En las alturas de la Sierra de San Francisco, se pueden ver hoy miles de metros de muros de piedra que ostentan los soberbios testimonios de una antiquísima y enigmática civilización.
Esas extraordinarias pinturas manifiestan la forma de vida de un grupo humano envuelto en misterio del que sabemos muy poco.
En el pasado ultralejano no existía la Península de Baja California; esa cenefa de tierra estaba adherida al continente, era una extensión del mismo.
Los geólogos estiman que hace aproximadamente cinco millones de años, las aguas del Océano Pacífico subieron dramáticamente de nivel y cercenaron la parte occidental de lo que hoy es nuestro país.
Este proceso separó una franja de tierra que mide aproximadamente 144,000 Km². Así surgió la península de Baja California y como resultado de lo anterior también el mar de Cortés.
La Península de Baja California, además de su muy particular estructura geológica, cuenta con características ecológicas y restos arqueológicos que la hacen particularmente relevante.
Durante administraciones anteriores, gracias al enorme esfuerzo del gobierno federal, a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), se crearon en Baja California 19 Áreas Naturales Protegidas, 3 Parques Nacionales, 2 Áreas de Protección de Flora y Fauna, 4 Reservas de la Biósfera y 10 áreas destinadas a la conservación.
El reconocimiento internacional por el valor natural y cultural de Baja California, lo demuestra el hecho de que allí existen dos Reservas de la Biósfera designadas “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO: “El Vizcaíno” y “Las Islas y Áreas Protegidas del Mar de Cortés”.
En la Sierra de San Francisco, la cual forma parte de la Reserva “El Vizcaíno”, se encuentra uno de los tesoros arqueológicos y artísticos más extraordinarios de México y del mundo; se trata de las inauditas pinturas rupestres.
Algunos de estos frescos pertenecen al estilo denominado “Gran Mural”; éstas son composiciones pictóricas de enorme formato. Su preeminencia se debe a sus dimensiones, la calidad de la ejecución, y la gran extensión geográfica en la que están presentes, dado que se localizan en numerosos sitios; además, por si lo anterior fuera poco, en excelente estado de preservación.
Los estudiosos piensan que su origen se remonta a los antiguos californianos, quienes habitaron la zona antes del pueblo Cochimi o Guachimi.
Los Cochimi pensaban que los creadores de aquellas enormes pinturas habían sido individuos de gran tamaño, auténticos gigantes venidos del norte para ocupar las sierras centrales de la península; los cuales habían desaparecido debido a conflictos internos.
Las luchas armadas que aparecen en las paredes de las cuevas dan pie a esta suposición.
Las pinturas fueron ejecutadas en distintas épocas, a lo largo de más de 7000 años. Recientemente se logró determinar que la más antigua es una figura humana que se encuentra en la cueva San Borjitas, y data de hace 7500 años, por ende, es también la pintura rupestre más arcaica del continente.
Estas extraordinarias manifestaciones plásticas fueron plasmadas sobre la piedra por grupos de cazadores, pescadores y recolectores, los cuales, para nuestro beneficio, también eran artistas.
Aquellos legendarios pintores emplearon pigmentos minerales para trazar esas enormes imágenes, principalmente en el interior de las cuevas.
Los frescos describen escenas de interacción entre el hombre y la naturaleza, también ceremonias religiosas. Hay quienes piensan que algunas de esas composiciones se podrían interpretar como un intento por manifestar la existencia de fuerzas energéticas o mágicas.
Las figuras son muy variadas, aunque predomina el ser humano (hombres mujeres y niños). Además aparecen distintos tipos de armas ya sea mientras eran empleadas para la cacería o cuando se utilizaban para la guerra y, por supuesto, los animales de la región: conejo, puma, lince, venado, cabra salvaje y el gallardo borrego cimarrón.
No es de sorprender encontrar también pintadas en las rocas, imágenes de tortugas, atunes, sardinas y pulpos, entre las aves están presentes: el águila y el pelícano.
Aquellos anónimos artistas plásticos de antaño, agregaron al arte figurativo, elementos abstractos: círculos, triángulos y soles policromados que a veces se yuxtaponen; plagando aún más de interrogantes a las pinturas.
En los murales se logra apreciar una enorme gama de colores, si bien, predominan el negro, el rojo el amarillo y el blanco.
El descubrimiento de este tesoro pictórico, se debe al jesuita Francisco Javier en el siglo XVIII. La Sierra de San Francisco es la zona con mayor concentración de arte prehispánico en la península de Baja California. En 1993 la UNESCO concedió a estas pinturas rupestres la nominación de “Patrimonio Cultural de la Humanidad”.
Enrique Hambleton (fotógrafo autor y conservacionista) captó con su lente imágenes extraordinarias de estas pinturas rupestres; esas célebres fotografías fueron una piedra angular en la designación de la UNESCO.
Este extraordinario legado pictórico es un auténtico rompecabezas que abre una enorme ventana hacia el pasado. Pertenece al pueblo de México, su estudio y preservación deben ser prioritarios para salvaguardar este patrimonio de inimaginable valor.
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