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Lamento de un boxeador

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Para mí, que nunca le había tocado a alguien que golpeara tan recio como yo. Está mal que yo lo diga, pero es verdad. Me podrán ganar por puntos y por una mejor técnica, pero antes tendrán que resistir la potencia de mis puños. Yo pensé que como el británico era más alto que yo, saldría a correr al ring intentando mantenerme a la distancia con sus brazos más largos. Pero me equivoqué. Cuando vi su foto meses atrás también erré. Pensé que era muy feo, cosa que saltaba a la vista con sus orejas a lo Dr. Spock, y que lo derrotaría en el primer asalto. Acababa de ganar el campeonato del mundo derrotando por puntos a un paisano y creía que todo sería fácil.

Tony Lowell era alto, pero muy delgado. Sus piernas eran dos palillos que, de forma inverosímil, sostenían todo su cuerpo. Siempre me pregunté qué motivación podía tener una persona de un país rico para andarse dando de chingadazos con desconocidos. Quiero decir, él podría haber llevado una vida digna ejerciendo cualquier oficio. Supongo que le gustaba mucho el boxeo. Para mí, en cambio, las peleas fueron la única forma de salir del barrio, de mi casa con mi padre borracho y violento. Por ahí andan diciendo que lo hice para protegerme de los ladrones después de haber huido de casa, pero lo cierto es que yo sabía que era la única forma de prosperar sin meterme en negocios sucios. Ni modo, como futbolista no valía para un carajo. Por eso me hice boxeador. 

lamento de boxeador
Imagen: Zazzle.

La pelea era en Los Ángeles; el patio trasero de México en términos de afición. Yo me sentía en la Arena México. Incluso, luego me contaron que un miembro del cuerpo técnico de Lowell recibió, cortesía de un paisano, el impacto de una bolsa de agua de riñón como manda la tradición. Él salió como todo un fajador sin dar ni pedir tregua. Se me pegó como una lapa y empezó a trabajarme el cuerpo. Ocasionalmente me lanzaba un golpe curvo a la cabeza. Uno de estos me impactó en la ceja y me produjo un pequeño corte. Mis asistentes estaban asustados. El doctor logró parar la hemorragia, pero todos tenían miedo de que resurgiese con mayor violencia y que el árbitro acabase descalificándome. No se puede pelear si no se ve y lo molesto de las heridas en la ceja es que la sangre invariablemente corre hacia abajo para cegar temporalmente al boxeador.

Sin embargo, mi contrincante era muy noble; demasiado quizá. En lugar de refregarme el pulgar en la ceja para reabrir la herida, como hacen los demás, continuó peleando como si no se hubiese percatado de mi debilidad. Los primeros seis episodios fueron una pesadilla. Parecía que nuestras cabezas estuvieran pegadas. No había forma de quitármelo de encima. Al final del segundo asalto lo tuve a distancia una fracción de segundos y conseguí conectarle un buen recto a la mejilla. Se tambaleó ligeramente, pero volvió imperturbable a la carga. En el séptimo round, Tony, mi contrincante, empezó a notar el cansancio. Ya no me arrinconaba con tanta facilidad. Por fin pude empezar a soltar mis mejores golpes.

Los aficionados se dieron cuenta de que la pelea cambiaba y enfervorecidos empezaron a gritar “México, México…”. No pararon hasta varios rounds después. El noveno asalto marcó el principio del fin. Para entonces ya le había trabajado lo suficiente el cuerpo y empezaba a faltarle el aire. Se me quiso acercar, pero lo paré en seco con un uppercut a la mandíbula. Pensé que ahí se terminaba todo. Pero no habían pasado dos segundos de la cuenta del referee cuando ya estaba en pie dispuesto a seguir el combate. Incluso parecía enfadado por su despiste. Finalmente, llegó el fatídico duodécimo round. Para entonces, yo ya podía bailarlo y Tony Lowell apenas conseguía acercárseme. De hecho, cuando eso ocurría era porque yo lo permitía. En esas ocasiones, intercambiábamos nuestras gotas de sangre y sudor y sentía su jadeante aliento en mi hombro.

lamento de boxeador
Imagen: Charlie Davis.

Pese a su cansancio, Tony seguía soltando golpes y su voluntad no había disminuido. Avanzaba. Avanzaba sin importar cuán duros fueran mis golpes. Yo también estaba cansado. Quería acabar lo más pronto posible. De pronto, cuando estábamos enzarzados en el centro del ring dimos un medio giro como si fuéramos una pareja de baile y, al acabar el movimiento, me desprendí y lo conecté con un recto de derecha en la mandíbula. Por primera vez en toda la noche sentí cerca el fin. Esta vez, le costó levantarse, pero su mirada mantenía ese brillo de determinación que no lo abandonó en toda la pelea. Nos juntamos en el centro del ring. Sabía que la próxima sería la última andanada por lo que no quería precipitarme. Dejé que me conectara un jab y que se acercara. Cuando lo tuve a distancia disparé mi golpe; un recto que estalló en toda su cara y produjo su última caída. Ahí terminó todo. El árbitro me declaró vencedor y mi utillero me levantó en hombros para escenificar mi entronización.

Desde arriba vi al padre de Tony, que era también su entrenador, alarmado intentando reanimar a su hijo que ya nunca despertaría. También desde arriba los vi por primera vez. Los aficionados no venían a ver a dos boxeadores practicando el arte de la defensa. Lo que buscaban era la sangre; la tragedia. Para ellos, tan sólo éramos gladiadores y uno tenía que morir. Después de eso, perdí el interés por el boxeo. Hice unas 10 peleas más con división de resultados hasta que un boricua me partió la cara y dije: “No más”. Ya no pude volver a pelear igual. Cuando le estaba dando una putiza al rival me venía el recuerdo de Lowell e instintivamente aminoraba el castigo. Cuando era yo el que recibía los golpes, me invadía el miedo a que se repitiera la historia, pero conmigo noqueado. Cuando empezaba mi carrera, creía que llegaría a las 100 peleas como los más grandes. Después de pelear con Lowell me centré en conseguir lo suficiente para poder vivir cómodamente y abrir mi propio gimnasio.   

Yo lo maté. Por supuesto, no quería, pero el resultado es el mismo. Pasaron 50 días desde que cayó hasta que murió. Pasarán más de 50 años y yo seguiré recordando el momento en que mi rival cayó como un árbol derribado en el centro del ring. Los doctores dicen que lo mató la fragilidad de su cráneo; que de no haber sido en esta pelea habría sido en la próxima. Hoy no le habrían permitido pelear. Tenía más de 150 combates entre profesional y amateur. ¿Por qué chingados tuvo que ser en mi pelea?


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El otro Cassius Clay

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Charles L. Nelson, director del Departamento de Lenguas Extranjeras de Eastern Kentucky University, fue un gran amigo mío estadounidense de aquel estado, en la década de los setenta del pasado siglo. Cuando lo conocí, ya peinaba canas y proyectaba escribir un libro intitulado El León Enjaulado, cuyo personaje era un militar paisano de él, quien participó en su juventud en la guerra entre México y Estados Unidos de América (1846-1848). Uno de los primeros lugares en el que estuvo destacado fue Palomas –hoy Arteaga, Coahuila– población cercana a Saltillo, donde se libró la batalla de La Angostura, comandada por el Gral. Zachary Taylor, por los norteamericanos; y por los mexicanos, nuestro gran villano histórico favorito, el Gral. Antonio López de Santa Anna. En aquellos años de juventud yo era el encargado de las actividades turísticas federales y estatales en Coahuila, y me convertí en guía y colaborador en su pesquisa histórica, acompañándolo a algunos sitios y obteniendo documentos para la novela.

Batalla de Buena Vista o La Angostura
Batalla de Buena Vista o La Angostura durante la Guerra de Intervención Estadounidense en 1847 (Pintura: Wikipedia).

Charles, como punto inicial de su recorrido, fue a la antigua Palomas para seguir la ruta del actor principal del relato, quien había sido hecho prisionero por las tropas mexicanas en ese lugar, donde también estaban las tropas del Gral. José Vicente Miñón, español de nacimiento pero mexicano por convicción. Para la mala suerte de aquel joven oficial fue hecho prisionero por un batallón mexicano y trasladado en una jaula a la entonces Hacienda de Encarnación de Díaz, Jalisco. Posteriormente fue destinado a una prisión de Toluca, Estado de México, donde, se dice, se enamoró de una muchacha mexicana con la que tuvo un hijo. Terminado el conflicto bélico regresó a Kentucky, donde se distinguió como luchador del abolicionismo, liberando los esclavos que tenía su padre; varias ocasiones ostentó el cargo de diputado, tuvo disputas sangrientas con sus enemigos políticos, presionó al presidente Abraham Lincoln –del cual fue amigo personal– para que firmara el acta del abolicionismo y fue designado embajador de los Estados Unidos, por el propio presidente Lincoln, ante el gobierno de España, y enseguida en la Rusia del zar Alejandro II. Estuvo casado con su primera esposa por largo tiempo, la que pidió el divorcio debido a las infidelidades de él y luego contrajo matrimonio con una chica de quince años a la edad de ochenta y dos. Murió en 1903 de “causas naturales”.

Cassius Marcellus Clay
La casa donde vivió Cassius Marcellus Clay en Kentucky. Clay se ve de pie a la izquierda del porche de la mansión (Fotografía: jpinews).

Cuando tuve la oportunidad de visitar a mi amigo a su casa en Louisville, Kentucky, me llevó a conocer la mansión de aquel personaje, cuyo nombre era Cassius Marcelus Clay, en la que destacaba un pequeño cañón en el jardín para defenderse de sus enemigos, aunque, en tono de broma, se dice que era para los cobradores de impuestos. Clay, había sido el amo de un ascendiente del boxeador del mismo nombre, que cambió posteriormente por el de Mohammad Alí debido a su adhesión a la religión islámica, quien se negó a ir a la guerra de Vietnam, por objeción de conciencia; padeció cárcel por lo mismo y al final fue liberado. Su país sufrió una de sus más humillantes derrotas, en virtud de la fuerza cívica de los ciudadanos norteamericanos y la tenacidad del ejército vietnamita. Alí, fue un deportista legendario que revolucionó las técnicas y maneras del boxeo mundial. El nombre de ambos personajes se debe a que el padre del pugilista, Herman Clay, lo trasmitió a su hijo en honor del aquel luchador por la libertad de los negros, en plena “democracia norteamericana”. Esta lucha es la extraña coincidencia entre ambos personajes.

Los dos Cassius Clay
Los dos Cassius Clay (Fotografías: armored column).

Charles L. Nelson era, además, coronel retirado de la Fuerza Aérea estadounidense, pero sus inclinaciones por la historia y la cultura lo llevaron a la Universidad citada y tuvo el gentileza de invitarme a dictar una conferencia sobre poesía mexicana y yo, la audacia de aceptarla. Muchas aventuras más cubrieron nuestras vidas en los diversos viajes que hicimos en busca de las huellas de Cassius Marcelus Clay en México. No llegó a editar el libro, posiblemente no tuvo toda la información que requería para ello. Sus hijos, hace más de doce años, me hicieron saber su fallecimiento.

Hoy, Charles Nelson, amante del pueblo de México, descansa en su tumba del Cementerio de Arlington, en Arlington, Virginia; y yo estoy en mi propia jaula, cercado por el coronavirus, disfrutando estos gratos recuerdos y alegrías que me ha dado la vida.

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Andy Ruiz Jr. sin temor al éxito

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El pugilista mexicano Andy Ruiz Jr. se dijo preparado mental y físicamente para su encuentro con Anthony Joshua.

A escasos meses de haber conseguido el cetro de campeón de la WBO, WBA, IBO e IBF (Asociación, Organización y Federación Internacional de Boxeo, respectivamente) en la categoría de peso pesado, el mexicano Andy Ruiz Jr. volverá a medirse con el excampeón inglés Anthony Joshua en lo que será su primer defensa del título.

En esta ocasión la pelea de box se realizará en la Diriyah Arena, Arabia Saudita, ya que el pasado 1 de junio fue el Madison Square Garden de Nueva York donde el “Destroyer” dio la campanada para destronar al británico y agenciarse los títulos mundiales.

Ambos pugilistas tuvieron su primer cara a cara en la semana de la pelea y ofrecieron una conferencia de prensa donde ambos mostraron seguridad, el equipo del británico alentó a su pupilo, a lo que el mismo Andy respondió en un par de ocasiones con “and still”, sin quitarle la mirada a su enemigo.

“Me siento bendecido, no hay mucho que decir. Tenemos un plan diferente de trabajo y listos para lo que se presente”, afirmó el monarca de la máxima división de la AMB, OMB y FIB.

“Fueron tres meses de campamento y trabajé muy duro para esto, mis sueños se hicieron realidad y el sábado volveré a hacer historia, estoy listo. Sé que Joshua tratará de encerrarme, pero yo tengo que evitar eso, ganará el mejor”, añadió.

Joshua, quien sufrió la primera derrota de su carrera con el mexicano, resaltó que está listo para recuperar sus títulos y con una gran preparación, lo que demostrará el fin de semana.

“Llego con hambre y confianza, muy comprometido. No he perdido el tiempo y no hay miedo en mi corazón, ni en mis ojos, ni en mi alma”, indicó Joshua, confiado en el triunfo, pero consciente de que antes tendrá que vencer al mexicano.

Manny Robles, entrenador de Andy, destacó la preparación intensa que tuvieron en los últimos tres meses, sabedores de la calidad del excampeón, pero listos y con una mejor preparación respecto a su última pelea, lo que se verá en el ring.

Ambos se volverán a ver el viernes, cuando suban a la báscula y quede todo listo para chocar el sábado en la Diriyah Arena, en donde cerca de 15 mil aficionados disfrutarán de una de la pelea entre el mexicano y el inglés.

https://twitter.com/Andy_destroyer1/status/1201591199842353154

Con información de Notimex.

“Canelo” libra por libra

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El boxeador mexicano Saúl “Canelo” Álvarez obtuvo un nuevo galardón en su ya prolífica carrera pugilística.

La victoria lograda el pasado 2 de noviembre ante el ruso Sergey Kovalev fue catalogada por la prensa especializada como una de las mejores peleas de Saúl “Canelo” Álvarez. De igual forma este triunfo permitió que el pugilista mexicano sea considerado el número uno libra por libra.

Este nombramiento fue otorgado por la revista The Ring quien dio a conocer su listado este 7 de noviembre, ocupando el lugar de honor el tapatío, quien el sábado se proclamó campeón semicompleto de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).

El “Canelo” es apenas el segundo mexicano en alcanzar dicha distinción, luego de que el legendario Julio César Chávez lo ocupara en algún momento de su carrera.

Durante la semana de la pelea entre “Canelo” y Kovalev, la cual se resolvió a favor del mexicano con un nocaut en el undécimo asalto, el mismo Saúl manifestó que no le interesaba esa posición.

“No me preocupa si soy el número uno en el ranking libra por libra, me preocupo por mis peleas y hacer historia, al final que me pongan donde quieran, quizá para algunos no lo soy, pero aquí estoy haciendo historia”, señaló luego de vencer a Kovalev.

Detrás del mexicano aparece el ucraniano Vasyl Lomachenko, quien domina en la división de los ligeros y que es uno de los pugilistas más espectaculares del momento.

También está el estadounidense Terence Crawford, quien barrió en los superligeros y ahora es campeón welter de la OMB, y en el cuarto puesto se ubica el japonés Naoya Inoue, campeón gallo de la AMB y de la FIB

  Con información de Notimex.