Notas en torno a la democracia

Lectura: 4 minutos

Los hechos posteriores a las recientes elecciones en los Estados Unidos de América, consistentes  en la irrupción en el Capitolio de Washington de grupos de inconformes por la ratificación de John Biden como presidente de Estados Unidos han causado una conmoción, no sólo en dicho país, sino en varias partes del mundo. Era un hecho impensable. De ahí la inquietud por tratar este tema. Pero no de política partidista o algo semejante, sino a lo que los griegos designaban como las cosas referentes a la polis y, por ende, las formas de gobierno de una sociedad ordenada.

Cuando hace cuatro años el hoy saliente presidente Donald Trump se impuso a la demócrata Hillary Clinton, muchos se preguntaron por qué había ganado aquél si, en rigor, Clinton había obtenido más votos, al menos 300,000 más. En la Historia de Estados Unidos de América, ha habido cuatro casos más en que un Presidente gana aún cuando no tuvo la mayoría del voto popular, tales son las elecciones de 1824, 1876, 1888 y 2000.

Alexander Hamilton democracia
Alexander Hamilton [1757-1804].

La respuesta tiene que ver con el sistema norteamericano de elección del presidente por votación indirecta a través de Colegios Electorales y no mediante sufragio directo de los votantes. El Colegio Electoral está conformado por delegados de todos los estados del país, más la capital, para sumar 538 (100 senadores, 435 pertenecientes a la Cámara de Representantes y 3 más de Washington DC). El número de electores es proporcional a la población de cada estado, de modo que California, por ejemplo, representa 55 electores, por albergar a una vasta población (39.5 millones a finales de 2019), mientras que el norteño estado de Montana (con 1.06 millones de habitantes), sólo cuenta con 3. El ganador de la contienda electoral será quien obtenga la mitad de los electores más uno, es decir, un mínimo de 270.

Este sistema se remonta al siglo XVIII, y fue ideado por el político, abogado y escritor Alexander Hamilton [1757-1804], y el político estadounidense James Madison [1756-1836] —quien llegaría a ser el cuarto Presidente de ese país—, y era una forma de prevenir que un demagogo populista, un loco o alguien incapaz, fuera elegido por una muchedumbre iletrada e influenciable. Madison incluso escribiría, en 1788, en The Federalist,no. 68, que ello aseguraba la “certeza moral” de que: “the office of President will never fall to the lot of any man who is not in an eminent degree endowed with the requisite qualifications[1] (“la oficina del Presidente nunca recaiga en ningún hombre que no esté dotado en grado eminente con las calificaciones requeridas”). La gran ironía es que ha sido este sistema el que permitió que eventualmente ocupara esta oficina un hombre de tan escasas virtudes políticas como Donald Trump.

democracia

Estas consideraciones nos remiten a las propias nociones de democracia y demagogia que fueron precisadas por los antiguos griegos, especialmente por Aristóteles, en el III libro de la Política (traducción del Dr. Gómez Robledo).  A propósito de los regímenes políticos o constituciones —como las llama el filósofo—, encontramos que en la democracia el soberano es, ciertamente, el pueblo, contrariamente a la oligarquía, en que lo es la minoría (1278b 15). Hasta aquí todo suena muy natural.

El problema es que para el Estagirita, la democracia, tan celebrada en nuestros tiempos, era más bien una desviación de la república (politeia) o gobierno constitucional, entendido éste como el regimen en el que “la multitud gobierna en vista del interés público” (1279a 38). Aristóteles afirma que la democracia es el gobierno de la multitud, pero específicamente cuando éste recae “no en los poseedores de cuantiosas fortunas, sino en los indigentes” (1279b 20). “Donde quiera que un grupo de hombres, sean poco o muchos, gobiernan por la riqueza, habrá necesariamente una oligarquía, y donde gobiernan los pobres, una democracia”, remata de manera poco enaltecedora. Y aún más: el vicio extremo de la democracia, su máxima degradación o corrupción, es la demagogia, pues el demagogo —afirma el filósofo en el libro V— es el “adulador del pueblo” (1313b 40), aunque en el fondo, no es más que un tirano.

En efecto, y resumiendo el pensamiento aristótelico en torno a las formas de gobierno y sus desviaciones, tenemos que: la monarquía (forma de gobierno unipersonal que mira por el bien público), tiene por desviación a la tiranía; la aristocracia (el gobierno de más de uno, pero de pocos), tiene por desviación a la oligarquía (pues son pocos, ciertamente, pero no los mejores), y la república (en donde muchos gobiernan en vista del interés público) tiene por desviación a la democracia (pues al tener por mira a los pobres, no considera el interés común, aun cuando aquellos puedan ser muchos).

democracia aristoteles
Aristóteles [384 – 322 a.C.].

No es éste el lugar para una exposición detallada, pero Aristóteles se inclinará más por el gobierno de los mejores y virtuosos; algo más cercano a la aristocracia, pero en el sentido griego más profundo de ἄριστος (áristos), lo “mejor”, lo “excelente”.

A lo largo de la historia, la democracia, ha tenido una gran evolución en razón de la culturización y educación de los pueblos y en la actualidad es una forma de preservar la libertad. Los ataques a la democracia, en algunos casos, curiosamente surgen de gobiernos elegidos, es decir, erigidos por medio de elecciones en contraposición a imposiciones, como en el caso de un golpe de Estado.

Sirvan estas notas al amable lector para normar su criterio y quizá comprender mejor a qué se refería Hamilton con aquello de las “requeridas calificaciones” del primer mandatario. Pero también para estar atentos ante mensajes “políticos” de ciertos personajes —que escuchamos cada día— que ofrecen, por ejemplo, sólo dádivas a los pobres (pisoteados por los ricos) o que prometen a la muchedumbre volver grande de nuevo a una nación. ¿Le suena? Quienes proclaman tales cosas son sólo aduladores populares.


Notas:
[1]The Mode of Electing the President”, The Federalist, no. 68 (14 mar. 1788)


También te puede interesar: El valor de lo intangible.

5 1 voto
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
3 Comentarios
Más viejo
Nuevo Más Votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Ivan

Lamentablemente lo acontecido en la toma del capitolio ya lo vivimos en México, y esas figuras mesianicas, auto proclamadas salvadoras, seguirán vigentes si México no cambia su educación, “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” – José de Maistre-.

Teléfono
5586114506
Alejandro D Garza

Que buen escrito, una delicada prosa, una cápsula cultural, como siembre. Muchas felicidades.

L FoB

Muy buen articulo. Lastima q nuestro país esté tomado por la “democracia” y no se vea el interés general. Que al final beneficiaría a todos.
Próximamente será la hora de hacer el cambio y que así sea.

3
0
Danos tu opinión.x