Institucionalización: antídoto contra la corrupción

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La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Groucho Marx.

La corrupción es el tema recurrente en las campañas presidenciales. Los cuatro candidatos han convertido este asunto en sus caballitos de batalla. Han insistido en que es el principal mal a combatir en México y se han referido a éste en distintos foros con alusiones, más que con argumentos, y propuestas tan diversas como desarticuladas.

En este contexto de incertidumbre pudiera resultar útil reflexionar acerca de algunas medidas posibles para evitar a esta hidra, cuya cabeza más visible se advierte en la política y la administración pública, pero tiene muchas otras que se despliegan hacia todos los estratos sociales.

Entre las causas estructurales de la corrupción en nuestro país, se encuentra un sistema político administrativo que genera un ejercicio vertical y unipersonal del poder centralizado al más alto nivel. Este estilo de gobernar ha conformado una especie de subcultura en la que los titulares de dependencias y entidades públicas, los gobernadores y presidentes municipales, los legisladores y los jueces, están expuestos a la tentación de seguir la misma lógica: eludir el Estado de Derecho y, por lo tanto, actuar con un alto grado de impunidad.

Sin embargo, la corrupción es un juego con dos actores como mínimo. La segunda parte se sitúa en todos los sectores de la sociedad y hasta en algunos ciudadanos. En su afán de obtener beneficios o ventajas aprovechan los vacíos y contradicciones de la Ley, paradójicamente, en su propósito de conferir legalidad a lo ilegal.

Ciertamente la corrupción es un asunto complejo. En cualquiera de los interesados puede surgir la iniciativa para tratar de materializarla. Articularla implica explorar la disposición que pueda existir en la contraparte. De no prosperar el “acuerdo”, las posibles soluciones se ven entorpecidas en el tiempo, en los laberintos burocráticos… o simplemente no llegan.

Me pregunto: ¿cómo prevenir esta degradación de la ética pública?

Debemos reconocer el problema como un hecho colectivo y no atribuirlo sólo a personas en lo particular. Es preciso tener claro que cuando se presenta un acto de corrupción éste no sucede de manera aislada. Es consecuencia de condiciones propicias para que suceda. Por lo tanto, tenemos que profundizar en la institucionalización de la acción pública, privada y social:

  • Institucionalizar significa, en primer término, contar con un orden normativo cuyo cumplimiento no tiene alternativa.
  • Institucionalizar es descentralizar el ejercicio del poder y hacer que la capacidad de decisión incida en la sociedad en su conjunto, sin perder la rectoría del Estado.
  • Institucionalizar consiste en promover el conocimiento profundo de la función pública. Es mandatorio tener claros los alcances y límites de actuación, así como los procesos sustantivos, administrativos y de cooperación internos y hacia el exterior de cada organización.
  • Institucionalizar implica desarrollar un capital humano comprometido con el significado del servicio público y con la responsabilidad que ello implica. La capacitación permanente es la que actualiza y motiva el eficaz cumplimiento de las tareas gubernamentales.
  • Institucionalizar es mantener un flujo de información pertinente y de fácil acceso a todos los niveles jerárquicos y a la ciudadanía, a fin de cotejar lo que se dice del quehacer gubernamental con las expectativas de la sociedad.
  • Institucionalizar requiere de un sistema de evaluación. Esto permite al sector público conocer qué, cómo, cuándo, dónde, quién, cuánto y por qué se hacen las cosas. Al sector social lo faculta para medir los resultados concretos de la conjunción socio-gubernamental.

La educación debe ser el instrumento privilegiado contra la corrupción: en la familia, en todo el sistema educativo, hasta llegar a las instituciones mismas. Se trata de inculcar valores y principios de convivencia democrática, que implican compartir el poder, que no es de alguien en lo individual, sino de la comunidad nacional.

Intencionalmente he omitido referirme al sistema sancionatorio que debe existir. Insisto en establecer mecanismos de colaboración e interacción entre los poderes y órdenes de gobierno con todos los integrantes del conglomerado social.

La corrupción no es de origen cultural, como se ha pretendido justificar. Es el resultado de promover incentivos perversos para servirse del poder al margen del interés público. La institucionalización debe ser un antídoto.

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