Más allá de los desafíos inmediatos de salud pública y para la economía, así como los relacionados con la “nueva normalidad” o “economía de bajo contacto” a corto y mediano plazos, el COVID-19 puede dejar como legado transformaciones estructurales de gran calado. Ése pareciera ser el caso del proceso de globalización, al tomar fuerza tendencias de freno o reversa que ya previamente mostraban impulso.
Se ha hablado mucho de la pandemia como botón de aceleración (fast forward), como si se adelantara el futuro. Eso ya ocurre, por ejemplo, con la incorporación acelerada a de las tecnologías de la información a todos los ámbitos de las actividades humanas. Sin embargo, las grandes crisis también pueden detonar o dar cauce a regresiones: a que se den pasos hacia atrás, como si se apretara el botón de regresar (Rewind).
Al menos desde hace cinco años eran notorias las inclinaciones nacionalistas y proteccionistas, y desde el 2018 con tensiones crecientes y abiertas entre potencias, sobre todo de Estados Unidos y China. Asimismo, ya eran frecuentes las muestras de menosprecio o abierto ataque a instituciones y organismos multilaterales y de gobernanza internacional, desde la Organización Mundial de Comercio hasta Naciones Unidas. Ahora estas actitudes se replican, como ocurre contra la Organización Mundial de la Salud, a partir de las amenazas de la administración Trump y la cancelación del pago de las cuotas de Estados Unidos.
En suma, la pandemia, que por su misma naturaleza demanda medidas de distanciamiento, se da en un mal momento para la globalización. Justamente en ese caldo de cultivo de movimientos populistas proclives al nacionalismo y al proteccionismo, en parte producto de contradicciones y problemas estructurales de la misma globalización.
Apenas empezaban asimilarse las consecuencias y las lecciones del crack financiero del 2008-2009 cuando nos explota una crisis aún más compleja.
En ese escenario, para un país como México, por su condición geopolítica y su exposición al mundo, es fundamental –crítico– tener una lectura completa al respecto, tanto de los retos y las amenazas como de las oportunidades. Hay mucho que perder si la visión y la respuesta son erradas, aunque también podríamos salir ganando, con la postura adecuada.
¿Adiós a la globalización?
Hoy hemos visto cómo China presiona para imponer un nuevo marco de seguridad en Hong Kong que pudiera violentar el tratado de 1984 que creó el estatus de “un país, dos sistemas”, el cual supuestamente debería extenderse hasta el 2047. Esto podría derivar en repercusiones geopolíticas y económicas de gran alcance, al estar de por medio un centro neurálgico tanto para el sistema financiero en Asia como, por la relevancia de su puerto, para el comercio global. En respuesta, Estados Unidos ha amenazado con retirar el trato especial a la ciudad. La cuestión es que esto es sólo una arista del antagonismo.
Durante la pandemia y previamente, la administración Trump lo mismo ha escalado la ofensiva contra Huawei, en una pugna cada vez más abierta por el liderazgo global en el desarrollo de las telecomunicaciones, que acusado a los chinos de una presunta responsabilidad para que el COVID-19 se propagara sin control. La competencia incluso de da en una carrera vertiginosa por el desarrollo de la primera vacuna contra el virus.
Simplemente consideremos la significación de que el Representante de Comercio Robert Lighthizer publicara en el New York Times un artículo con este título: “La era de la deslocalización de empleos de EE. UU. ha terminado” (11 de mayo). Ahí, precisamente se resalta que las crisis aceleran cambios y adelantan acciones por venir “después de derrotar esta enfermedad”: “devolver los empleos a Estados Unidos”.
Las potenciales implicaciones rebasan por mucho a las relaciones con China. Como señalamos, le atañen a México.
Hay que tener en cuenta que una alternancia en el gobierno estadounidense no implica necesariamente una situación distinta, pues la ofensiva no viene sólo de la Casa Blanca. Para muestra un botón: se ha reportado que legisladores tanto republicanos como demócratas trabajan en propuestas para presionar a las empresas para que saquen sus operaciones de proveeduría estratégica de China y las lleven a Estados Unidos, lo que incluiría estímulos fiscales, nuevas regulaciones e incluso subsidios, incluyendo un “fondo de reubicación” dotado inicialmente de 25 mil millones de dólares.
No son sólo propuestas y palabras. Ya hay acciones concretas en marcha, como una legislación con respaldo bipartidista para que el gobierno canalice miles de millones de dólares en estímulos a la industria de semiconductores con un propósito fundamental: llevar de vuelta a Estados Unidos operaciones de investigación y producción.
¿Más robots?
No sólo pesan los factores geopolíticos: éstos se refuerzan con nuevas capacidades industriales que dan viabilidad e inclusive rentabilidad a la relocalización productiva. En un artículo revelador publicado en el portal del Center for Economic and Policy Research, “COVID-19 could spur automation and reverse globalisation – to some extent” (28 de abril), se da cuenta de cómo podría acelerarse la automatización y una reversa –“hasta cierto grado”– a la globalización.
Los autores, Deborah Winkler y Adnan Seric, de la Organización de Desarrollo Industrial de la ONU, exponen que, mucho antes de la epidemia, firmas globales han recurrido a elementos del concepto Industria 4.0 para mitigar riesgos de disrupción de sus cadenas de suministro, incrementar la resiliencia y mejorar los estándares de sus productos: lo mismo con el esquema de fábricas inteligentes que impresión 3D. Todo ello hace más factible el traer de vuelta a sus países sede partes de las líneas de producción con un costo-beneficio competitivo: pueden así estar más cerca de los principales mercados de consumo (China, Estados Unidos, Europa, Japón) y consolidar varios procesos regionalmente o en un sólo sitio.
“Hacer frente a esta pandemia podría acelerar algunas de estas tendencias de los últimos años, incluida la adopción de tecnología y el uso de nuevos datos”, señalan los investigadores, que ponen ejemplos como la incorporación de robots para suplir a trabajadores en la industria del vestido en Bangladesh, como medio de adaptación para alzas en la nómina. La automatización y la relocalización, desde el punto de vista de estas multinacionales, pueden ayudar a reducir la dependencia en la cadena de abasto internacional, particularmente la de manufacturas de bajo costo de mano de obra.
Reversa provisional, pero disruptiva
En medio de las noticias sobre los problemas inmediatos de la pandemia, la influyente revista británica The Economist, siempre abierta partidaria de la globalización, publicó hace unas semanas un artículo de lectura obligada para entender lo que viene: “Has covid-19 killed globalisation?” (14 de mayo).
En su visión, el sistema abierto de comercio, que ya estaba herido por el colapso financiero del 2008 y la guerra comercial chino-estadounidense, ahora recibe un tercer duro golpe en apenas una docena de años.
Como la publicación, muchos consideramos que la globalización es irreversible, lo mismo por razones históricas que tecnológicas que hacen prácticamente inevitable el acercamiento y la integración humana. De hecho, coincidimos en que es necesario y urgente que se resuelvan dilemas estructurales para que ese proceso se profundice.
Varios de los grandes desafíos de la humanidad sólo podrán ser superados con más y no menos globalización: por ejemplo, el cambio climático, las distorsiones económicas que reproducen las desigualdades y las crisis migratorias, así como las propias pandemias, que si bien requieren políticas efectivas en cada país, también necesitan cooperación y coordinación internacional efectiva.
Sin embargo, son claros los síntomas de esta reversa que, aunque provisional, no dejará de tener efectos altamente disruptivos:
⋅ El número de pasajeros en Heathrow disminuyó en un 97% interanual.
⋅ Las exportaciones de automóviles mexicanos cayeron un 90% en abril.
⋅ El 21% de los viajes transpacíficos de contenedores en mayo ha sido cancelada.
⋅ Se estima que el comercio mundial de bienes puede reducirse entre 10 y 30 por ciento este año.
⋅ En sólo los primeros 10 días de mayo, las exportaciones de Corea del Sur cayeron un 46% interanual, la peor disminución desde 1967.
⋅ Alrededor del 90% de las personas vive en países con fronteras en gran medida cerradas. Muchos gobiernos se abrirán solo a países con protocolos de salud similares.
Tendencias previsibles
De acuerdo con The Economist, a medida que se reabran las economías, la actividad podría recuperarse, pero no esperemos un rápido regreso a un mundo sin restricciones de movimiento y libre comercio.Lo más probable es que la pandemia “politizará” los viajes y a la migración, aún más de lo que estaban. En Estados Unidos, Trump quiere reducir aún más la inmigración, aduciendo que los empleos deben ir a los estadounidenses. Otros países le seguirán, con un sesgo hacia la autosuficiencia.
⋅ Naciones tan cercanas como Francia y Gran Bretaña han tenido frecuentes fricciones por las reglas de cuarentena, en plena era Brexit. China ha amenazado a Australia con aranceles punitivos por exigir una investigación sobre los orígenes del virus. Estados Unidos y China siguen en pie de guerra sobre el comercio.
⋅ A pesar de algunos casos de cooperación durante la pandemia, como los préstamos de la Reserva Federal, Estados Unidos se ha mostrado reacio a actuar como líder mundial o súper potencia, como lo intentó tras la caída del bloque soviético.
⋅ Esta sacudida hacia adentro debilitará la recuperación, dejará a la economía vulnerable y propagará la inestabilidad geopolítica.
⋅ En todo el mundo, gran parte de la opinión pública se está alejando de la globalización. Y esto es sólo el comienzo.
⋅ El comercio sufrirá a medida que los países abandonen la idea de que las empresas y los bienes reciben el mismo trato sin importar su procedencia.
⋅ Los gobiernos y los bancos centrales están pidiendo a los contribuyentes que suscriban a las empresas nacionales a través de sus paquetes de estímulo, creando un incentivo enorme y continuo para favorecerlos.
⋅ Y el impulso para llevar las cadenas de suministro a casa en nombre de la resiliencia se está acelerando. The Economist pone el ejemplo de India: el llamado explícito de su Primer Ministro a “una nueva era de autosuficiencia económica”.
⋅ Otros más: el estímulo japonés COVID-19, que incluye subsidios para empresas que repatrían fábricas, mientras, del otro lado del mundo, los funcionarios de la Unión Europea hablan de “autonomía estratégica” y están creando un fondo para comprar participaciones en empresas.
⋅ El comercio digital prospera, pero su escala es modesta. Se estima que las ventas al exterior de Amazon, Apple, Facebook y Microsoft equivalen a sólo el 1.3% de las exportaciones mundiales.
La pregunta es: ¿dónde queda México? ¿Qué vamos a hacer? Voltear a otra parte no servirá de nada. Hay que pensar y actuar estratégicamente, en función de nuestras circunstancias. Con base en fortalezas como las que hemos construido en materia industrial y de nuestra red de tratados de libre comercio, incluyendo el TLCAN. Hay retos y amenazas, pero también oportunidades. Proponemos abordar este balance SWOT en el próximo comentario.
Algo es seguro: ensimismarnos en los problemas internos y la polarización política en nada ayudan. El mundo no va a detenerse ni nos esperará.
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