De acuerdo con lo expresado en el marco del Segundo Informe de Gobierno, México habría tenido un desplome en el PIB menor al que tuvieron otros países, como España, con un proceso recesivo transitorio en forma de V.
Según esa lectura, estaríamos ante la salida de la recesión, listos para la recuperación, y en mejores condiciones que los países que incurrieron en déficits públicos para implementar estratégicas contra cíclicas, precisamente por evitar que creciera la deuda.
Todo eso sería extraordinario, pero desafortunadamente se aleja de la realidad: somos uno de los países con peor desempeño del PIB, desde antes del Covid-19, y difícilmente puede anticiparse una recuperación vigorosa.
En el segundo trimestre, la caída de nuestra economía fue de 18.9% en la comparación anual: efectivamente menor a la de España en ese periodo (22.1%), pero habría que poner las cosas en contexto. A diferencia de ellos y muchos otros países, nuestra recesión no empezó con la pandemia, sino mucho antes, desencadenada en gran medida por decisiones gubernamentales que deterioraron el clima de inversión y acabaron por reducir a ésta de manera dramática.
Por factores preponderantemente internos, México tuvo una contracción de -0.3% en 2019. Este año, desde el primer trimestre de 2020, previo al golpe de la pandemia, ya registrábamos una contracción de -2.2% anual. En 2019, en cambio, España creció 2%, Estados Unidos 2.3%, la Zona Euro 1.3%, el promedio de países emergentes y en desarrollo 3.7%, América Latina 0.1% y el mundo de 2.9 por ciento.
El último informe de estimación económica mundial del Fondo Monetario Internacional apunta a que México tendrá una caída de -10.5% este año, frente a -12.8% de España, -8% de Estados Unidos, -10.2% de la Zona Euro y -9.4% de América Latina y el Caribe. Sin embargo, nuestro país muestra una de las perspectivas de recuperación más débiles en 2021: 3.3% Vs 6.3% de España, 4.5% de Estados Unidos, 6% de la Zona Euro y 3.7% de América Latina.
Para complementar la comparación, el estimado para los países emergentes y en desarrollo es de -3% en 2020 y 5.9% en 2021; en Latinoamérica y el Caribe, -9.4 y 3.7 por ciento respectivamente; y para el mundo, -4.9 y 5.4 por ciento.
Presupuesto poco realista
Con ese trasfondo, el diagnóstico oficial con el que se construye el proyecto presupuestal para el año próximo no parece aterrizado con la profundidad de la recesión y la necesidad de apuntalar la recuperación.
El marco macroeconómico para el Paquete Económico estima una caída de -8% este año y una recuperación de 4.6% para 2021. Baste recordar que la última encuesta de Banco de México registró un promedio de -9.9% para este año y crecimiento de 3.1% en 2021.
La OCDE acaba de revisar a la baja el estimado para México en 2020: 10.2%, 2.7 puntos menos que en junio. Para 2021 lo mantiene en 3%. Moody’s prevé rebote de 3.7% en 2021, tras un -10% en 2020.
Hemos insistido en que dos puntos podrían parecer poco ante una contingencia como ésta. Sin embargo, para los ingresos tributarios puede hacer la diferencia entre que salgan las cuentas o no alcance el dinero. Así, lo más probable es que incluso crecerá el endeudamiento del país (en relación con el PIB): aun más de lo que hubiese aumentado si se hubiera contratado deuda o usado líneas de crédito disponibles para financiar una respuesta de contención del golpe económico.
Precedentes
Claramente hay factores internos preexistentes y estructurales, así como decisiones y omisiones en la respuesta a la pandemia, que explican la particular debilidad económica de México. Lo relevante es que no se puede armar e implementar un tratamiento efectivo para mitigar la recesión, así como acelerar y fortalecer la reactivación, cuando la radiografía de la crisis es equivocada.
Básicamente, la debilidad de México en el escenario de corto y mediano plazos responde a tres elementos que están “en nuestra cancha”:
1. Contracción de la inversión privada, debido a una creciente politización que afecta el clima de negocios del país. Sobre todo, a partir de una serie de medidas y actitudes que debilitaron la certeza jurídica.
2. Ante la pandemia, a diferencia de lo que ocurre en casi todo el mundo, lo que hemos visto aquí es ausencia de un plan de emergencia económica a la altura. Cero acciones sustantivas para apoyar a familias y empresas que han quedado sin fuentes de ingresos o las han visto mermadas. Nada para mitigar la pérdida de empleos, ayudar a la gente con un ingreso temporal sustituto, evitar cierres de negocios.
3. Un manejo deficiente de la epidemia. Ha retrasado la reactivación de la actividad económica y no se ve la salida, no obstante que van más de seis meses y México es uno de los países con más contagios y muertes.
Cómo cambiar el panorama
Hay que insistir en la importancia de la caída de la inversión. En el segundo trimestre del año, ésta representó el 19.6% del PIB: la proporción más baja en 13 años. Pero el problema precede a la pandemia: la tendencia negativa es apreciable desde la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
En los primeros cinco meses de este año, cayó casi 21% respecto al mismo periodo del 2019. Pero si nos remontamos a noviembre de 2018, de los 20 meses que han pasado para los que hay información, la inversión física tuvo caídas anuales en 19. En 2019 la caída acumulada fue -4.9%, el mayor retroceso en 10 años, desde la anterior crisis.
En junio vimos cómo México quedó fuera de la lista de AT Kearney de los 25 países más atractivos para inversión extranjera directa. Ahora, un reporte del Departamento de Estado estadounidense señala que el clima de inversión de nuestro país se deteriora por acciones como cambios regulatorios que afectan la certeza jurídica.
Claramente, con la inversión detenida, difícilmente puede pensarse en una recuperación rápida y vigorosa. Menos aún sin apoyos emergentes. Para cambiar la perspectiva, urge actuar en dos frentes:
1. Incentivar la inversión, con una actitud distinta de la que la ha ahuyentado, reducido o postergado, como la discrecionalidad en el accionar gubernamental.
2. Proteger los ingresos de la gente y la continuidad de las actividades económicas y las empresas, a favor de la actividad económica, evitar cierre de empresas y despidos, y estimular el consumo. Hace falta un acuerdo y un plan de emergencia a la altura.
De otra forma, la recuperación de los niveles económicos previos a la pandemia podría tomar el resto del sexenio, sin que podamos esperar crecimientos anuales de más de un inercial 2% tras un débil rebote en 2021.
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