¿La Secretaría de Salud (Ssa) oculta cifras?, ¿por falta de pruebas diagnóstico el Gobierno carece de certeza? Esta mañana, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que de enero a agosto del 2020, México registró un total de 108 mil 658 fallecimientos por COVID-19. Es decir, 44 mil 244 pérdidas humanas más que las anunciadas por las autoridades sanitarias —64 mil 414 al 31 de agosto del año pasado—.
Si ya de por sí los números oficiales son alarmantes, resulta inaceptable que los encargados de contener la pandemia intenten disminuir sus estragos o sencillamente carezcan de evaluaciones confiables. Y es que las consecuencias no son menores, sobre todo si se toma en cuenta que en menos de un año, el virus SARS-CoV-2 pasó a ser la segunda causa de muerte más grande en el país.
Según los datos arrojados por el INEGI, a lo largo de los primeros ocho meses del 2020, la COVID-19 se posicionó como la razón número dos de fallecimientos en México. Esto, únicamente por debajo de las enfermedades de corazón, mismas que se presentaron en 141 mil 873 personas en el periodo que comprendió de enero a agosto de hace un año.
Así es como el 2020 —con ayuda de la autollamada Cuarta Transformación— cambió a la República Méxicana en una nación en luto. Tan sólo en ocho meses, el país reportó 683 mil 823 defunciones y con ello, sobrepasó en 184 mil 039 al mismo periodo pero del 2019.
Además de los padecimientos del corazón y el coronavirus, la gente perdió la vida en el 2020 por diabetes (99 mil 733 bajas); tumores malignos (60 mil 421); influenza y neumonía (29 mil 573). Asimismo, a causa de las enfermedades del hígado (27 mil 842), males cerebrovasculares (24 mil 928); homicidios (22 mil 798); accidentes (21 mil 0 49) y las afecciones pulmonares (15 mil 847).
Cabe señalar que para su análisis, el INEGI consultó los certificados de defunción de las oficialías del Registro Civil. En el caso de los decesos por COVID-19 contempló a las personas con el virus identificado, pero también a quienes quedaron en la categoría de “sospechosos”.
Y es entonces cuando se encuentra otra deficiencia del conteo de la Secretaría de Salud. Resulta que el mismo Hugo López-Gatell Ramírez, encargado de la pandemia y subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, reconoció que muchas personas han perdido la vida sin siquiera tener seguridad de haber sido una víctima más del SARS-CoV-2.
¿Faltaron pruebas para diagnosticar decesos por COVID-19?
Desde el principio de la pandemia, la estrategia contra la COVID-19 fue poco eficaz y opaca. Prueba de ello recae en que en abril del 2020, México se convirtió en el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con menor cifra de exámenes diagnóstico.
Con base en un reporte de la OCDE, mientras que la República Mexicana realizaba 0.4 pruebas por cada mil habitantes, Islandia diagnosticaba 134.9; Luxemburgo 64.6; Estonio 36.9, Lituania 36.6 e Israel llegó a una tasa de 30.
Lo anterior se convirtió en un problema para el país debido a que muchas familias han quedado con la incertidumbre de saber si su ser querido falleció o no, por el nuevo coronavirus. A ello se le suma los procedimientos poco eficientes para tener acceso a los certificados y actas de defunción a lo largo de la contingencia.
El cinismo tocó altos niveles cuando Hugo López-Gatell respondió a la prensa internacional sobre los cuestionamientos acerca de la veracidad de sus reportes de contagios y fallecimientos. El subsecretario de Salud expresó en mayo del año pasado que “las muertes por COVID-19 no siempre se pueden comprobar”.
De acuerdo con el funcionario, muchas personas han fallecido con síntomas graves de coronavirus, pero no se les toma en cuenta, debido a que no hubo el diagnóstico de laboratorio. ¡Y claro que no lo hicieron! Incluso, en su momento, el epidemiólogo se negó a realizar pruebas rápidas en el país, no obstante a que la positividad de México ha sido muy alta.
Con escasez de exámenes, confusión en los datos y mensajes contradictorios a los mexicanos, el territorio nacional es escenario —hasta la actualización de cifras oficiales del 26 de enero— de 1 millón 788 mil 905 contagios acumulados de COVID-19 y 152 mil 0 16 defunciones a causa de la enfermedad. Es decir, ya dejó atrás cualquier pronóstico elaborado por las mismas instituciones a cargo.
Para no dejarlo pasar, ahora que la “estrategia” de vacunación comenzó en el país, tampoco se han establecido mecanismos claros y transparentes para su distribución. A más de un mes del inicio del proceso, únicamente se lograron aplicar 652 mil 319 dosis del remedio sin siquiera terminar con el personal médico en la primera línea de la batalla.
Finalmente, es fácil pensar que si el plan de vacunas será tan poco seguro y eficiente como lo ha sido el de control epidémico, México seguirá siendo territorio de cruces por un largo rato.