El confinamiento ha traído como consecuencia que no podamos asistir a los museos. Si bien, con el semáforo naranja se abrieron varios recintos, la posibilidad de contagio siempre estuvo presente. Gran parte del personal de vigilancia de las salas asiste a laborar en transporte público. Hoy, con la continuación del semáforo rojo, la opción ha sido descartada.
La problemática por la pandemia que vivimos ha replanteado la vida en los museos –de la mano de su supervivencia–. No sólo en México sino en todo el mundo. Pero con ello, también hemos visto surgir fascinantes recorridos virtuales o interesantes micrositios o videos para mostrar parte de exposiciones temporales. Todo con la intención de atesorar el deleite de los amantes del arte.
Hoy realizaremos un recorrido virtual por la Prehistoria. Antes que la escritura, surgió el arte como una manifestación del ser humano durante este periodo. Son dos las hipótesis que se manejan en torno a su surgimiento. La primera, el arte por el arte. Con un fin decorativo y como parte de una emoción estética, propia del hombre (y por supuesto, de la mujer).
La segunda, entrelazada con el pensamiento mágico o totémico. Una suerte de combinación de formas artísticas a las que se aplicaron valores, emociones –algo común en el arte–, pero con contenidos simbólicos de protección ante el miedo a lo desconocido o a la falta de certeza de lo que pudiera suceder.
Desde el paleolítico hasta el neolítico, el ser humano, se dedicó a pintar en las paredes rocosas de las cuevas, al mismo tiempo que conformó herramientas de piedra y hueso. Las pinturas hicieron sobre todo mujeres y niños (hay algunos lugares en los que un hombre no hubiera podido entrar) y en especial por el tamaño pequeño de las manos que fueron dibujadas. A veces aisladas y otras, junto a animales. Estas imágenes reafirman la idea del pensamiento mágico pues su cercanía con los cuerpos de los propios animales, hacen pensar a los investigadores, arqueólogos e historiadores, que el hombre prehistórico intentaba capturar la esencia del mismo para que al salir a cazarlo, pudiera atraparlo de forma más fácil. Imaginemos lo que fue esa época. Sin duda, ante la incapacidad de entender los fenómenos naturales (como ahora lo hacemos), de la mano del instinto de supervivencia, desembocó en una superstición y conformación de creencias que se tradujeron en algo tangible y que hoy, de forma paradójica, disfrutamos: la pintura rupestre.
Venados, bisontes, mamuts, toros. Más de 3000 animales han podido ser identificados. Incluso más que los restos fósiles que se han preservado. Y han sido reconocidos gracias a la forma en que fueron pintados, principalmente durante el Paleolítico: lo más fiel posible a la realidad. En tamaño, color, forma y detalles característicos. Siempre de perfil y con sus cuatro patas. Varias veces con el vientre abultado como señal de deseos de fertilidad (no porque los cazaran). En su manufactura, se usaron pigmentos vegetales, grasa animal y madera quemada para el color negro. Muchos de ellos con contornos delineados y con una intención de volumen peculiar; estuvo dada, las más de las veces, por la forma de las rocas.
Durante el Neolítico, se continuó pintando pero cambió su modo de representación. De una gráfica lo más fiel posible de la realidad, se optó por formas abstractas. Los animales se convirtieron en siluetas y apareció el nombre realizando rituales. Continuaron las figuras de las manos, la representación de perfil y continuaron sin una lógica de horizontalidad.
El pensamiento del hombre fue capaz de configurar las dos formas principales de representación artística: la naturaleza y la abstracción que hoy son rectores del arte. ¿Cuál fue la idea principal que motivó que estos seres humanos plasmaran en las cuevas esas pinturas que hoy nos sorprenden? Nunca lo sabremos. Sólo nos queda maravillarnos de sus formas.
Numerosas cuevas en todo el mundo se han preservado hasta nuestros días. Las de España y Francia destacan por sus figuras. Una de las más célebres es la Cueva de Altamira que ante el deterioro provocado por el propio hombre en el siglo XX, fue cerrada. Sin embargo, ante la falta de derrama económica que implicaba la visita de miles de turistas, decidieron reproducir una cueva, de forma exacta a la de tiempos prehistóricos –y es la que se puede visitar–. Le llaman la neo–cueva de Altamira. El Museo de ese lugar ofrece un recorrido virtual a través de un video en YouTube de 6 minutos. Vale la pena verlo y esperar a que un día, podamos volver a viajar para disfrutar las maravillas de las manifestaciones artísticas del hombre de todos los tiempos.
El enlace al video lo pueden ver en la siguiente liga.
El Museo de Altamira también ha subido a la plataforma Arts & Culture de Google, una exposición temporal que nos brinda, además de imágenes de alta resolución, videos y mayor información sobre la Prehistoria. Puede tener acceso a ella a través de esta liga: “De piedra y hueso”.
Además de la pintura rupestre, el arte prehistórico nos ha legado una serie de esculturas femeninas llamadas “venus prehistóricas” que se explican a partir de los deseos de fertilidad en un mundo en que la natalidad resultaba fundamental para la pervivencia de los distintos grupos humanos conformados en tribus u hordas que con el paso de los miles de años configuraron los que fueron las primeras civilizaciones como Mesopotamia.
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