Cuando el COVID-19 haya menguando y las angustias se tornen a su nivel cotidiano, habremos de apreciar las conductas y desventuras sociales a las que la pandemia nos llevó. Unos seguirán en búsqueda del business as usual, otros seguirán en su lucha grotesca por la política a la carta y otros esperando la economía pública de gasto y más gasto sin prioridades generales y valederas. La triste realidad es que habrán de asumirse pérdidas, luchar por recomponer buena parte de lo destruido y volver la vista a ver el tren que ya venía.
La política, la sociedad y la economía habían entrado desde inicio del siglo en un rápido cambio que en varios casos llevó al desastre y en otros agudizó la necesidad de un cambio con rumbo y destino. La política del entretenimiento, de las celebridades, del fake news ya había estado presente allá, acullá y aquí. La fiesta de los años locos de la abundancia de los menos y de las carencias de los más, habían llevado a la voracidad y al desengaño. Los intentos de justicia social eran escarceos iniciales que habríamos de ver destruidos antes ser coronados.
El capital financiero había sido ya desinflado con las dot.com, su desgobierno, las ilusiones vanas de casas e hipotecas habían afectado el empleo de millones, y la supuesta recuperación económica infló un enorme balón de especulación. Ya sabíamos que era tiempo de pagar deudas espurias y de excesos.
Así, con el COVID-19 en sus consecuencias, entenderemos que ha sido un simple catalizador que puso en evidencia un fin de ciclo. Para unos del mismo capitalismo, y para otros de una segunda muerte del laissez-faire, como sucedió en el 1929. Todo habrá que cambiar, no como cada quien quisiera o como cada quien deseara, sino de manera institucionalizada y con acuerdos políticos generales. Será entonces más necesaria la política y el Estado, so pena de desgarrarnos y terminar bañados en sangre y más dolor.
Un siglo después de otra pandemia que fue acompañada de la emergencia de una nueva realidad, tenemos la oportunidad de crear un mundo con una realidad diferente, en justicia, equidad, inclusión, donde el interés general esté por encima del interés particular y de los grupos que han terminado abusando de todos. Un mundo democrático en donde nadie goce del derecho de abusar de los demás. Ése es el reto y la base de una nueva y diferente realidad.
No hay tiempo para fantasías y vanas utopías. El reinicio del siglo XXI nos marca la oportunidad de una normalidad diferente, deseada por los más.
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Excelente artículo…muy actual y realista…felicidades
Magnifico artículo que describe muy claramente los efectos de la pandemia en todos los sectores de la población.
Felicidades !
Excelente explicación real y objetiva