La labor de jardinería tiene diferentes aristas, con implicaciones en acciones, actitudes y emociones muy diversas. Ahora en el aislamiento, es muy importante mantener ejercitado el cuerpo y ocupada la mente para proteger nuestra calidad de vida. Depende de tu cultura familiar, pero interactuar con la vida del mundo vegetal es una actividad muy placentera y terapéutica para personas de cualquier edad.
Quienes tienen la oportunidad de tener un espacio de área verde a cielo abierto en su domicilio, deben considerarse privilegiados y sacar la mayor ventaja de él, tanto en lo individual como a nivel familiar o comunitario.
De inicio debemos decidir qué tipo de jardín queremos tener: a) uno de tipo ornamental; b) uno de tipo huerto; o c) uno mixto. Nada más como referencia, para que te des cuenta de los beneficios de la interacción con el mundo vegetal, a partir del huerto se ha desarrollado la “terapia de horticultura”. Esta terapia puede tener muchas aplicaciones, por ejemplo: desde la creación de paisajes como mecanismo para ayudar a la recuperación de pacientes hospitalizados, el diseño y cuidado de jardines sensoriales para niños y adultos con problemas cognitivos, horticultura ocupacional y muchas otras.
Está plenamente documentado por la Sociedad Mexicana de Estudios de Calidad de Vida que hacerse cargo de seres vivos que ofrecen tanto como las plantas, otorga muchísimos beneficios. Por ejemplo: Impide el deterioro del lenguaje; el hacerlo en familia permite fortalecer lazos emocionales; interactuar; hablar; y comunicarse, además de que otorga un elemento de atención plena.
La belleza de un jardín, o de un grupo de macetas bien organizadas al interior de casa a falta de un espacio exterior, ofrece la oportunidad de tener un conjunto de árboles frutales y hortalizas, flores y leguminosas. Todo ello es una fuente inagotable de aprendizajes y encuentros que apuntalan nuestra percepción de bienestar y el aprecio de la calidad de vida que experimentamos.
Una composta casera
Una tarea simple con múltiples beneficios es iniciar con la gestión de una composta casera.
Los residuos o desperdicios orgánicos que tiramos diariamente a la basura se estropean produciendo gases que contribuyen al efecto invernadero. Una alternativa fácil para combatir las consecuencias negativas que esto provoca es hacer compostas caseras.
Esto significa poner en marcha el proceso de descomposición en el que la materia vegetal se convierte en abono; es decir, descomponer de forma natural los residuos orgánicos para que puedan reintegrarse a la tierra y nutrir el suelo. Además de esto, el producto resultante de la composta se puede utilizar para airear la tierra o como sustituto de fertilizantes químicos, mismos que pueden provocar efectos ambientales negativos como un aumento de los microorganismos o contaminación de las aguas subterráneas.
Los desechos orgánicos que podrás utilizar para tu composta deben ser solamente de origen vegetal, por ejemplo: frutas, restos de verduras, arroz, legumbres, raíces, papel, ramas, cartón o troncos. También puedes agregar cascarones de huevo, pero evita la carne o los huesos, pues esto podría atraer plagas y provocar mal olor.
Básicamente, las compostas se construyen con capas. Debes establecer una primera capa de hojas secas y/o cartón delgado; agregar una segunda capa de residuos orgánicos; y luego una capa de tierra. En este punto riega la composta de manera que se mantenga siempre húmeda; haz pequeños orificios a la tierra para que se oxigene; y una última capa de cartón delgado. Rómpelo en pedacitos y cubre toda la superficie, esto ayudará a que los insectos no se metan en la composta. Además, conservará mejor la humedad. Riégala cada dos días o cada vez que veas que dejó de estar húmeda. Puedes seguir agregando capas conforme vayas teniendo residuos orgánicos. Si trituras o licúas los que vas echando tendrás resultados más rápidos. Cuando obtengas la tierra resultante podrás usarla para tus plantas o huertos.
EN PERSPECTIVA, es un hecho que el aislamiento social se extenderá probablemente por lo menos por el resto del año, en mayor o menor medida, según tu tolerancia al riesgo. Así que aprovechemos, quienes podemos, esta oportunidad de quedarnos en casa haciendo actividades para las que nunca antes habíamos tenido tiempo y que ahora la “nueva normalidad” nos permite hacer. Cultivar un jardín, un huerto o un puñado de macetas es una oportunidad de utilizar nuestro tiempo en aislamiento para mejorar nuestra calidad de vida.
Es una oportunidad de oro, ¿no lo crees así estimado lector?
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