Sobrecalentamiento político

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Llegue a Europa hace 10 días, previa escala en Nueva York para, tomar unos baños rusos, comprar un par de libros de historia y planear con mi amigo MB, un viaje a Fez, Marruecos, para acudir por segunda ocasión a su festival de música religiosa el próximo mes de mayo.

 

Vine a Europa para darme el gusto de acompañar a mis hijos en sus procesos de renovación de clases, en la Escuela Normal Superior de Lyon, Camila, Johns Hopkins, en Boloña, Gastón y Janson de Sailly, en París, para Matías. Viajar por estas ciudades me ha permitido tomar la temperatura política de una parte  del mundo a través de la prensa, los medios y  conversaciones varias. La cosas huelen mal para nuestro mundo, muy mal, huelen a feromonas bélicas, a nacionalismos, a guerra.

 

Pongamos sobre la mesa algunos elementos aislados. En el G-20, Los gestos de Putin y  Obama al saludarse más por necesidad que por cortesía. La frialdad en la recepción a Obama y los empujones físicos entre los cuerpos de seguridad chinos y norteamericanos, Erdogan, el presidente Turco que se toma por Sultán, con agenda sobresaturada atendiendo la vocación de chinos, rusos y americanos que quieren entender y negociar sus intereses energéticos y por ende estratégicos con él.

 

Mientras, en el entorno, Pyongyang hace ensayos balísticos hacia el mar de Japón y drones –aparentemente norteamericanos- matan a siete u ocho líderes religiosos y militares en Yemen, donde en un año han muerto en ataques de este tipo alrededor de 7 mil personas. La temperatura está subiendo y son múltiples  ya los frentes abiertos en a península arábica y en la frontera eurasiática.

 

Por otra parte se juega al nacionalismo. Los resultados de las elecciones en Alemania dan un revés a Ángela Merkel, quien sin embargo debiera beneficiarse de una opinión pública favorable ya que la economía  crece por encima de la media europea y de más del 8%  la exportación en algunos rubros. Para decirlo corto, a diferencia de México donde a decir de algunos expertos estamos mal pero vamos bien, los Alemanes están bien pero van mal.

La política migratoria de Merkel ha probado ser positiva pese a las crítica de sus opositores de la derecha populista y ultranacionalista, sin embargo el voto favorece a los segundos. Y es que el discurso simplificado que utilizan los populismos en todo el mundo, tiene efecto positivo y cuantificable.

 

El Siglo XXI avanza rápido, en menos de 20 años hemos pasado del mundo unipolar al mundo bipolar y de allí al mundo multipolar de nuevo. China cuenta su historia desde el poder, desde allí lo hacen también Moscú y Washington. Otros, mientras tanto, aprovechan esta confusión, el Estado Islámico desde luego, pero también Erdogan y Bashar al-Ássad, archienemigos unidos por los intereses externos.

 

La política es hoy, en algunos lugares, demasiado real, demasiado comunicada y poco informada tanto por sus actores como por el ciudadano que la vive, la mayoría de las veces para padecerla, oscura en sus intereses, la política mezcla lo individual, lo militante y lo social. Hoy, no importan la retórica, el carisma el compromiso y prevalecen las negociaciones impositivas con base en intereses circunstanciales y fácticos: Hay un sobrecalentamiento político en el mundo.

 

En la lucha por la investidura presidencial en los Estados Unidos, una cosa es el debate entre las personas y otro entre los partidos. Ella y él, no se interpelan, ellos (los partidos) están dolorosa e internamente divididos. Para quienes miran las cosas con distancia ambos candidatos deberían estar enfrentando la justicia por sus respectivas bribonerías.

 

La señora Clinton no puede ocultar la red de intereses que ha venido tejiendo desde el poder y la ingenuidad del empresario Trump no ha dejado de sorprender por lo inesperado de algunos de sus comentarios como sus declaraciones concernientes al diálogo Israel/Palestina.

 

En Francia la política esta pulverizada en fracciones en búsqueda de ideología, Sarkozy coquetea con la extrema derecha de Marine le Pen cuando le conviene, el ex ministro Macron se dice moderno y busca seducir en la Gran Bretaña a los franceses liberales y expatriados, Melanchon físicamente a la izquierda, busca seducir a las oligarquías, Hollande, perdido entre dossiers internos y externos no encuentra su plataforma.

 

En Inglaterra la Primera Ministra Theresa May, revisita la retórica al definir el Brexit como el Brexit… Antigua defensora de una Europa unida hoy confronta al populismo que ganando el referéndum parece tender a perder una batalla económica cuyas consecuencia no han comenzado a sentirse. La Gran Bretaña busca estribos que le den popularidad a su gobierno e intenta procrastinar los efectos de su decisión.

 

Mientras, en Italia, Renzi, las sufre con la renuncias y reacomodos en su gobierno, los organismos internacionales, BM, OCDE, ONU, parecen muy ocupados con sus pequeñas batallas para posicionar sus agendas siempre dislocadas.

 

Europa no se encuentra a sí misma después del Brexit, la confunde una crisis de identidad en que no se descubre unitaria en lo económico, en lo religioso, en lo étnico o en lo político. Demasiadas rupturas son la antesala del caos.

 

Los grandes baremos internacionales:  energía, minas, alimentos, medicina, automotriz, telecomunicaciones, mientras tanto, llevan sus propias luchas y las querellas entre los grandes grupos son violentas constantes e impías. Los grandes capitales, las grandes empresas orientales y los recién llegados en cada materia representan un grupo de poder e intereses a veces insospechados.

 

Decía Karl Marx que la historia se presenta como tragedia y se repite como comedia. Este segundo caso parece ser el escenario de lo que estamos hoy viviendo, la comedia de una guerra anunciada.

 

Migración galopante, deflación, devaluación, poco crecimiento, individuos cabizbajos haciéndose de un lugar en las redes sociales y comprando los nuevos gadgets tecnológicos, tatuajes repetidos ad nauseam, hacen de la piel el nuevo espacio de la individuación y crean esferas de identidad cada vez mas pequeñas.

 

No parecen haber diálogos ni conversaciones, sólo monólogos solipsistas, tautológicos, onanistas.  La humanidad quiere tiempos mejores y es tiempo de construirlos.

 

Y ante esta realidad observamos en el mundo un mestizaje detenido, una mixidad inhibida, las personas parecen refugiarse en codificaciones de sus referentes más inmediatos, aquellos que les procuran cierta seguridad, cierto placer, cierto entretenimiento, cierta hipnosis. Aparecen nuevas y mas sutiles formas de racismo disfrazadas de lo políticamente correcto.

 

México y otros países en su condición se deben nuevas narrativas para encontrar  su identidad menos perdida que inacabada. Allende las marchas y los reclamos fáciles y previsibles debieran emerger  ideas y con ellas personas, no partidos,  que sepan canalizarlas para el mejor porvenir posible.

 

Jóvenes menos arribistas y mas sensibles, con menos ambición y mas emoción. México es grande, los conquistadores navegaban con brújula y estrellas en su territorio, no estaban acostumbrados a la  poca densidad.

 

Pero siguieron llegando conquistadores, de la tierra unos, de las personas otros, encomenderos de las minas, del petróleo, del espacio urbano, del aire y el espectro radioeléctrico, de los deseos los mas recientes y no han forjado patria.

 

Es tiempo de dinamizar nuevas condiciones para que esos conquistadores devengan en emprendedores, en hacedores de país incluyente, sensibles  padres forjadores de esta tierra nueva aún que es Latinoamérica. Conciencia de identidad, conciencia de globalización, actitud emprendedora, habilidades narrativas, capacidad de compromiso, evicción de la corrupción… unos cuantos pasos y un horizonte mejor.

 

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