Entre hombre y hombre no hay gran diferencia.
La superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia.
Tucídides.
Digo que la experiencia es la ruta más corta para lograr algo; o, la línea más corta entre un punto y otro. A otra persona le escuché decir que experiencia es tener un colmillo bien afilado. Para mi padre la experiencia es lo que indica el título.
En política estos criterios se hacen carne, más cuando se dirige un proyecto. La experiencia permite tener una visión periférica entre el objetivo meta y la realidad.
Con visión periférica no me refiero al sentido estricto de la frase vinculada a la vista, sino al sentido figurado para focalizar y deducir lo que se quiere lograr a partir de lo experimentado.
Este criterio no es bueno ni malo. Es un proceder práctico que ejerce quien expresa una intención. Que, si bien puede generar conflictos e incertidumbres, también es una garantía y certeza, porque se infiere que quien haya tenido el conocimiento empírico (la experiencia) es porque sabe qué se requiere o qué descartar para el logro de un objetivo. O sea, es la línea más corta entre un punto y otro.
En el artículo anterior, hablé acerca de los dos tipos de conocimientos para el aprendizaje (el empírico y el racional). Que el primero llega por los sentidos y el segundo por el uso del intelecto.
Me parece que los actos y resultados del presidente de la República, conexos a su discurso, no han hecho más que revivir desde su experiencia lo que la gente quiere como bien suyo.
Con su discurso general ha sido capaz de mantenerse con un alto grado de aceptación porque sabe qué decir a quienes lo escuchan. Aquí la pregunta es quiénes lo escuchan, no quienes lo oyen. Que también son conceptos diferentes.
Bien, respecto del escuchar, el receptor presta con total atención voluntaria, pone todo su ser en función de lo expresado por el emisor; el receptor incluso demuestra respeto y hasta admiración por el emisor. Todo ello porque pone los cinco sentidos en la expresión del emisor.
Por otro parte, oír se limita a la percepción del sonido escueto. El emisor puede estar diciendo lo que sea, pero el receptor tiene sus sentidos en otra parte. No le importa lo que se expresa.
Quizás puede estar viendo al emisor, pero su mente está volando en sus propias ideas. En este caso el receptor ni escucha ni respeta al emisor, por lo mismo no lo escucha, porque no lo respeta. No hay un acto de atención voluntaria porque no le interesa.
Pues AMLO ha logrado que la gente lo escuche; que el 60% de personas que siguen ubicándolo con un alto grado de preferencias como líder nacional indiscutible lo respeten, y lo sigan voluntariamente, por ello marca cada día la agenda sociopolítica.
Sin duda, ha sabido manejar con gran experiencia que había dos tipos de paradigmas y no premisas; confluyendo en un nuevo modelo que él propone a partir de la molestia popular con los políticos.
El primero, que todos los que gobernaron antes que él, llegaron pensando en que por si acaso no volvían a ocupar un puesto importante, aprovechaban llevarse lo que podían. Algo así como políticos hechos piratas, o piratas hechos políticos.
El otro paradigma, fue que los recursos financieros y económicos logrados por ellos fue por corruptos, ladrones, inconscientes, antipatriotas; poco importan los más necesitados (los pobres).
De ahí creó su propio paradigma de autobeneficio político, que mientras los otros son corruptos, él es honesto y no dice mentiras. Dice las cosas como ocurrencia porque así actúa regularmente la gente. Primero dicen las cosas y luego las piensan. Así es el pueblo en general, por eso se identifican con él, quiere esa inmensa mayoría que termine su periodo.
En otras palabras, él actúa como actúa el pueblo. Ha sabido utilizar su discurso emulando la frase del título: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Lo creen sabio, lo sienten sano, lo han hecho suyo. Por eso le creen. Esto no es ni apología ni recriminación, es lo que veo. ¿Le suena?
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