Adolph Hitler

Stalin, un DeeJay poco común y el culto a la personalidad

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El único integrante del Trío Calavera (Hitler, Stalin y Mussolini) que no le dio por la artisteada fue a Stalin. Por supuesto fue un gran artista en el arte de exterminar gente, pero a diferencia de sus megalómanos compadres, quienes en algún momento de su historia trataron dedicar su vida al arte –Hitler a la pintura y Mussolini a la actuación y la literatura (llegó a publicar una novela ¡malísima!)–, Stalin no pretendió ser un artista per sé, si bien mostró “sensibilidad” para el cine, para plantar rosales y limoneros (de los que estaba orgulloso hasta las lágrimas), para jugar luchitas con los niños en su casa de campo, y sobre todo para cantar con buen pulmón canciones campesinas de la vieja Georgia, su tierra natal, himnos religiosos (no se olvide que de niño fue un aplicado monaguillo) y arias de sus óperas favoritas que sabía de memoria.

Ekaterina Voroshilova, entonces esposa del comisario de Defensa, Klim Voroshilov y en sus ratos libres amante de Stalin, apuntó en su diario:

(Stalin) tenía una buena voz de tenor, rara y dulce, además de una gran entonación (…) Hubiera podido ser un excelente cantante profesional.

Sólo eso faltaba, que además de aniquilar y matar de hambre a un aproximado de cincuenta millones de sus compatriotas durante su mandato (1924-1953), lo hiciera cantando arias de Rigoletto.

Iosif Stalin
Iósif Stalin (Fotografía: La Jungla Social).

Y mientras millones de rusos comían perros, caballos, corteza de árbol o eran refundidos en la estepa siberiana en la nada amigables mazmorras de la policía secreta, el jefe de hierro celebraba sus famosas pachangas en su dacha (casa de campo), en Sochi, al sur del país, donde personalmente se encargaba de ser el DeeJay (DJ)de la fiesta:

“Cambiaba constantemente de discos y entretenía a los invitados. Le gustaban las canciones divertidas”, apunta Voroshilova. Así, conforme pasaba la noche, el Jefe de jefes ordenaba a los contertulios a bailar, quisieran o no, hasta el amanecer: “La música es una cosa estupenda, convierte a las bestias en hombres”, comentó en alguna ocasión Stalin al presidente Truman (¡vaya que sí!).

Nadezhda Alilúyeva (esposa de Stalin), Iósif Stalin, K. Voroshilov y su esposa Ekaterina Voroshilova
Nadezhda Alilúyeva (esposa de Stalin), Iósif Stalin, K. Voroshilov y su esposa Ekaterina Voroshilova (1932).

Curiosamente tanto el gramófono como los discos que usaba en sus soirée eran de la competencia, o sea norteamericanos. Por lo mismo se tenían que utilizar en un ambiente de privacidad, más cuando los géneros musicales favoritos del momento, tanto en Estados Unidos como en Europa, pertenecían al ámbito del jazz, un género que en el escritor y político Máximo Gorki dijo en un gran mitin, en 1928, que conducía al homosexualismo.

Sin embargo, dentro del recio aparato comunista, en el fondo y en lo privado, lo que más gustaba a los camaradas de alto rango que podían tener acceso privilegiado a la música foránea, era el foxtrot, el swing y el boogie-woogie a todo trapo. Cosa de imaginar a DJ Mostachón echando chancla al compás de un vivaracho charleston.

Los integrantes del Trío Calavera tuvieron una gran debilidad por el cine. Hitler veía una película diaria después de cenar, inclusive en lo más peliagudo de la guerra. Mussolini no sólo le fascinaba el séptimo arte, también tuvo su oportunidad de oro al actuar en una película de Hollywood, The Eternal City (1923). El filme duraba veintiocho minutos y trataba de promover el fascismo en América. En él, el italiano chaparrito cuerpo de aceituna salía de galán, su sueño dorado. Un año antes de que se filmara, Benito Mussolini (su padre lo llamó así en honor a Benito Juárez) hizo su emblemática y famosa entrada multitudinaria en Roma, apoyado por los camisas negras que lo llevarían al poder.

trio calavera
De izquierda a derecha: Iósif Stalin, Adolf Hitler y Benito Amilcare Andrea Mussolini.

Los integrantes del trío invirtieron grandes cantidades de tiempo y dinero en el cine, no sólo para su solaz divertimento, sino para usarlo como divulgación ideológica: si el medio es el mensaje, entonces las salas de cine eran las “nuevas catedrales” y en ellas el pueblo se tenía que alimentar por medio de la imagen del líder máximo, que adoctrina y dirige a sus feligreses.

Para entonces Rusia ya tenía tablas en el mundo la cinematografía. Ellos formaron la primera escuela de cine en el mundo. A su vez fueron los soviéticos los primeros en convertir las películas en un arma política de largo alcance. El cine –decía Stalin–, “representa, en manos del poder soviético, una fuerza inmensa e inestimable. Poseyendo medios excepcionales de acción ideológica sobre las masas, ayuda a la clase obrera y a su partido a…”, bla, bla, bla…

Por supuesto Stalin se convirtió en el DeeJay supremo de la cinematografía rusa: quitaba y ponía la película que le daba la gana y sólo se exhibían las que él decía. Nombraba o corría a productores, directores y actores a capricho, metía sus narizotas en las ediciones de los filmes, corregía los libretos y supervisaba personalmente el proceso hasta el final.

censura Stalin quita a Trostsky de pelicula Octubre
El ilustrador Petre Nikolaievitch Staronosov hizo una reinterpretación a pedido de Stalin eliminando de la escena a Trotsky y Kámenev y haciendo hablar a Lenin en el estrado. Esta ilustración se utilizó para un álbum titulado “La vida de Lenin” (fuente: educomunicacion.es).

Por supuesto no había película que no estuviera tachada por algo ajeno a sus “ideología”. Llevó a tal grado su censura que llegó a cambiar la historia de toda una película ya filmada. Esto no sólo costaba cientos de horas de trabajo artesanal, sino enormes sumas de rublos –a veces más de lo que había costado filmarla–, como sucedió con la película Octubre (1927), de Sergei Eisenstein: para no tirarla a la basura, pues contenía propaganda poderosa, mandó a borrar cuadro por cuadro a todos los dirigentes del partido que para él eran enemigos del pueblo, una tarea titánica de photoshop sin que existiera éste. Así, por arte de magia, el enemigo Trotsky desapareció de la película.

Serguéi Eisenstein
Serguéi Eisenstein (1898-1948), director de cine y teatro soviético de origen judío. Stalin censuró la película de Eisenstein, “Octubre”, que se iba a estrenar el 7 de noviembre de 1927, y se retrasó en su estreno hasta 1928. Eisenstein tuvo que volver a editar la película para eliminar toda referencia a León Trotsky (fuente: educomunicacion.es).

Por supuesto en todas las películas producidas por el trío, los personajes principales tenían a fuerza que parecerse a estos ególatras. Así vemos a Hitler apareciendo como Otto Bismarck, en Bismarck (1940), o a Mussolini como Scipione el Africano (1937), en la película homónima. Pero Stalin exageró, pues sólo un actor podía encarnarlo en todas las películas: Mikheil Gelovani. Durante quince años este pobre histrión no pudo tener ningún otro papel ni trabajo que no fuera el de Papá Josef, so pena de amanecer adentro de una lata de película de 35mm enchapopotado. Obviamente fue galardonado con los más grandes premios del comité y el pueblo, pero a la muerte del georgiano su carrera prácticamente se terminó. Más tarde, cuando Nikita Kruschev denunció los crímenes de Stalin, Gelovani cayó en desgracia y sus escenas también fueron borradas una por una.

Mikheil Gelovani stalin
Mikheil Gelovani, actor georgiano-soviético, conocido por sus representaciones de Joseph Stalin en el cine.

Así fue como los novedosos medios de comunicación, el cine y el radio, no sólo se convirtieron en una herramienta para despabilar el culto a la personalidad, sino que con ellos, especialmente durante la dictadura comunista, se endiosaron a los jefazos, como sucedió con DJ Bigote.

El culto a la personalidad es cosa seria y el de Stalin llegó a niveles nefastos, pues para cuando millones de personas te alaban todos los días, te llaman oficialmente Padre de los Pueblos y celebran tu cumpleaños estallando una bomba atómica en el desierto de Kazajstán, las cosas pueden estar un poco lejos de la realidad.

El culto a la persona de Stalin –o más bien al personaje de Stalin– comenzó a finales de los años veinte, cuando en todas las ciudades del país comenzaron a aparecer, de un día para otro, enormes estatuas de él. Poco a poco lo fueron llamando “Titán de nuestros tiempos”, “Gran arquitecto de la felicidad humana”, “Brillante genio de la humanidad” y hasta “El mejor amigo de las vacas y las reses”, como se lo dijo uno de sus altos dirigentes, Anastas Mikoyán. En 1948 el mismo dictador mandó a escribirse una biografía de la que literalmente se imprimieron millones de copias. En ella aparecía como “un sabio infalible, como el más grande dirigente y el más sublime estratega de todos los tiempos y de todos los países”.

Mikoyan, Joseph Stalin and Sergo Ordzhonikidze-1925
El trío caucásico (de izquierda a derecha): Anastas Mikoyan, Joseph Stalin y Sergo Ordzhonikidze (1925).

Si no se está preparado, el exceso de poder intoxica. Los enterados llaman a esto Síndrome de Hybris. El nombre significa “desmesura” y era usado por lo griegos para referirse al héroe ensoberbecido a causa de sus constantes victorias, con las que comienza a creerse y a comportarse como un dios, perdiendo el suelo totalmente.

Este síndrome lo padecen personas que tiene complejo de inferioridad, formación cultural pobre y necesidad de afecto. Padecen un ego desmedido, son adictas al poder, excéntricos con desplantes narcisistas que desprecian las opiniones de los demás y creen tener siempre la razón. Son lo típicos abusadores que llegan a ser crueles con los que, a su parecer, están por debajo de ellos.

Hall de Tchaikovsky, coro ucraniano cantando canciones tradicionales ante un cuadro de Stalin
Hall de Tchaikovsky, coro ucraniano cantando canciones tradicionales ante un cuadro de Stalin en 1947.

Por supuesto Stalin tiene palomita en todo lo arriba mencionado, pero hoy en día seguimos padeciendo uno que otro mequetrefe Hybris, ya sea en la figura de un político, empresario, militar, deportista, actor o youtubero de pacotilla. Pero gracias a los dioses hay dos buenos remedios para este tipo de síndrome: uno es caerle todos a cachetadas y soplamocos al narcisete mamarracho y el otro, más certero, quitarle el poder. Listo.


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Una cineasta nazi llamada Leni Riefenstahl

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El 8 de septiembre de 2003 murió Leni Riefenstahl a los 101 años de edad. “Su corazón simplemente se detuvo”, dijo su compañero Horst Kettner a la revista alemana Bunte.

Se apagó así la luz de una poderosa artífice del documental cinematográfico de propaganda, cuyas producciones modularon el género y se erigieron en referente del séptimo arte. En muchas de las grandes obras del cine contemporáneo podemos detectar la influencia de El triunfo de la voluntad y de Olympia, las obras que inmortalizaron el congreso nacionalsocialista de Núremberg en 1934 y la apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Riefenstahl fue una innovadora actriz que se adelantó a su tiempo y marcó caminos.

Cineasta oficial de Hitler y la “única mujer amiga” del dictador, al término de la guerra fue encarcelada por su relación con los nazis, pero se determinó que sólo había sido “simpatizante” sin ninguna responsabilidad en las atrocidades del Tercer Reich. Pasó el resto de sus días negando que hubiera apoyado al régimen, que hubiera sido una militante nazi o que hubiera conocido a Hitler. “El 90% de lo que se dice sobre mí es mentira”, aseguró al presentar un libro sobre su vida.

Riefenstahl
Fotografía: Images Radio.

El País del 9 de septiembre de 2003 recuperó declaraciones de la cineasta:

“Hice El triunfo de la voluntad mucho antes de la guerra, y recibí por ese documental todos los premios imaginables y a ningún periódico se le ocurrió decir que era una película de propaganda nazi. Después de la guerra, todos los periódicos empezaron a decir que sí lo era, porque perdimos la guerra y porque se hicieron muchas cosas horribles en nombre del pueblo alemán y había que buscar un chivo expiatorio, y me escogieron a mí porque había hecho la mejor película de la época”.

Pero documentos ubicados en el curso de una pesquisa académica me permiten retar la autoabsolución de Helena Amalia Bertha Riefenstahl y proponer que sí fue una entusiasta militante nazi, una ferviente admiradora de Hitler y un sostén intelectual y artístico del más brutal sistema dictatorial del siglo pasado, sólo igualado por el estalinismo en la URSS.

El miércoles 25 de abril de 1934, Riefenstahl llegó a Inglaterra para impartir una serie de tres conferencias sobre técnica cinematográfica en las universidades de Oxford, Cambridge y Londres, invitada por asociaciones de estudiantes. Su primera charla, el  mismo día de su arribo, fue ante el Club Alemán Universitario de Oxford en Rhodes House. La segunda tuvo lugar el 26 de abril en Londres en el Buró Académico Anglo Germano y el viernes 27 ante la Asociación Anglo Alemana de Cambridge, en donde como parte del evento pudo ver por primera vez la película de Serguéi Eisenstein ¡Que viva México!

Entrevistada por el Daily Express, expresó que para ella, Hitler era “el más grande de todos los hombres”.

Esta declaración podría parecer políticamente correcta para una personalidad pública alemana de visita en el extranjero en aquellos tiempos, pero dos días después el diario publicó una entrevista de su corresponsal en Berlín, Pembroke Stephens, que la describe como “una nazi entusiasta, antigua militante del partido y amiga de Adolf Hitler”.

Leni
Fotografía: Pinterest.

Riefenstahl confió al periodista que hasta 1931, no había tenido ningún interés en la política, dedicada como estaba a su arte. Pero en un viaje a los Dolomitas para dirigir y actuar en La luz azul, en la estación de tren de Berlín compró un ejemplar de Mi lucha para leer en el trayecto.

“El libro me hizo una tremenda impresión. Me convertí al nacionalsocialismo después de leer la primera página. Sentí que el hombre capaz de escribir un libro así, sin duda alguna estaría al frente de Alemania y me sentí feliz de que tal hombre hubiese llegado”.

De regreso a Berlín, acudió por primera vez en su vida a una concentración política para escuchar a Hitler, y las palabras del dirigente, dijo a Stephens, fueron “la más poderosa experiencia de mi vida”.

Decidida a conocer personalmente al Führer, no descansó hasta lograr una entrevista con él, misma que tuvo lugar el día anterior a su partida a Groenlandia para filmar S.O.S. Iceberg. En esa reunión hablaron de política, de Alemania y su futuro, de la sociedad aria y del mundo. Le emocionó que Hitler conociera sus películas.

Al regreso de Groenlandia se incorporó al círculo íntimo del estado mayor nazi, en donde la amistad y los “grandes ideales” de los dirigentes “la hicieron crecer”, según dijo a Stephens. Poco después, Hitler le pidió “con cuatro días de anticipación”, que hiciera una película del encuentro del partido en Núremberg en septiembre de 1933. La pieza se tituló Victoria de la fe y fue el mapa de ruta para la posterior El triunfo de la voluntad.

cine aleman
Fotografía: Jstor.

En mayo de 1935, Angus Quell publicó en el Royal Screen Pictorial su recuerdo de Leni a su arribo al aeropuerto de Croydon en el vuelo de Luft-Hansa (sic): “Una llamativa y enérgica mujer de pelo negro, ataviada en la sencilla pero vigorosa moda femenina de la Alemania nazi”.

Cuando la afamada estrella es entrevistada en la terminal, Quell reporta con abierta admiración que una poderosa fascinación por Hitler timbra en la voz de la mujer cuando se refiere al Führer:

“Para mi es el más grande hombre que haya vivido. Es realmente sin defectos, sencillo pero a la vez infuso de poder varonil. No desea nada, nada para sí mismo. Sabe que nunca verá la Alemania con la que sueña, pero está satisfecho con seguir bregando por su pueblo, sin desviarse, sin dar tregua a su misión. Es bello, es sabio. De él emana un resplandor. Todos los grandes alemanes, Frederick, Nietzsche, Bismarck… todos han tenido defectos. Los seguidores de Hitler no están sin mancha, pero sólo él es puro…”.

En reseñas del 26 y 27 de mayo, el Oxford Mail consignó el entusiasmo  con que fueron recibidas las pláticas de Riefenstahl sobre su experiencia como directora y actriz de películas de montaña. Y en entrevistas posteriores la cineasta confirmó que la industria cinematográfica alemana gozaba de importantes subsidios, pese a lo cual, “nuestro cine no es utilizado con propósitos de propaganda, a diferencia del soviético”. También comparó el cine inglés con el de su país. “Ambos intentan expresar la vida humana y ambos difieren del cine soviético en que no son vehículos de propaganda”.

Riefenstahl con soldados alemanes
Fotografía: Wikimedia.

El Daily Telegraph del 27 de mayo la citó expresando que el subsidio al cine alemán era una buena cosa puesto que permitía ofrecer a los auditorios buenas películas y no sólo éxitos de taquilla, además, negó terminantemente que las películas teutonas fueran sólo de tendencia propagandística: “El objeto primario del cine alemán es el mismo que en Inglaterra: el entretenimiento”. Tales declaraciones fueron refutadas ácidamente por The Star y To-day’s Cinema, que cabecearon sus informaciones con el título “Propaganda nazi”. El redactor de To-day’s Cinema escribió sarcásticamente que si las películas nazis no eran de propaganda, “¿por qué no las hacen entretenidas?” y se preguntó qué le pasaría a “Miss Riefenstahl ¡si intentara producir una película que no le gustara a Herr Goebbels!”

¿El que Leni Riefenstahl fuera una nazi militante y convencida le resta algo a su arte? No, al contrario: le da un marco de referencia necesario. Que desde 1945 y hasta el día de su muerte haya puesto distancia con su convicción fascista y negara su cercanía y fascinación por Hitler, habla de sus debilidades de carácter. Su obra permanece como un referente. Es interesante, por citar sólo un ejemplo, las escenas de Ben-Hur que calcan pasajes de El triunfo de la voluntad.

Como otros seres humanos en épocas de turbulencia y cambio político, Leni fue seducida por una poderosa personalidad y cerró los ojos a la realidad. Cuando su mundo se derrumbó no tuvo el valor, como sí fue el caso de Günter Grass, de confesar su debilidad.

Hoy ya sabemos quién fue y esto nos permitirá entender mejor su arte.

Juego de ojos.

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¡Nunca más!

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En memoria de Bashir Shariff. Me descubrió en Roma y se despidió en Kuala Lumpur. ¡Descanse en paz! Mi amor a Zee y a los niños.

El 27 de enero es el Día Internacional del recuerdo de las víctimas del Holocausto. Creo que todo el año debiera serlo. Debemos aprender del pasado. Hay que prohibir el olvido. En el Yad Vashem de Jerusalén, en el Museo del Apartheid en Johannesburgo, en los memoriales en Riga, Auschwitz, Mauthausen; en el testimonio del Gulag soviético; en el recuerdo de los Laogai de la “revolución cultural” china, está la memoria, única defensa contra las bestialidades en las que nuestra especie incurre cíclicamente y “justifica” con las más terribles doctrinas.

 “La vida se detuvo ayer en Israel durante dos minutos en las calles, oficinas y escuelas, para rendir un tributo silencioso a los 6 millones de víctimas judías del nazismo, en el Día del Holocausto. A las 10 de la mañana (hora local) los coches, el tranvía de Jerusalén, los autobuses y también los peatones quedaron inmóviles durante 120 segundos para participar en este homenaje colectivo. Asimismo, todas las cadenas de radio y de televisión que difundían desde el miércoles testimonios, documentales y películas sobre el genocidio interrumpieron su programación. Cerca de 189 mil personas que lograron escapar del horror nazi viven hoy en el Estado Israelí” (La Jornada).

En el verso de Martin Niemöller –quien antes de ser pastor luterano fue comandante de un submarino en la Segunda Guerra y apoyó al nazismo en sus inicios– una voz que parece haber perdido la esperanza nos amonesta: Primero vinieron por los judíos / y no dije nada / porque yo no era judío. / Luego vinieron por los comunistas / y no dije nada / porque yo no era comunista. / Luego vinieron por los sindicalistas / y no dije nada / porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por mí / pero ya no quedaba nadie / para hablar por mí.

holocausto
Fotografía: La Vanguardia.

El silencio y la ceguera inducida o voluntaria casi siempre han ido de la mano de grandes atrocidades. Los bombardeos en Camboya; los campos de aniquilamiento del Khmer Rojo; las limpiezas étnicas en los Balcanes, en Burundi, en Etiopía, en Uganda; la política británica de tierra quemada en Sudáfrica; el Holocausto; la represión del pueblo palestino. En estos episodios, de entre una lista que llenaría cientos de páginas, el silencio y el ver hacia otro lado fue una constante. Las primeras noticias de los campos de concentración nazis fueron relegadas a pequeños espacios interiores por los editores del New York Times para no dar la impresión de que eran manipulados por la propaganda.

Pero desde 1933, en diarios locales de poca circulación, se dieron noticias que debieron haber sido como focos rojos. El 2 de abril de 1933 el Charleston Gazette publicó: “En Alemania, día de boicot contra judíos”, dando cuenta de movilizaciones nazis de camisas pardas que pintaron leyendas como “Peligro, tienda judía” y “Cuidado con el judío”, junto con calaveras y huesos cruzados, en comercios.

The Sheboygan Press del 27 de noviembre de 1935 llevó la nota: “Hitler asegura que Alemania es el dique contra el comunismo”, con declaraciones del canciller en el congreso de Núremberg que votó las leyes raciales que prohibieron el matrimonio entre judíos y no judíos y despojaron de derechos civiles a los alemanes con sangre judía. “Esta legislación no es antijudía; es pro alemana”, dijo el cabo demencial.

propaganda de los nazis
Fotografía: Jotdown.

“Ordenan cesar la violencia contra los judíos en Alemania” fue el titular del Edwardsville Intelligencer del 10 de noviembre de 1938. En la nota se lee que el médico estadounidense Lawrence K. Etter y varios noruegos, suizos y daneses, fueron llevados a la comisaría por tratar de tomar fotos y filmar a la turba nazi que se dedicó a destruir comercios y sinagogas, además de arrestar a miles de judíos “para protegerlos”.

En el Circleville Herald del 21 de febrero de 1941 apareció la información de que todos los judíos vieneses serían deportados a Lublin, Polonia, en doce corridas mensuales de trenes especiales. En Lublin se estableció el campo de concentración de Majdanek.

“Terror y muerte para judíos alemanes” fue el título del reportaje firmado por Pierre J. Huss en el Lowell Sun el 27 de enero de 1942: “Una noche pasé por la sinagoga de la Fasanen Strasse (destruida por los nazis en noviembre de 1938). Vi un conjunto de camiones y pensé que estarían instalado en las ruinas una batería antiaérea. En la oscuridad escuché gemidos y voces que daban órdenes. Regresé para averiguar. Por accidente me había topado con una de las primeras concentraciones de judíos en sus antiguas sinagogas para de ahí ser llevados a los guetos de Galicia. El sistema de Martin Bormann para liquidar a los judíos era tan eficiente como inhumano. Noche a noche alrededor de las 11, escuadrones volantes de la Gestapo salían por la ciudad para sacar de sus hogares a familias judías”.

noticias de los nazis
Fotografía: Pagespeed

El 29 de noviembre de 1943, The Gleaner dio cuenta de la masacre de siete mil judíos en Babi Yar, en las afueras de Kiev, en represalia por supuestos atentados contra las tropas nazis que avanzaban al Don y al Volga. “Los alemanes obligaron a prisioneros rusos a cubrir los cuerpos de los ejecutados. Muchos estaban vivos, de tal suerte que la tierra se movía en la fosa”.

Un año después, el Galveston Daily del 26 de noviembre anunció el reconocimiento oficial de las atrocidades: “Funcionarios estadounidenses describen asesinatos masivos de los nazis”. La nota es un testimonio de las condiciones en los campos de Auschwitz y Birkenau: “Es innegable que los alemanes han asesinado a millones de civiles sistemática y deliberadamente”.

El 30 de abril de 1945 en el Herald Press apareció la noticia de que el ejército estadounidense había liberado a 32 mil “muertos vivientes” en Dachau y el Gleaner del 21 de noviembre siguiente publicó a ocho columnas: “Comienza el juicio de los principales criminales de guerra nazis”.

Exactamente 70 años después, el martes 21 de abril de 2015, en Luneburgo, Alemania, Oskar Gröning, de 93 años, fue llevado ante un tribunal acusado de complicidad en 300,000 homicidios, como “contador” del campo de concentración de Auschwitz. El anciano pidió perdón a las víctimas, algunas presentes en la sala.

Juego de ojos.

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