A raíz de la visita de la delegación de alto nivel del gobierno de Donald Trump al próximo presidente de México, en el que participó buena parte de su equipo de trabajo, encabezado para ese efecto, además de López Obrador, por Marcelo Ebrard, futuro secretario de Relaciones Exteriores, me parecen convenientes algunas consideraciones.
En primer término, hay que destacar, desde luego, el alto nivel de la delegación visitante, encabezada por el Secretario de Estado y ex Director de la CIA, Mike Pompeo; la participación del Secretario del Tesoro, el ex banquero Steven Mnuchin y la titular de la Secretaría de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, así como por el inefable yerno de Trump, Jared Kushner.
El gobierno de AMLO tendrá un entorno global crecientemente complejo en todos los órdenes, pero el objeto de esta colaboración es comentar su relación con el gobierno de Trump.
Un aspecto de este contexto es destacar que AMLO debió su éxito electoral, en buena medida, a su oferta de combate a la corrupción y a la impunidad. De igual forma, se comprometió a luchar en forma prioritaria contra la pobreza y a mitigar la desigualdad. Asimismo, insistió en dejar de lado el neoliberalismo y a darle al Estado un nuevo papel para, entre otras cosas, hacer prevalecer el interés general sobre el privado.
Por su parte, los pilares fundamentales del proyecto político y económico de Trump son exactamente los opuestos. Para el gobierno de Trump un objetivo fundamental es, fraseando a Naomi Klein, “la destrucción del Estado regulador”; una ofensiva absoluta contra el Estado de bienestar y la cancelación de los servicios sociales públicos. Otros rasgos de su proyecto es el estímulo al consumo de combustibles fósiles, que pasa por la negación del cambio climático, así como la guerra de civilizaciones y su actitud frente a la migración.
Destaco tres aspectos de la política de Trump. Una es la desregulación y la supresión de la actividad gubernamental que se inscribe en la tradición de la ultraderecha del partido republicano. Es ir más allá del legado de Ronald Reagan y de George W. Bush, en línea con el “Tea Party”, los intereses y postulados de los hermanos Koch y el sector más radical de los republicanos. Se trata de una política que fortalece a las grandes corporaciones empresariales. Un segundo aspecto es la confusión del interés público con el privado. El conflicto de interés entre el gobierno de Trump con sus intereses corporativos, no se había visto nunca en la historia de ese país. El tercero, y por mucho el más trascendente para el futuro del planeta y de la humanidad entera, es la ignorante negación del cambio climático y de su desastroso efecto para el futuro de todos.
La relación del próximo gobierno de México con la administración Trump puede ser difícil. El actual inquilino de la Casa Blanca sostiene una actitud agresiva y beligerante contra México, Canadá, China y la Unión Europea, entre otros. No deja de llamar la atención la agresividad de Trump en su actual gira europea que contrasta con la obsecuencia y sumisión frente a Vladimir Putin, en la reunión de Helsinki que ha indignado a todo el espectro político estadounidense.
La relación entre nuestros países es altamente compleja, y comprende a todos los ámbitos de la administración pública. Pero quiero destacar uno que puede ser positivo: la importancia de estimular el desarrollo del sur-sureste de México, entre otras medidas, a través del estímulo de la obra de infraestructura, como ya se ha anunciado por parte del futuro gobierno. Este proyecto debería ir acompañado por una especie de Plan Marshall, con fuerte apoyo internacional para el desarrollo de Centroamérica, en particular de los países del llamado Triángulo del Norte. El pleno desarrollo social y económico sustentable es la base para una región más segura y equilibrada. Una propuesta similar se ha planteado en Alemania para el desarrollo de África. La única forma de detener la migración es creando las condiciones de desarrollo para la población de los países expulsores de migrantes.
En suma, entre otros problemas, el gobierno de México enfrentará un complejo entorno internacional que se caracteriza por la muy acelerada destrucción de la naturaleza, de la cual el cambio climático es sólo un aspecto, la regresión autoritaria que se observa en países de diversas regiones en el mundo y que incluye la violenta represión en Venezuela y Nicaragua, los peligros de una guerra comercial global y de una nueva crisis financiera y, desde luego, la crecientemente compleja relación con Estados Unidos.