¿Cómo sería un aula del futuro? ¿Cómo la imagina? Tal vez lo primero que le venga a la mente son grandes avances tecnológicos. Como hemos visto en varios ejemplos de ciencia ficción, podemos estar hablando de máquinas con inteligencia artificial y muchas pantallas, donde la interacción entre maestros y alumnos no se parece nada a lo que conocemos ahora. En 2020, docentes y estudiantes tuvieron que aprender a comunicarse por medio de pantallas, pero desde 2005, el Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se encuentra planteando nuevos modelos para enseñar.
En 2005, el ICAT creó el programa “Aula del Futuro”, cuya principal filosofía se sostiene en maestros que salgan de su zona de confort y el aprendizaje por interacción entre varios alumnos. Claro, también hay nuevas tecnologías, pero lo principal es el modelo, la estructura que puede cambiar lo que conocemos como educación en México. Así lo explica a El Semanario el Dr. Gustavo de la Cruz, académico de Espacios y Sistemas Interactivos para la Educación en el ICAT y responsable del proyecto “Aula del Futuro”.
¿Y en qué consiste este concepto de nombre tan ambicioso? Primero, en enseñar a los maestros lo que Gustavo llama un modelo tecno-pedagógico para que replanteen su forma de enseñar, por medio de un diplomado. Segundo, crear espacios adecuados para su modelo colaborativo. Estos lugares los describe de la siguiente manera: las butacas no están fijas al piso, para permitir la formación de grupos, hay áreas para discutir y se puede escribir en las paredes, que también tienen espacio de entre 13 y 14 metros para utilizar dos proyectores. Los estudiantes tienen tabletas y el maestro un equipo de cómputo lo más avanzado posible.
Las “Aulas del Futuro” tienen que ser espacios dinámicos, explica Gustavo. “Necesitamos que los alumnos puedan reconfigurarlo de acuerdo a la actividad que el profesor está haciendo ese día”, comenta. Esto quiere decir que pueden tomar clases de cualquier materia. Además, fomentan el uso de apps, como la suite de Google, así como otra desarrollada por el propio ICAT llamada “El Muro Colaborativo”: un muro de post-its digitales que todos los alumnos construyen y editan con sus tablets. Desde 2015 comenzaron a trabajar con escuelas y actualmente cuentan con un total de 23 aulas en distintas escuelas de México, Chile y Francia. En 2019 llegaron oficialmente a la UNAM, donde tienen con ocho espacios.
Un nuevo método
“Desde el punto de vista didáctico, lo que nosotros promovemos es que el aprendizaje que se da a partir de lo que los otros compañeros hacen, puede ser más enriquecedor que lo que solo un alumno podría generar. El aprendizaje de todos, creemos que es más que el aprendizaje de el mejor de los alumnos”, señala Gustavo. Él sabe que el 2020 lo único que hizo fue acelerar los cambios que él y su equipo se han venido planteando desde hace mucho, pues la educación no puede quedarse igual, se tiene que transformar constantemente.
Su modelo tecno-pedagógico se basa en cinco pasos. Uno: mejorar las habilidades de los alumnos para el manejo de información, cómo la buscan y cómo la organizan. Dos: cómo esa información la transforman para construir su propio entendimiento, usar estrategias de representación de la información. Tres: discusión en pequeños grupos de tres a cinco alumnos, quienes hacen acuerdos y llegan a conclusiones. Cuatro: elaboración de una respuesta en común. Y cinco: presentación y comparación de resultados, donde discuten y defienden sus ideas.
En el diplomado donde enseñan lo anterior, se revisan diversas estrategias educativas, modelos que no fueron desarrollados por ellos, sino que ya existen y son utilizados por muchos profesores. Gustavo menciona el “Modelo Gavilán” o el aprendizaje basado en problemas. Es un proceso de reflexión por parte de los maestros, explica, donde se busca que dichas estrategias sean mejor aplicadas. De tal manera, el resultado es un total rediseño de clases, el cual realizan en una compañía constante del ICAT.
“El proyecto, desde el principio, busca que los profesores trabajen en la autoreflexión sobre sus clases. ¿Qué quiero mejorar en mi clase?”, señala Gustavo. Actualmente, son alrededor de mil docentes quienes se han visto beneficiados hasta 2020. Planean aumentar a 200 en 2021 y tener una nueva emisión del diplomado que resulte en tres nuevas “Aulas del Futuro” en la UNAM. Su plan a largo plazo es instruir a 5 mil maestros en los próximos cinco años.
Conscientes de los cambios
Los cambios en las clases están más presentes que nunca en México y en la sociedad. La pandemia de COVID-19 nos llevó a una implementación masiva de clases virtuales que se extendieron por más de lo previsto. De hecho, ante el panorama mundial, tal parece ser que lo más sensato es adaptarnos a estos cambios a largo plazo. Es aquí donde la filosofía de “Aula del Futuro” se vuelve más pertinente, puesto que no basta con tener grandes avances tecnológicos. Así lo reveló un estudio de 2019 de la UNESCO, citado por Gustavo, donde se dice que las tecnologías educativas no lograron transformar las prácticas de enseñanza ni mejorar estos aspectos.
“No es suficiente el dominio técnico de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), sino que hay que identificar su manejo pedagógicamente útil”, explica el especialista. “Esto también aplica para las estrategias didácticas, no es sólo conocer muchas estrategias didácticas, sino saberlas aplicar al contexto”. El contexto hoy es a distancia, a través de una pantalla, pero las redes sociales y el internet ya tienen varios años transformando a los estudiantes. “Nuestros alumnos cambian, las formas en que ellos están acostumbrados a interactuar han cambiado, entonces, nosotros como docentes tenemos que cambiar”, asegura.
“Nosotros creemos que el principal elemento es que el profesor reflexione sobre su práctica docente”, agrega. “Cuando el profesor reflexiona sobre la forma en que da sus clases y si la forma en que las da es la correcta, es allí donde nosotros podemos identificar posibilidades, tanto desde el punto de vista de integración de tecnologías, como desde el punto de vista de cambios en mis estrategias didácticas”.
Avances limitados
“Muchas tecnologías ofrecen eso: posibilidades. Todas estas posibilidades necesitamos primero estudiarlas para ver cuáles sí son verdaderamente viables en nuestros entornos y entonces encontrar la forma de sacarles provecho”, explica Gustavo. El problema radica en que muchos de estos avances y recursos no se consiguen con tanta facilidad en México.
“La calidad de acceso a los recursos tecnológicos en México todavía no es lo suficiente para pensar que siempre podemos utilizar la tecnología en cualquier momento”, explica Gustavo. “De las primeras cosas que los profesores nos comentan cuando visitaban nuestros espacios en Ciudad Universitaria, nos decían: ‘bueno, es que su espacio tiene muchas ventajas con las cuales nosotros no contamos’”, recuerda. Es aquí donde el ICAT también colabora con autoridades para conseguir los recursos y proporcionar espacios adecuados.
Uno de los principales cambios en esta pandemia, para muchos, fue aprender a usar las nuevas tecnologías para impartir clases a distancia, con lo que la labor del ICAT fue de gran importancia. “Los profesores también quedaron muy contentos, porque muchos de ellos no tenían todavía el dominio de muchas de estas tecnologías o no conocían sus posibilidades”, cuenta. “Como parte del diplomado, los tutores que trabajan con cada uno de los profesores, los fueron acompañando en este proceso de planeación de su clase a distancia”.
Las “Aulas del Futuro” tuvieron que hacer algunos ajustes para la pandemia. Uno de sus elementos clave fue “el aula invertida”, método por el cual los alumnos revisan el material antes de las sesiones. El problema era que muchos alumnos tenían inconvenientes para seguir el ritmo en línea, debido a una saturación de tareas y clases, así como la falta de acceso a internet. Por lo tanto, ellos sugirieron reducir el número de actividades y plantear diferentes ejercicios en diferentes tecnologías, para aprovechar al máximo el tiempo de trabajo y hacerlo más dinámico.
Realidad que no deja de cambiar
Gustavo comenta que es difícil medir el desempeño académico del “Aula del Futuro” por medio de calificaciones. “Si el profesor cambió una de sus clases, no por eso ya va a cambiar el desempeño académico”, agrega. Sin embargo, comenta que la Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile, que tiene “Aulas del Futuro”, realizó un estudio de cómo mejoraron las calificaciones de los alumnos. Ellos determinaron que los cambios se ven a partir del segundo año y siendo que la UNAM arrancó en 2019 y el 2020 fue muy complejo, todavía faltarían elementos para medir esto en México.
Sin embargo, el ICAT ha realizado encuestas a estudiantes, quienes se han manifestado satisfechos con sus nuevos métodos. “Desde el punto de la percepción de los alumnos, después de tomar una clase rediseñada bajo este esquema, ellos sienten, por ejemplo, que su participación en la clase es más valorada”, señala.
Finalmente, Gustavo dice que aunque sea demandante rediseñar las clases, los resultados son muy benéficos. La reflexión continua debe estar presente en todos los maestros, con o sin pandemia. El primer cambio no puede ser perfecto, se tiene que seguir trabajando y ver posibilidades de mejora en el camino. Hay que cuestionarse, incluso, los resultados de la modalidad a distancia e intercambiar puntos de vista entre maestros. “La labor no terminará cuando regresemos a una nueva normalidad, sino que tendrá que seguir a partir de estas reflexiones”.