Minuto y Medio segundos fue el tiempo que tomó para que prepararan mis dos deliciosos cocteles de camarón del conocido puesto-camioneta en la esquina de Virreyes con Iturrigaray (está por Prado Sur y les recomiendo llegar antes de la 13:00…). Desde hace ya muchos años, en este peculiar espacio, uno puede presenciar la eficiencia en persona cuando un equipo de alrededor de 5 personas, se encarga de mantener un inventario de cocteles de varios tipos y junto con un set de herramientas prefabricadas (moldes, exprimidores y medidas) son capaces de mantener un estándar de calidad y buen servicio que bien debería ser premiado.
Lástima que un ejemplo como éste sea el menos común. Por lo general la cultura de la ineficiencia y la costumbre de procrastinar son dos hábitos mexicanos que poco ayudan y mucho perjudican a nuestro grandioso país.
Según el INEGI, a pesar de que se han acumulado factores en la producción y sobre todo en capital humano, la productividad total de los factores ha decrecido .32% como promedio anual entre 1991 y 2018 (ya ni ver cómo quedará este indicador con los estragos de la pandemia). Esto significa que independientemente de que se produzca más, pues el PIB sin duda ha crecido en los últimos 30 años (y que bueno), el hecho es que para cada unidad de producto se necesitan cada vez más insumos. Es como si, aunque cada vez se vendieran más cocteles, los mismos vasos necesitaran más camarones para llenarse. Así, resulta que México es cada vez menos productivo.
En realidad esto no sorprende cuando en el día a día observamos la dificultad que existe en nuestro país para que las cosas salgan bien desde un principio. Arreglar la casa puede resultar una monserga cuando uno tiene que estar atrás del maestro para ver “si sí va a venir hoy o no”. Igualmente un trámite gubernamental normalmente quiere decir ir del tingo al tango juntando papeles y requisitos (como en rally de boy scouts). Inclusive en la vida corporativa y empresarial es común que los procesos tarden más de lo debido y que los empleados que intentan realizar sus tareas diarias se encuentren respuestas internas como “no se sabe quién es el responsable de eso”, “ésa no es mi área”, “desconozco el dato”, “al rato te lo envío”, etcétera.
Lo grave de lo anterior es que la improductividad empobrece al país, pues el salario mínimo real (más allá del legal) sólo aumenta en la medida en que la productividad también aumente. Si ésta última disminuye, con ella lo harán los salarios y una población que gane cada vez menos, sólo mermará su calidad de vida.
Si no se da un cambio de mentalidad colectiva, en donde el “mañana” se cambie al “hoy” (como diría un expresidente que nos dejó con las ganas) y en donde el “esque” se convierta en “ya”, de poco servirán más computadoras, horas de clase, nuevas leyes, banda ancha, sistemas, etc. Mientras que a los empleados, los burócratas, los maestros, los gobernantes, los padres de familia, etc., no nos sea importante y motivo de orgullo simplemente hacer las cosas bien y en el momento, difícilmente lograremos ser más productivos.
Mientras tanto a comerse los cocteles a la de “ya” porque se hacen feos…
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