El sábado 6 de octubre del año 1973 era el día más santo de los judíos, un día que es cuarentena absoluta y donde ni siquiera hay radio y televisión, e incluso los servicios de emergencia trabajan con menos personal y, sin duda alguna, el Ejército mantiene la mínima cantidad de fuerzas en actividad de vigilancia y control. Ese día los Ejércitos de Egipto y Siria, con el apoyo de otros países, atacaron a Israel en una cruenta guerra. Menciono esa guerra porque estuve allí, sin ser soldado, y estimo que en muchos aspectos ha formado parte de las decisiones que tomé en mi vida futura. Tenía entonces 24 años y así estimo que esta guerra influirá en mis nietos. Los más grandes entre ellos, ya no sé si en mis propios hijos. Yo sólo intento sobrevivir.
Así son las guerras. La sorpresa es uno de los factores más importantes para intentar derrotar al enemigo. Así nos pasó ahora, el COVID-19 nos atacó sin previo aviso, por lo menos al público en general. No es siquiera importante ahora –tal como señalé en otras notas– si se escapó o le abrieron la puerta en el laboratorio, o hasta si es una mutación natural, mutaciones que suelen ocurrir debido, en gran medida, al comportamiento humano. Fue una sorpresa. Por lo menos Bill Gates mencionó en el año 2015 que “el peligro del mundo es biológico y no una guerra convencional”.
Las reacciones fueron distintas en los diversos países. En primer lugar, podemos ver que hay países como Japón, Corea del Sur y Alemania que no declararon cuarentena general, pero sin dejar de tomar importantes medidas para limitar la propagación de la enfermedad. Corea del Sur que fue en su momento después de China el país con mayor cantidad de enfermos, ha logrado controlar la enfermedad. En Europa, Italia y España son los países más castigados y se suele acusar a la desidia, falta de atención o falta de disciplina “latina”. Realmente todo es posible y seguramente eso empujo a muchos países latinoamericanos a decretar cuarentena, aislamiento absoluto y eso para evitar que la gente –por no tomar las medidas de prevención necesarias– pueda estar en los focos contagiosos. También creo que es una forma de evitar manifestaciones populares de protesta.
En mi primera nota manifiesto todo tipo de especulaciones sobre la conspiración que pueden ser parte del escenario general, entre otras cosas señalo: Como todas las guerras, estamos en una que es económica y desde hace tiempo se menciona la guerra comercial que, sin duda, es parte de ella el coronavirus COVID-19. La suspensión de la actividad económica causará muchos más muertos que el COVID-19 y realmente afectará al mundo entero. ¿Habrá un nuevo orden mundial? Reducción del consumo, menos turismo, desarrollo de industrias locales. No lo sé, tampoco sabemos quién ganará esta guerra. Por lo pronto, los precios de las acciones han bajado mucho y es posible que bajen más, y el que tiene dinero puede comprar empresas con “poca plata”.
Es de aceptación general que el COVID-19 no es tan mortal, que las probabilidades de sobrevivirlo son aproximadamente un 97%, y entonces me pregunto, ¿por qué se presta tanta atención a este virus? Yo creo que se utiliza para tapar otros problemas porque obviamente no se habla de ningún otro conflicto, y se está buscando imponer la idea del empobrecimiento general que provoca esta guerra. Cuando escribí esa nota a la que me refiero, un amigo de la secundaria me pregunta en privado si yo creo que el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York, septiembre 2001, también fue un acto de conspiración y copio aquí mi respuesta:
Sí señor. Allí se dan tres elementos que para mí ratifican la posibilidad que fue planificado y obviamente manipularon y permitieron que lo hiciera Al Qaeda. Bush necesitaba algo así para la guerra en Irak. Los edificios tenían mucho amianto –también llamado así al asbesto– y debían haber corregido eso ante la nueva regulación de salud por el cáncer; era más barato tirarlos abajo y ese camino era el más rentable. Uno de los que trabajaban ahí había dicho o declarado que escuchó “bum-bum”, abajo en el sótano, al pie de las columnas. Seguramente como ingeniero tendrás mejores explicaciones que yo. Yo sólo lo manifiesto emergente de no creer en nada ni en nadie.
Y el asbesto que estaba en las Torres Gemelas es el mismo asbesto que afecta a millones de personas porque es un producto cancerígeno que ya se ha prohibido en decenas de países. El asbesto afecta los pulmones, así que es muy fácil comprender o suponer que una población, generalmente mayor, que sufre de asbestosis y es atacada por el COVID- 19, el cual también afecta los pulmones, está destinada a morir. No es una gripe sencilla, es algo más complicado. Ciertamente, si por neumonía todos los años mueren muchas personas, estimo que muchos de los muertos actuales murieron por ese mal y no precisamente por COVID-19 como se dice, puesto que también se afirma que no todos pueden hacer los análisis o no hay suficientes medios.
El asbesto, entonces, puede ser, junto con el COVID-19, mortal para la población, y eso explica en parte la gran cantidad de enfermos en el norte de Italia, el área de producción en el pasado del asbesto.
Hace unos días nos llegó el video sobre el hospital de Bérgamo con la cantidad de personas internadas. ¿Alguno recuerda el caso de Eternit y los juicios? Quizás no y no he visto notas al respecto, pero es probable que las haya porque encontramos en la web millones de notas sobre el COVID-19 y también ésta lo es. Pues bien, respecto a ese caso, todos escucharon, como yo, la cantidad de enfermos en Lombardía. Pueden visitar la empresa Eternit en Bérgamo, fundada en 2012, dedicada a la fabricación de tuberías, tejas y cubiertas, aunque en el 2019 sacaron un comunicado asegurando que “dejarían de utilizar el asbesto (o amianto) como materia prima para sus productos”. Seguramente tomaron esa decisión a raíz del juicio que tuvieron respecto a la toxicidad de ese mineral.
En España también encontramos que aún hay mucho asbesto, como dice la nota: El amianto, también conocido como asbesto o fibrocemento, está por todas partes.
En otro medio leí que el asbesto seguirá matando hasta el 2040 por lo menos, y ahí figura lo siguiente, que tiene menos eco que el actual COVID-19: Datos recientes, publicados por CCOO establecen que sólo en Madrid entre 4.000 y 5.000 personas podrían morir por la exposición al amianto que sufrieron entre 12.000 y 15.000 personas de los 70 a los 2000 (6).
Es interesante seguir los pasos al asbesto. En Argentina, por ejemplo, ya se prohibió su uso en el año 2000, aunque por supuesto no se derribó ninguna construcción que contiene asbesto. El comercio es comercio y a pesar de que también está prohibido en España: entre septiembre de 2011 y noviembre de 2012, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le compró a España 36 vagones CAF 5000 para la red de subtes –red de subterráneos de transporte– porteños, por 5 millones de euros. Estas unidades tenían asbesto.
Obviaré la posición de Estados Unidos que, como muchas otras cosas, dice y hace lo que le conviene. En Colombia, sin embargo, en donde el panorama es semejante a lo anteriormente expuesto, encuentro una nota que coincide con lo que escribí sobre las investigaciones que se han publicado, y es que después de muchos intentos de legislar la prohibición del uso del asbesto en 2019, se aprobó una ley que entrará en vigencia el 1º de enero del 2021.
Para finalizar, en un medio español se incluye el siguiente dato: Todos estamos expuestos de alguna forma, explica Gómez, y recuerda que al menos 100,000 muertes al año se registran en el mundo por culpa de esta fibra. El enlace incluye dos elementos que deseo copiar:
a) Las muertes por enfermedades relacionadas con el asbesto están aumentando y, todavía, se desconoce su impacto real debido a la ocultación de los datos.
b) Se examinaron los números estimados globales de incidencia y mortalidad de las enfermedades relacionadas con el amianto. El asbesto (amianto) causa 255,000 muertes de media –entre 243,223 y 260,000– anualmente.
Al momento del 1º de abril del 2020, siendo las 11:04 horas, hora local de Colombia, hay 874,081 enfermos en el mundo, 43,291 han muerto y 185,194 se han recuperado. De la asbestosis no se cura nadie, pero no se habla.
El último enlace que deseo compartirles, su título habla por sí solo: El amianto… asesina y mata, y no es una frase hecha.
Julio May en la era del COVID-19, optimista porque es mejor que SIVID (COnVIDAa).