La pandemia del COVID-19, la crisis económica global que provocó, sus efectos sociales y políticos, así como el futuro que nos depara, generan aún más preguntas que respuestas.
Sobre la pandemia del COVID-19 persisten muchas interrogantes en cuanto a su origen y evolución. En forma entendible, la atención se centra tanto en la elaboración de la vacuna como de los tratamientos y medicamentos que permitan curar este mal. Pero aún falta descubrir si el surgimiento de esta pandemia tiene una vinculación precisa con la contaminación que padece el planeta en todos sus ámbitos: el cambio climático, los efectos de la alteración de la composición geo-bioquímica de la Tierra, y la destrucción masiva de especies como consecuencia de los modelos de desarrollo depredadores de la naturaleza.
En el aspecto económico, es claro que vivimos la mayor crisis internacional de los últimos cien años. Para varios analistas esta crisis es solamente comparable con la “Gran Depresión” de 1929, que estimuló lamentables acontecimientos políticos como el triunfo del nacional-socialismo en Alemania.
Los organismos económicos y financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la OCDE, e instituciones regionales como el BID y la CEPAL, plantean la necesidad de movilizar cuantiosos recursos para superar esta crisis y retomar el camino del crecimiento y el desarrollo.
Cada país saldrá de esta problemática sanitaria y económica de acuerdo a sus capacidades. Los países altamente desarrollados, con una sólida posición fiscal, alta capacidad de endeudamiento y acceso a recursos financieros baratos, están en condiciones de canalizar grandes sumas de dinero para apoyar su recuperación. Las economías emergentes y los países pobres tienen un margen fiscal y una capacidad de endeudamiento mucho más reducidos. En consecuencia, es previsible que los efectos sociales y humanitarios de esta crisis sean mucho más graves.
Según la ONU, la economía mundial se contraerá 3.2% en 2020. La CEPAL pronostica una fuerte caída de la región. Asimismo, señala que en México esta crisis provocará un importante aumento de la pobreza y de la pobreza extrema. Este organismo señala que nuestro país tendría en 2020 un incremento de 4.8 puntos porcentuales en los niveles de pobreza extrema, en comparación con el año anterior, esto es, pasaría del 11.1% al 15.9% de la población en esta situación.
Como resultado de esta crisis global, en un primer análisis resulta que los sistemas sanitarios nacionales, aún en países desarrollados han sido insuficientes para la atención de la pandemia del COVID-19. Así también, es importante revisar y fortalecer a la Organización Mundial de la Salud (OMS). De igual forma, la estructura de las instituciones económicas y financieras multilaterales, y los mecanismos de cooperación internacional, resultan insuficientes para afrontar los riesgos globales.
Pero ahora falta saber cuándo y en qué términos vamos a regresar a la “normalidad”, y en la misma medida analizar cómo se va a dar la recuperación económica. Si las cosas van a volver a los esquemas de crecimiento económico altamente contaminante, destructor de la naturaleza y excluyente, corremos el riesgo de haber pagado un alto precio social, económico y humanitario que habrá sido inútil porque seguiremos siendo altamente vulnerables a los riesgos globales.
En este contexto, me parece importante atender al plan de recuperación que plantea la Unión Europea. Además de la movilización de cuantiosos recursos económicos a nivel continental en adición a los esfuerzos de cada país, el plan está basado en buena medida en el Pacto Verde y la Agenda Digital, según lo enuncia Úrsula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea.
El Pacto Verde europeo plantea cómo hacer de Europa un continente climáticamente neutro en 2050, impulsando la economía, mejorando la salud, y la calidad de vida de los ciudadanos, protegiendo la naturaleza y no dejando a nadie atrás. El Pacto Verde establece una hoja de ruta con acciones para impulsar un uso eficiente de los recursos mediante el paso a una economía limpia y circular; restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación. Para alcanzar estos objetivos se propone invertir en tecnologías respetuosas del medio ambiente; apoyar la innovación industrial; desarrollar sistemas de transporte público y privado más limpios, más baratos y más sanos; descarbonizar la energía; garantizar que los edificios sean más eficientes desde el punto de vista energético; y en forma muy importante promover normas medioambientales mundiales.
La Agenda Digital es también un proyecto que tiene varios años en desarrollo en la Unión Europea pero que se retoma con más fuerza a raíz del COVID-19, y conlleva re-diseñar las industrias y el sector servicios, siendo necesario incrementar la inversión en tecnologías digitales, infraestructura e innovación. Esto impactará prácticamente todos los sectores de la economía y la sociedad europeas.
En suma, en el proceso de recuperación y reconstrucción es necesario ir más allá para hacer sustentable el futuro de la humanidad. Son elementos fundamentales tanto el Pacto Verde como la Agenda Digital. Es indispensable diseñar una economía regenerativa, socialmente incluyente, así como preservar y fortalecer las libertades individuales.
La crisis provocada por el COVID-19 mostró cuán vulnerable es la sociedad internacional. Pero el confinamiento está mostrando también enormes posibilidades de acción de la sociedad civil y de la academia. Esta traumática experiencia que estamos viviendo nos enseña la urgencia de actuar para evitar otras catástrofes.
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