Sentimiento

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Tras 24 cornadas y más de medio centenar de operaciones, El Soro es sobreviviente del trágico cartel de Pozoblanco de 1984, cuando murió Paquirri.

Ciudad de México.- Hace algunos meses me platicó mi hermano Luis Alonso Carazo, periodista taurino que radica en Tijuana y también por varios años, juez de plaza de aquella localidad, sobre una probable reaparición de Vicente Ruiz “El Soro” en los ruedos y lo primero que se me vino a la mente fue que su condición física estaba muy mermada.

El siete de octubre de 1993 sufrió una grave lesión en la rodilla izquierda en la plaza de toros de Montoro (Córdoba) al poner un par de banderillas. Por aquellos años su última actuación la tuvo en la plaza portátil de Segorbe (Castellón) en un festival a beneficio del centro ocupacional, el nueve de abril de 1994.

Desde hace muchos años, El Soro va muy frecuentemente a Tijuana, de dónde son sus hijos y de dónde es quién fuera su esposa la hija del ganadero Hernando Limón. Desde entonces le aseguraba a mi hermano que algún día habría de reaparecer, siempre con la esperanza de volver a torear. Reapareció en España en un festival en Balmaseda (Vizcaya) en julio de 2014, cortando una oreja. Reaparece de luces en la plaza de toros de Játiva el 17 de agosto de 2014. Lo hace con éxito cortando las dos orejas del cuarto de la tarde y actúa en Foios el siete de diciembre de 2014, dándole la alternativa a su paisano Rafael de Foios cortando tres orejas y saliendo a hombros.

Vicente Ruiz dice que los toreros son “seres de otra galaxia” y lo demuestra, porque he aquí un hombre cincuentenario, que después de pasar tres años confinado en una silla de ruedas (precedidos de otros diez con muletas) regresa a la plaza de Valencia en Las Fallas, para actuar en un cartel muy rematado, alternando con Enrique Ponce con 25 años de alternativa y en la cima, así como José María Manzanares, el 16 de marzo con toros de Juan Pedro Domecq.

Y sigo con mi hermano Luis Alonso, porque durante todo el tiempo transcurrido hasta su reaparición, cada que venía a México, “El Soro” con José Luis Cervantes, ganadero y antaño novillero, platicaban de la ilusión tan grande que tenía. Algún día después de su milagrosa operación en España, Luis Alonso me envió unas imágenes de Vicente toreando en la ganadería de Baja California. Se notaba una mejoría, pero nada que presagiara una posible reaparición en los ruedos, lo hizo con la ayuda de una pierna biónica implantada por el cirujano plástico español Pedro Cavadas, conocido por sus logros en el campo de los trasplantes; no fue un proceso fácil, hicieron falta seis intervenciones y hubo que hacer frente a un rechazo y a la persistencia de la infección, a la que finalmente le puso un alto el traumatólogo Rafael Albert.

Tras 24 cornadas y más de medio centenar de operaciones, El Soro es sobreviviente del trágico cartel de Pozoblanco de 1984, cuando murió Paquirri y luego al año siguiente el otro alternante José Cubero Yiyo, quién por desgracia falleciera también de una cornada. Por muchos años Vicente paso por apuros económicos, se separó de su esposa y vivió horas oscuras. En Valencia, en su reaparición, dio muestra de lo que vale la voluntad humana para ser feliz.

En el ruedo se le vio pleno y satisfecho, le tocó un toro ideal para su condición física de la ganadería de Juan Pedro Domecq, que le ha permitido hacer una faena completa, una media, las banderillas y una serie de naturales quedan para el recuerdo, se llevó una oreja y al final lo sacaron en hombros por la puerta de cuadrillas, al no haber conseguido la segunda para cumplir con el reglamento taurino para salir por la puerta grande, pero quién se fija en esas minucias, cuando lo que se fue en volandas de la afición valenciana, fue el deseo de vivir del torero, de comer buñuelos, como lo dijo en la entrevista que le hicieron en la televisión.

También por ese mismo medio, le envió durante la corrida un fraternal saludo a mi hermano Luis Alonso que está luchando por seguir viviendo y mucho se lo agradecemos, habla de una persona con la claridad para acordarse del amigo en las horas de dura batalla e impulsarlo para seguir en la brega. Su actuación nos muestra claramente el mensaje de tomar una idea con ilusión, enamorarse de ella y conseguir después de muchos años darse el gusto de reaparecer en dónde claramente es un ídolo.

Las crónicas las harán otros, hoy lo que sobresalió de la corrida de Valencia desde mi prisma, fue el sentimiento que acompaña al toreo, ese que es el más poderoso elixir para que sea para quienes nos gusta algo tan especial y tan profundo, que no tiene palabras para describirse, por eso la plaza entera gritó a la vida: Soro, Soro, Soro.

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