, pasaremos a la Etapa 2 en breve y posteriormente a la Etapa 3. En China los primeros casos de coronavirus se dieron a mediados de enero, se hicieron públicos a finales de enero; en México el primer caso fue el 27 de febrero de 2020. México se encuentra desincronizado con China –y con otros países como Estados Unidos– en materia del coronavirus en alrededor de unas seis semanas, ¿podemos aprender algo de la experiencia china?
En algunos aspectos la experiencia China es única: la omnipresencia del sector público en China y sus características políticas permitieron que durante varias semanas pusiera en cuarentena a 15 ciudades en la provincia de Hubei –de 60 millones de habitantes–, incluyendo a su capital Wuhan, de 11 millones de habitantes. Estas drásticas medidas son difícilmente imaginables fuera de China y en México; en el caso de China permitieron un relativamente rápido control de la epidemia –aunque con un alto grado de incertidumbre sobre sus costos y efectos a sus inicios–, tanto en la propia provincia de Hubei como en otros focos de infección. Lo anterior significa, entre otras cosas, que en la mayoría de los países –incluyendo México, pero también en Italia y Estados Unidos, por ejemplo–, el período de control del coronavirus será más prolongado: no de seis semanas, sino de varios meses, en el mejor de los casos; con la excepción de China, por el momento no existe otro país que hubiera logrado controlar o incluso disminuir los nuevos casos de infección, mucho menos de que no se dieran nuevos casos.
No obstante lo anterior, sí existe un grupo de aspectos que el resto de los países, incluyendo México, pudiera seriamente considerar. Por un lado, preparar significativamente a los respectivos sistemas de salud –con el apoyo activo del sector militar e incluso el privado, como en Estados Unidos– para atender la crisis de salud: hospitales, equipo, personal y demás debieran estar preparados a detalle para la contingencia prevista.
Por otro lado, la masiva realización de pruebas del coronavirus es fundamental –y una de la principales críticas a lo ocurrido en las primeras fases en Corea del Sur, Estados Unidos y América Latina–, donde sin prácticamente haber realizado pruebas, los aparentemente infectados por el coronavirus eran ínfimos (sic).
Tercero, la población –y ante la muy probable necesidad de realizar cuarentenas de poblaciones específicas con altos niveles de infección– requiere de una infraestructura y servicios que efectivamente permitan esta (auto)cuarentena: el suministro de alimentos y bebidas básicos a través de solicitudes y pagos digitales es crítico; bajos niveles de bancarización –ni hablar de acceso a infraestructura digital– “no ayudan”, ni hablar de las dificultades ante la práctica inexistencia de ahorros. Aquí el sector público pudiera jugar un papel relevante en el efectivo suministro a familias y hogares, e incluso poblaciones completas que requirieran de cierto grado de cuarentena en México.
Cuarto, China en los últimos 10 días se ha concentrado crecientemente en el control de las personas infectadas externas, es decir, que han viajado al extranjero; paradójicamente ciudades como Hong Kong recientemente iniciaron con la drástica medida de poner en cuarentena a todos los visitantes extranjeros, con excepción de los provenientes de Macao y Taiwán.
Quinto, y último, la experiencia de China también refleja la importancia de prepararse ante el –ojalá pronto– escenario post-emergencia del coronavirus: desde hace varias semanas el sector público chino inicialmente se preocupó y concentró en la generación de una oferta productiva ante la generalizada cuarentena nacional y, particularmente en la provincia de Hubei, cientos de millones de personas que no se presentaron en sus diversos lugares de trabajo –en fábricas, el sector público y servicios, así como en escuelas, universidades, etc.–.
En la actualidad, sin embargo, la socioeconomía china se encuentra ante la paradoja de la falta de demanda generalizada: después de varias semanas del desplome en la demanda –en la primera quincena de febrero las ventas de autos habían caído en 92%, siendo China el principal productor y consumidor de autos globales–, la demanda ante la lenta normalización socioeconómica sigue siendo reducida. Esto debido a que durante enero-febrero 2020 las ventas de bienes y raíces cayeron en -40% y nuevos proyectos de construcción en -45%.
En otro contexto, y más cercano a México, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, no descartó una tasa de desempleo cercana al 20% en Estados Unidos como resultado del coronavirus y buscarán tomar diversas medidas ante estos dramáticos efectos.
Todos estos aspectos son aleccionadores para lo que sucederá, en un par de semanas, en México.
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Enrique, muy importante y amena tu reseña. Me gustaría que abordaras con más datos las diferencias de todo tipo entre China y México que podrían explicar los resultados esperados de la lucha contra el COVID19 en ambos países.
Saludos