¿Que el futuro nos alcanzó? Y ahora, ¿qué sigue? (4ª Parte)

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Pues sí, dicen que el futuro nos ha alcanzado con toda esta historia de la pandemia del COVID-19. A saber si es o no esto el futuro. Desde la perspectiva lineal del tiempo, éste es un presente que nos sorprendió, sobre todo porque nos pescó con la guardia baja. No es que no se pudiera anticipar este riesgo, es más, personas como Bill Gates o instituciones como la OMS lo habían previsto y anunciado. No es de llamarnos a sorpresa ahora si se hicieron oídos sordos por atender otras cosas que, en su momento, parecían más importantes.

Además hay que darle una justa proporción al evento. Evidentemente el impacto del coronavirus es catastrófico, tanto a nivel de salud –morbilidad, mortalidad– como de desarrollo económico –o más bien, la falta de éste–. Y, a pesar de ello, es necesario tener en cuenta que, aun cuando no nos habíamos preparado para la contingencia, el desarrollo de la ciencia nos ha permitido encararla con menores riesgos y bajas. El recuerdo de otras epidemias, frescos aún en la memoria, nos permitirá tener presente que en anteriores sucesos, las poblaciones podían ser diezmadas por las epidemias. Sin embargo ahora, en el el siglo XXI, los avances de la ciencia y la capacidad de prevención y alerta temprana han ayudado a poner en buen resguardo a cientos y miles, es más, a millones de personas. Esto, siempre y cuando, realicemos la vigilancia global indispensable y actuemos oportuna y coordinadamente ante las primeras señales de las pandemias.

Para esta coordinación oportuna, para la actuación conjunta, es fundamental considerar algunos criterios que Yuval Noah Harari cita y que la historia ha demostrado. Estos son:

prevencion coronavirus
Ilustración: Behance.

~ No es posible protegerse permanentemente cerrando fronteras.
~ La verdadera protección proviene de estar alertas, compartir la información científica confiable y la cooperación internacional.
~ Lo más importante: entender que una epidemia en cualquier ciudad o país pone en peligro a toda la especie humana, porque los virus evolucionan, pueden transferirse inesperadamente de un animal a una especie humana, sufrir mutaciones, abriendo trillones de oportunidades de adaptación.

Si tenemos clara esta parte de la película, podemos recordar también que durante el siglo XX, para mayor precisión en los años 50, el mundo pudo derrotar a la poliomielitis y en los 70 al sarampión porque toda la población del planeta fue conducida a vacunarse; lo mismo pasó con la fiebre amarilla, la viruela y otras enfermedades. Es decir, a través del desarrollo de la ciencia médica hemos generado acciones estratégicas de protección para la supervivencia de la especie. Confiamos en que esta ocasión no será diferente. Sin embargo, hay situaciones que sí deberán cambiar y para saber cuáles, es necesario analizar las circunstancias que enfrentamos actualmente.

Primero debemos atender, si dilación, la problemática presente y sus efectos económicos y sociales, además de seguir mirando hacia adelante. “Para ello, cada Estado-Nación y los organismos regionales y mundiales se ven frente al requerimiento de fortalecer su capacidad de prever y atender coordinadamente y con oportunidad el establecimiento de los mecanismos necesarios para la vigilancia y coordinación, que garanticen la seguridad frente a las amenazas a la paz mundial, junto con la seguridad alimentaria, sanitaria, ambiental, social y un desarrollo verdaderamente sostenible e incluyente del planeta”. Palabras más, palabras menos, es el planteamiento del Informe Tepoztlán del Centro Víctor L. Urquidi.

coronavirus
Ilustración: Sua Balac.

Para lograr estos objetivos es necesario que planteemos reformas para la democratización del Consejo de Seguridad de la ONU, el FMI y el Banco Mundial. Nada más para empezar. La gobernanza excluyente debe transformarse. El esquema actual prevalece desde la Segunda Guerra Mundial y no es suficente ya para atender las necesidades actuales y previsibles del planeta. Los líderes con una visión incluyente, integradora y corresponsable escasean y la necesidad de buscar un chivo expiatorio se vuelve primordial para los gobiernos obtusos e ignorantes. Así vemos a los Estados Unidos de Norteamérica nuevamente acusando a China de tener la responsabilidad de la pandemia actual. Se le ha desmentido una y otra vez, sin embargo, ante la próximas elecciones en este país y la cortedad de miras de su actual dirigente, siguen dándole al violín sin asumir la responsabilidad de que le están dando también al violón. Ni siquiera asumen la responsabilidad de que su falta de respuesta asertiva ante la crisis inminente ha provocado una cantidad de decesos escandalosa en su territorio.

Además del implacabe azote del coronavirus COVID-19, las pandemias que tenemos la responsabilidad de atacar en el futuro próximo son: la pobreza generada a partir de la falta de equidad en la distribución de la riqueza. Estas condiciones son el mejor caldo de cultivo para las epidemias virales, bacterianas y también de las manifestaciones de falta de salud mental. La violencia como expresión de la frustración, de la enfermedad y del control de los mercados se expresa como un bumerang: si no detenemos su avance volverá, con toda su fuerza, a golpearnos mortalmente a todos.

Así es que, si asumimos que estas manifestaciones de lo social están integradas por las expresiones individuales, se nos presenta una valiosísima oportunidad de revisar nuestras almas, nuestros corazones y, a partir de ellos, lo que nuestra mente genera para que desarrollemos estrategias de supervivencia colectivas, es decir, para la especie. La amplificación de sentimientos, la reafirmación de prejuicios, intensificación de tensiones que exacerban los problemas, precipitando procesos destructivos tienen que ser analizados y deshabilitados como bombas de tiempo que, de estallar, nos reventarán a todos en la cara.

En este momento, el reto para la evolución –no sólo la biológica, genética sino hasta la espiritual–, consiste en ser capaces de ver más allá de nuestras narices. Debe ser incluyente e incorporar corrientes afectivas, habilidades blandas, que nos permitan aspirar a un futuro de cohesión en la diferencia, de respeto y aceptación en la diversidad. Para sobrevivir nos necesitamos unos a otros en la suma de esfuerzos individuales que generen una masa crítica para impulsar la evolución y el desarrollo del conjunto. Ése y no otro, es el futuro al que debemos aspirar si queremos efectivamente tener algún futuro.


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nr

Totalmente de acuerdo de que el modelito ya no funciona. Muy triste ver que intereses mezquinos y encontrar culpables sean mejores que encontrar soluciones.

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