¡Nuevamente Ponce!

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La Feria de Fallas en Valencia está por culminar y se ratifica (a pesar de lo que muchos afirman como si supieran que el público está cansado de las figuras y de los toros correspondientes) que los llenos en los tendidos los provocan los toreros más taquilleros en España, quienes son, entre otros, Ponce y Roca Rey, acompañados está vez por José María Manzanares, Sebastián Castella, Talavante y en su lucha incansable por serlo, Paco Ureña.

Y para mí es claro que los taquilleros en las llamadas corridas duras, lo son los astados, independientemente de quienes las torean, aunque claro, los nombres de los actuantes impactan a la alza o a la baja esos festejos.

Pues bien, en la corrida del 17 de marzo de 2018 en la que celebró 28 años de convertirse en matador de toros, Enrique Ponce ha vuelto a salir en hombros como ya lo ha hecho más de treinta veces en la plaza de Valencia.

La torería de Ponce es inmensa, figura fraguada en 28 años de vida activa de matador, y es quien a un mayor número de astados le extrae lo bueno que en el fondo de su instinto tienen y que muchas veces para los que estamos de testigos, es poco o nada visible.

Ponce es una enciclopedia taurina, en la que figuran algunas de las más bellas páginas de un artista clásico, contradictorio y fiel a sus circunstancias, reconocido y venerado por los amantes más exigentes de la tauromaquia, sin dejar de lado a sus detractores por su manera de torear expulsando generalmente el viaje del astado.

En Valencia, en su segundo toro de Garcigrande por dar una idea clara de lo que estoy afirmando, dejó para la retina un instante en el que con la muleta en la mano derecha y de rodillas (torea de oído para los tendidos), dio un pequeño toque para atraer la atención del toro y una vez fijo, le ejecutó muletazos en el que se fue embebido a los vuelos de la muleta un animal hipnotizado. Y aunque la suerte suprema fue defectuosa, el público que lo coreó “¡torero, torero!”, le otorgó vía el presidente de la corrida, un par de peludas para al final e irse una vez más en hombros de la afición.

Enrique Ponce en hombros

El celo que tiene Enrique por seguir ocupando un lugar de privilegio 28 años después de su alternativa, llama la atención, lo vemos destilando plasticidad, estética con la presencia de la motivación de aquel que va labrando su vida momento a momento y no quiere apearse de figura del toreo.

Enrique es uno de los toreros con mayor cerebro privilegiado para lidiar astados en la historia y de esos muy, pero muy pocos. Si a eso le aunamos que está motivado a seguir en las alturas, me parece habría que verlo tardes futuras, en general cada una lección de lo que constituye entender las embestidas de un toro y canalizarlas a favor.

Y lo ratificó con un toro de Juan Pedro Domecq el 18 de marzo al que toreó con preciosismo, para irse nuevamente en hombros junto con López Simón, en una tarde en la que tomó la sustitución de Cayetano Rivera demostrando que no deja pasar ni al aire y, desde luego, impulsó al venezolano Colombo (de su misma casa de apoderamiento), quien sustituye a Román el 19 de marzo.

Fácil que se escribe, pero muy pocos como él tienen la técnica y el toque mágico para aprovecharlas. Será uno de los nombres que con mayor expectativa se anticipa para los carteles de la Feria de San Marcos en Aguascalientes 2018 y a las pruebas me remito.

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